Ponemos barreras para protegernos de quienes creemos que somos. Luego un día quedamos atrapados tras las barreras y ya no podemos salir.NOtra maravillosa frase del libro El Caballero de la Armadura Oxidada
El caballero tenía el pleno convencimiento de que él era bueno y generoso.Sin embargo, sus actos no evidenciaban tales noblezas, tales cualidades. Bajo su reluciente armadura había alguien que necesitaba sacarse brillo para compensar sus grandes carencias.Este personaje era capaz de librar feroces batallas para hacer frente a todo lo que él consideraba malvado. Sin embargo, en ningún momento tomaba conciencia de ese enemigo que tenía en su interior, de ese dragón enfurecido que tenía atrapado a su auténtico «yo».
El amor, aunque se libren batallas, no es una guerra. Aunque haya enfrentamientos, el otro nunca es el enemigo. Ese otro puedes ser tú, cuando te regañas por haber metido la pata.
En ti hay más potencial de lo que piensas y es obligación tuya desvelar ese poder oculto, esas virtudes y excepcionales capacidades que pueden impulsar tu crecimiento personal.
Quizá sea a consecuencia de vivir en una sociedad en la que continuamente unos se comparan con otros, unos compiten con otros, pero muchas veces me encontré cómo me decía a mí misma: «no vales lo suficiente», «no vas a lograrlo». Antes de empezar, ya era capaz de visualizar mi fracaso.
Pensemos que todos, de algún modo, amanecemos con nuestras propias armaduras oxidadas. Esas en las que camuflamos realidades internas no resueltas, resistencias que nos limita, que apagan nuestro auténtico ser.
Es esto normal? ¿Es algo recurrente en el ser humano? Si te has sentido alguna vez igual que yo, te diré que no. No es real esa apreciación que tienes de ti mismo: vales más de lo que crees, sabes más de lo que piensas y eres más importante de lo que imaginas.
Charles Chaplin decía: «Hay que tener fe en uno mismo. Ahí reside el secreto. Aun cuando estaba en el orfanato y recorría las calles buscando qué comer para vivir, incluso entonces, me consideraba el actor más grande del mundo. Sin la absoluta confianza en sí mismo, uno está destinado al fracaso»
En la seguridad en uno mismo a la hora de alcanzar una meta; en la convicción de que tenemos recursos, capacidades y estrategias para alcanzar aquello que deseamos; a su vez, en la seguridad de que podemos hacer las cosas bien, esta la clave de derrotar esos monstruos que nos dominan, y es que con gran facilidad a olvidamos quienes somos: Soy una princesa y mi Padre es el Rey de Reyes.
Entonces déjame decirte quien eres en realidad…. Naciste con un propósito divino. Eres hija del Gran Rey, Heredera de Su Reino, tu sangre es Sangre Real. Tu sangre, tu ADN proviene del Rey de Reyes y Señor de Señores. Eres Paridora de Sueños, Madre de Multitudes, Hija de la Fe. Eres especial, triunfadora, amada, respaldada y diseñada po y para Dios.
No eres cualquier cosa, ¡Eres Princesa de Dios!
Soy digna del amor de Dios, soy certera y me ha redimido Quisiera que por un momento reflexiones en ese Dios que te ha pensado desde toda la eternidad, en cómo anheló tu existencia con todas tus cualidades y también tus defectos. Asi como te creo, justo así, eres preciosa a sus ojos. Eres digna porque has nacido de su corazón.
Así, llegué a aprender que estar segura de mi misma me convertía en una persona que aceptaba los riesgos y luchaba contra sus miedos.
En este sentido, los anhelos de conseguirlo tienen que ir por delante del pánico a fallar, porque no hay nada que «no esté hecho para nosotros». Mantener pensamientos negativos sobre mí nunca me ha conducido a ningún sitio. Así, aprendí que detenerse en la duda, autocompadecerse o sentir vergüenza tan solo es una manera de alejarnos de nuestros fines.
Proyectar un sentido de identidad fuerte y valiente tampoco resulta fácil si nos han enseñado a fijarnos mucho más en lo que hacen, dicen o piensan los demás en lugar de atendernos a nosotros mismos…
Por curioso que nos parezca, algo que a menudo olvidan nuestros padres e incluso los sistemas educativos es enseñarnos a creer en nosotros mismos. Nos orientan en cambio a ser como la mayoría. Porque «ser normal» es hacer, pensar y comportarse como aquellos que nos rodean, es diluir nuestras particularidades en lo ordinario, en lo cotidiano. Porque a veces, ser único es ser diferente, y el diferente no encaja bien, no rima. Es desarmonía en un mundo que adora lo predecible.
Entonces solemos caer en la trampa de hacer las cosas por agradar a los demás, quizás porque llegamos a creer que hacer feliz a otra persona nos hará sentirnos felices , o que encontraremos satisfacción en cumplir con las exigencias de los demás. Esto, con frecuencia, no nos beneficia en lo más mínimo, pues en realidad no estamos viendo por nuestras necesidades, sino depositándolas en alguien más. Se trata de aprender a tomar las decisiones correctas para ti y nadie más.
Recordar al Caballero de la armadura oxidada que como comentábamos, bajo su reluciente armadura había alguien que necesitaba sacarse brillo para compensar sus grandes carencias, podremos concluir que la realidad es que es imposible complacer a todos (todos poseemos nuestras propias armaduras), así que mejor enfócate en hacer tu mejor esfuerzo por vivir fiel a ti misma y velando por tu propio bienestar. Lo que la gente piensa o dice de ti está completamente fuera de tu control, así que no pierdas energía pensando en ello.
La próxima vez que tengas que tomar una decisión, por más pequeña e insignificante que parezca, piensa antes de hablar y, cuando hables, hazlo con seguridad. Que tus ‘no’s sean tan sinceros como tus ‘sí’s. Tómate tu tiempo, no te apresures a aceptar a hacer algo que no quieres y siempre sigue tu instinto. Y, sobre todo, siempre date un espacio para reflexionar y preguntarte qué es lo que quieres. Conocerte y entenderte te dará las herramientas necesarias para dejar de preocuparte por complacer a los demás.
No se me malinterprete, no estoy yendo en contra del mandato del Señor de servir a amar al prójimo, estoy hablando en ese dejarnos manipular por el otro que cómo está herido, hiere; en ese que debido a sus carencias se ensaña en manipularnos, despersonalizarnos y hacernos objeto de sus caprichos o peor aun de sus caprichos.
Hablo de que tu esencia marque cada uno de tus pasos y decisiones, sin miedo a lo que otros puedan pensar. Ser uno mismo en cada momento y en cada situación no siempre es fácil, por ello, ese esfuerzo cotidiano es también un ejercicio de voluntad, ahí donde ganar a su vez confianza y seguridad personal.
Y esa seguridad la encontramos En la experiencia limitada de un amor ilimitado, el amor de Dios que nos hace conscientes de ese grito interno que gime por un amor incondicional, eterno y perfecto. Podemos sentirnos débiles o indignos de un amor así, pero a la vez gritamos a lo alto: “ámame cuando menos lo merezco porque es cuando más lo necesito”, entonces Dios pasa sobre nuestra vida, ve nuestro corazón, nos conoce, extiende su manto, cubre nuesta desnudez interior para envolvernos con su corazón. Así, la debilidad de lo limitado nos hace digna de un amor ilimitado.
Deja que Dios pase cerca de ti mostrándote cómo eres, con tus límites preciosos a sus ojos porque es entonces cuando te puede envolver con su amor misericordioso y decirte: “no temas, estoy aquí, siempre te cubriré y te protegeré, no sea que nos ocurre como el caballero de la harmadura oxidada y .un día quedemos atrapados tras la armadura y ya no podamos salir…
Salmo 23, 4.6, nos dice: “Ningún mal temeré porque tú estás conmigo: tu vara y tu cayado me dan seguridad (…) tu amor y tu bondad me acompañan todos los días de mi vida.
Para liberarse de la armadura debemos practicar el arte de creer en uno mismo, pero tengamos presente que es como un músculo que ejercitar en el día a día. Por tanto, no dudemos en hacer uso de él dejando a un lado las opiniones ajenas. Atrevámonos a decidir y a salir jornada a jornada de nuestra zona de confort. Enfrentémonos a nuestras inseguridades poco a poco y sin prisas…
Para concluir, aunque las personas no podamos controlar nunca lo que nos pueda traer la vida, lo que sí podemos controlar es el modo en que reaccionamos ante cualquier circunstancia. Si creemos en nosotros mismos las dificultades serán menos duras, y las montañas menos altas.
La próxima vez que tengas que tomar una decisión, por más pequeña e insignificante que parezca, piensa antes de hablar y, cuando hables , hazlo con seguridad. Que tus ‘no’s sean tan sinceros como tus ‘sí’s. Tómate tu tiempo, no te apresures a aceptar a hacer algo que no quieres y siempre sigue tu instinto. Y, sobre todo, siempre date un espacio para reflexionar y preguntarte qué es lo que quieres. Conocerte y entenderte te dará las herramientas necesarias para dejar de preocuparte por complacer a los demás.
Deuteronomio 3,6 nos habla: “Sed firmes y valientes, no temáis ni os aterroricéis ante ellos, porque el SEÑOR tu Dios es el que va contigo; no te dejará ni te desamparará…’
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Abril 2019
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.