Categoría: Liturgias Diarias

Creo en Jesucristo Hijo único de Dios. En la medida en que nuestra fe es pascual, resolveremos el sentido de la muerte y conoceremos y habremos resuelto el sentido de la vida, ya no habrá angustia y dolor ante la llegada. de la muerte a nuestra vida o la de un ser querido. Debemos alimentar nuestra fe y pedir la gracia de la esperanza.

Cada uno de nosotros se puede preguntar, ¿en mi vida el Señor se siente verdaderamente a casa? ¿Lo dejamos hacer limpieza en nuestro corazón y expulsar a los ídolos, o sea aquellas actitudes de codicia, celos, mundanidad, envidia, odio, aquella costumbre de hablar mal de los otros? ¿Lo dejo hacer limpieza de todos los comportamientos contra Dios, contra el prójimo y contra nosotros mismos…?

Seamos astutos como serpientes y mansos como corderos, nos pide el Señor y en todo momento demos testimonio de Cristo y su gracia en nuestra vida.

Cristo es la única razón para vivir y para morir. Y Cristo es aquel que nos permite llegar a una plenitud tal que podamos afrontar la muerte sin miedo. 
Y hoy meditamos también que el buen cristiano sale, está siempre en salida: está en salida de sí mismo, está en salida hacia Dios, en la oración, en la adoración; está en salida hacia los otros para llevar el mensaje de salvación.

El amor no puede quedar encerrado en un sentimiento, ni en una filosofía, sino en acciones concretas. Para ser discípulos debemos cargar la cruz , el cristiano, sin cruz no es cristiano, y si la cruz es una cruz sin Jesús, no es cristiana. Finalmente, nos pide el Señor seguirlo desde la libertad, no desde cárceles interiores .

No todos tenemos el mismo carisma, la misma función, pero todos contribuimos al bien común si aportamos los dones de naturaleza y de gracia que Dios nos ha concedido con generosidad. y gratuitamente. No tengamos miedo a la gratuidad de Dios. Solamente, nosotros debemos abrir el corazón, de parte nuestra hacer todo lo que podemos, pero la gran fiesta la hará Él.

A quien quiere seguirlo, Jesús le pide amar a los que no lo merecen, sin esperar recompensa, para colmar los vacíos de amor que hay en los corazones, en las relaciones humanas, en las familias, en las comunidades y en el mundo.

Hoy recibimos una invitación del Señor, a participar plenamente de su acción por nosotros, sus hijos amados, ya que El no quiere que caigamos en desesperación, o en la desilusión, pues sus designios son de santidad para cada uno de nosotros. 

Ofrecer sufragios por los difuntos, no es lo mismo que rendir culto a la Santa Muerte. Pidamos hoy la gracia de comprender cuáles son las luces que nos acompañarán en el camino para no equivocarnos, y así llegar a donde nos esperan con tanto amor.