Oración de los Fieles.
En enero del 2021, recorrimos como formación acerca de la Eucaristía hasta el Credo, hoy iniciamos con la Oración de los fieles
La liturgia de la Palabra termina con la oración de los fieles, también llamada oración universal, que el sacerdote preside, iniciándola y concluyéndola, en el ambón o en la sede.
En la liturgia de la sinagoga judía existían oraciones de intercesión en forma de letanías. De ahí debió nacer la costumbre cristiana de hacer algo semejante durante la celebración eucarística. Parece que esta costumbre se remonta a los tiempos apostólicos. Ya San Pablo ordena que se hagan oraciones por todos los hombres, y concretamente por los que gobiernan, pues «Dios nuestro Salvador quiere que todos los hombres se salven y vengan al conocimiento de la verdad» (1Tim 2,1-4). Y San Justino, hacia 153, describe en la Eucaristía «plegarias comunes que con fervor hacemos por nosotros, por nuestros hermanos, y por todos los demás que se encuentran en cualquier lugar» (I Apología 67,4-5).
En las Iglesias de Oriente, esta oración adoptó comúnmente la forma de una letanía de intercesiones dicha por el diácono, a la que contestaba el pueblo con el Kyrie, eleison. Las Iglesias de Occidente conocen también esta oración. En África está atestiguada por S. Agustín, quien solía terminar sus homilías con una invitación a dirigirse a oriente para formular a Dios una serie de peticiones, a las que el pueblo respondía con el amén.
Al hacer la oración de los fieles, hemos de ser muy conscientes de que la Eucaristía, la Sangre de Cristo, se ofrece por los cristianos «y por todos los hombres, para el perdón de los pecados». La Iglesia, en efecto, es «sacramento universal de salvación», de tal modo que todos los hombres que alcanzan la salvación se salvan por la mediación de la Iglesia, que actúa sobre ellos inmediatamente -cuando son cristianos- o en una mediación a distancia, solamente espiritual -cuando no son cristianos-. Es lo mismo que vemos en el Evangelio, donde unas veces Cristo sanaba por contacto físico y otras veces a distancia. En todo caso, nadie sana de la enfermedad profunda del hombre, el pecado, si no es por la gracia de Cristo Salvador que, desde Pentecostés, «asocia siempre consigo a su amadísima esposa la Iglesia» (SC 7b), sin la que no hace nada.
En esta oración, los fieles laicos ejercen también su sacerdocio bautismal unidos a Cristo Sacerdote, intercediendo ante Dios por las necesidades espirituales y materiales de todos los hombres. Es significativo que se sitúe, tras la reforma del Vaticano II, después de la despedida de los catecúmenos. Éstos, al no estar todavía bautizados, no pueden unirse al Pueblo sacerdotal y ejercer esta mediación.
Según esto, la Iglesia, por su enseñanza y acción, y muy especialmente por la oración universal y el sacrificio eucarístico, sostiene continuamente al mundo, procurándole por Cristo incontables bienes materiales y espirituales, e impidiendo su total ruina.
De esto tenían clara conciencia los cristianos primeros, con ser tan pocos y tan mal situados en el mundo de su tiempo. Es una firme convicción que se refleja, por ejemplo, en aquella Carta a Diogneto, hacia el año 200: «Lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo. El alma está esparcida por todos los miembros del cuerpo, y cristianos hay por todas las ciudades del mundo… La carne aborrece y combate al alma, sin haber recibido agravio alguno de ella, porque no le deja gozar de los placeres; a los cristianos los aborrece el mundo, sin haber recibido agravio de ellos, porque renuncian a los placeres… El alma está encerrada en el cuerpo, pero ella es la que mantiene unido al cuerpo; así los cristianos están detenidos en el mundo, como en una cárcel, pero ellos son los que mantienen la trabazón del mundo… Tal es el puesto que Dios les señaló, y no es lícito desertar de él» (VI,1-10).
Pero a veces somos hombres de poca fe, y no pedimos. «No tenéis porque no pedís» (Sant 4,2). O si pedimos algo, y Dios nos lo concede, fácilmente atribuimos el bien recibido a ciertas causas segundas, sin recordar que «todo buen don y toda dádiva perfecta viene de arriba, desciende del Padre de las luces» (Sant 1,17). Es indudable que, por ejemplo, las religiosas de clausura y los humildes feligreses de misa diaria contribuyen mucho más poderosamente al bien del mundo que todo el conjunto de prohombres y políticos que llenan las páginas de los periódicos y las pantallas de la televisión. Aquellos humildes creyentes son los que más influjo tienen en la marcha del mundo. Basta un poquito de fe para creerlo así.
Al hacer la oración de los fieles, hemos de ser muy conscientes de que la Eucaristía, la Sangre de Cristo, se ofrece por los cristianos «y por todos los hombres, para el perdón de los pecados».
Como nos dice la Institución General del Misal Romano del 69-71
En la oración universal u oración de los fieles, el pueblo responde de alguna manera a la Palabra de Dios recibida con fe y, ejerciendo su sacerdocio bautismal, ofrece a Dios sus peticiones por la salvación de todos. Conviene que esta oración se haga normalmente en las Misas a las que asiste el pueblo, de modo que se eleven súplicas por la santa Iglesia, por los gobernantes, por los que sufren alguna necesidad y por todos los hombres y la salvación de todo el mundo.
Corresponde al sacerdote celebrante dirigir esta oración desde la sede. Él mismo la introduce con una breve monición en la que invita a los fieles a orar y la concluye con una oración. Las intenciones que se proponen deben ser sobrias, redactadas con pocas palabras y con sabia libertad, y deben expresar la plegaria de la comunidad entera.
Las pronuncia un diácono o un cantor o un lector o un fiel laico desde el ambón o desde otro lugar conveniente.
El pueblo, estando de pie, expresa su súplica o con una invocación común, que se pronuncia después de cada intención, o bien orando en silencio.
Consejos para preparar la oración de los fieles.
Las 4 súplicas que componen esta oración
La oración universal está compuesta generalmente de 4 peticiones, separadas de un estribillo entonado por el animador litúrgico, seguido por toda la asamblea. Las 4 intenciones de oración son generalmente destinadas (sin ser obligatorio) a confiar ciertas causas:
- la Iglesia universal, sus miembros y sus necesidades: el Papa y los Obispos, las vocaciones, los feligreses, la misión, la unidad de los cristianos…
- los asuntos públicos y sociales: por los gobernantes, las situaciones de guerra, el orden y la justicia social…
- las personas que sufren por cualquier dificultad: los enfermos, los pobres, las personas perseguidas o prisioneras, aquellos que buscan trabajo…
- la comunidad local y los acontecimientos que vive: los bautismos, las confirmaciones, las bodas y los funerales…
Las cuatro etapas de la preparación:
La oración universal es un momento importante de la misa, pues es el momento donde nos hacemos un solo cuerpo para decir al Señor que contamos con su gracia para bendecir su Iglesia y el mundo. Así, respondemos al llamado de san Pablo “No se angustien por nada, y en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios”.(Filipenses 4:6).
Entonces, no hay que tomar a la ligera la preparación de la oración de los fieles. Para que las peticiones que vamos a redactar susciten la plegaria de la asamblea, debemos:
- tomar el tiempo de leer las lecturas del día y del evangelio, para que nuestra reflexión se alimente de la meditación de la Palabra de Dios.
- tomar en cuenta los acontecimientos del momento que se viven en el mundo, el país, la diócesis, la parroquia…
- adaptar las intenciones al público (si es una misa de jóvenes, familias, personas mayores…)
- formular frases cortas y sencillas, para que sean más contundentes.
¿Cómo formular una intención de oración?
Hay diferentes maneras de redactar una petición. Las dos formulaciones más comunes son las siguientes:
- “Te pedimos Señor por (…), roguemos al Señor”.
- “Señor, te pedimos por (…), oremos al Señor”.
En la Catequesis sobre la Eucaristia el Papa Francisco nos explica que
Los Padres del Vaticano II quisieron restaurar esta oración después del Evangelio y de la homilía, especialmente los domingos y días festivos, para que ” con la participación del pueblo se hagan súplicas por la santa Iglesia, por los gobernantes, por los que sufren cualquier necesidad, por todos los hombres y por la salvación del mundo entero. “(Const. Sacrosanctum Concilium,53, ver 1 Tim 2: 1-2). Por lo tanto, bajo la dirección del sacerdote que introduce y concluye, ” el pueblo ejercitando el oficio de su sacerdocio bautismal, ofrece súplicas a Dios por la salvación de todos. ” (IGMR, 69). Y después de las intenciones individuales, propuestas por el diácono o por un lector, la asamblea une su voz invocando: “Escúchanos, Señor”.
Recordemos, en efecto, lo que el Señor Jesús nos dijo: “Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis” (Jn. 15, 7). “Pero nosotros no creemos en esto porque tenemos poca fe”. Pero si tuviéramos una fe –dice Jesús- como un grano de mostaza, habríamos recibido todo. “Pedid lo que queráis y se os dará”. Y, este momento de la oración universal, después del Credo, es el momento de pedir al Señor las cosas más importantes en la misa, las cosas que necesitamos, lo que queremos. “Se os dará”; de una forma o de otra, pero “se os dará”. “Todo es posible para el que cree”, ha dicho el Señor. ¿Qué respondió el hombre al que el Señor se dirigió para decir esta frase: “Todo es posible para el que cree”? Dijo : “Creo, Señor. Ayuda a mi poca fe”. Y la oración hay que hacerla con este espíritu de fe. “Creo, Señor, ayuda a mi poca fe”. Las pretensiones de la lógica mundana, en cambio, no despegan hacia el Cielo, así como permanecen sin respuesta las peticiones autorreferenciales (véase St. 4,2-3). Las intenciones por las cuales los fieles son invitados a rezar deben dar voz a las necesidades concretas de la comunidad eclesial y del mundo, evitando el uso de fórmulas convencionales y miopes. La oración “universal”, que concluye la liturgia de la Palabra, nos exhorta a hacer nuestra la mirada de Dios, que cuida de todos sus hijos.
La oración universal expresa la respuesta a la Palabra de Dios, que ha sido acogida con fe. En esta oración, los fieles se dirigen a Dios con la confianza de ser escuchados en sus peticiones, y hacen suya la mirada de Dios, que se preocupa de todos sus hijos.
La respuesta a la Palabra de Dios recibida con fe se expresa a continuación, en la súplica común, llamada Oración universal,porque abraza las necesidades de la Iglesia y del mundo (ver IGMR, 69-71; Introducción al Leccionario, 30-31). También se llama Oración de los Fieles.”
Canción
Bibligrafia
https://hozana.org/es/oracion/de-los-fieles
https://www.hogardelamadre.org/es/recursos/eucaristia/346-explicacion-de-la-misa/406-oracion-fieles
https://opusdei.org/es-cr/article/papa-francisco-misa-eucaristia-credo-oracion-fieles/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Enero 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.