De los más conmovedores símbolos que el propio Jesús Salvador presentó en sus predicaciones y metáforas, está el del Buen Pastor que cela por sus ovejas. En esta figura del Buen Pastor, así se manifiesta divinamente:
“Mis ovejas oyen mi voz, Yo las conozco, y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna; ellas jamás han de perecer, y nadie las robará de mi mano. Mi Padre, que me las dio, es mayor que todas las cosas; y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno” (Jn 10, 27-30).
Verdad es que las criaturas nos sirven para ascender a Dios, desde una roca, una hormiga hasta un serafín. Entretanto, en el ápice de la creación está la Humanidad perfecta del Verbo Encarnado. Y, por tanto, “para nosotros nunca hubo ni habrá modelo igual y, menos todavía, superior a Jesucristo; sin embargo, nos conmueve hasta la última fimbria de nuestra sensibilidad verlo reflejado en la figura del Buen Pastor que cuida cariñosamente de sus ovejas”
Este cuidado, lleno de diligencia, que Jesús tiene por nosotros, en grado absoluto, como un celoso y buen pastor tiene por su rebaño, llega a un extremo que solo Dios lo puede concebir y realizar.
Busquemos alcanzar la altura de esta entrega del Divino Pastor por nosotros, a través de la explicitación del Fundador de los Heraldos:
“Jesús pasa a representarse, ya no solo como el Pastor, sino también como el pasto, pues confiere a las ovejas su propia vida.
Llevemos en cuenta que hasta incluso la vida física de ellas es alimentada por un ‘pasto’, criatura suya, pues nada existe que no haya tenido en Él su origen.”
Alimento espiritual: la Palabra de Dios y la Gracia
“Además, ellas son nutridas espiritualmente a través de su palabra, dado que, conforme Él mismo dice, ‘no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios’ (Mt 4, 4).”
“Y, por encima de todo, por la gracia (semilla de la gloria eterna), en función de la cual la propia vida de Cristo se introduce en sus almas y es alimentada por los Sacramentos, en especial la Eucaristía”.
Aquí está el ápice de su amor por nosotros. Jesús, el Buen Pastor, se entrega a nosotros, en el Sacramento de la Eucaristía, “sacramento de la piedad, señal de unidad, vínculo de la caridad, banquete pascual en que Cristo es recibido como alimento, el espíritu es acumulado de gracia y nos es dado el compromiso de la gloria futura”.
El insuperable alimento de la vida de las ovejas del Buen Pastor: La Eucaristía
“Así, la espiritualidad de ellas [almas] se va robusteciendo y siendo vivificadas en Él. Su propia Carne, Sangre, Alma y Divinidad constituyen el insuperable alimento de la vida de sus ovejas. Y en la eternidad, la gracia se transformará en gloria, recibiendo de Él su propia vida”.
Como debemos así, acercarnos al Santísimo Sacramento, el pan espiritual por excelencia, y de él alimentarnos. Conforme nos dice San Juan Bosco, si nosotros tenemos “que comer todos los días, ¿por qué no comulgar todos los días?”. Y nos aconseja: “Cristiano, si usted quiere hacer la acción más eficaz para vencer las tentaciones, y la más segura para hacerte perseverar en el bien, comulgue siempre que pueda”.
Mediante la Comunión, transpuesta nuestra existencia terrena, recibiremos el Cielo. ¿Qué significa esto? “Entrar a la vida eterna significa estar libre de todos los tormentos y pasiones: ambiciones, envidias, odios, etc., como también haber sido perdonado de todos los pecados y desvaríos”.
¡Que seamos estas verdaderas ovejas que pertenecen al rebaño del Buen Pastor, solícitas a su voz, recibamos a Él en la Eucaristía – nuestro verdadero alimento espiritual – y así ganaremos el premio de la vida eterna!
Por Adilson Costa da Costa.
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Mayo 2020
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.