Hablamos la última vez acerca de aprovechar este inicio de año para realizar un plan de vida que nos permita avanzar y pedirle a Dios que nos ayude a pasar a una nueva etapa en nuestro crecimiento espiritual e hiicimos énfasis en tres verbos que nos da el texto de evangelio de san Juan 20, 2-9. Cuando encuentran en su sepultura la túnica del Señor Resucitado: salir, ver y creer.
Hoy para complementar estas acciones vamos a reflexionar sobre la capacidad de asombrarnos. Esa facultad de las personas para sorprenderse ante lo nuevo y aprender de ello. Esta capacidad se vincula también a la adaptación de los individuos ante un entorno cambiante, ya que el asombro deriva de un cambio de las expectativas.
Para introducir el tema voy a transcribir una meditación del padre Toto: “Un yugo en el zoológico…
Ayer nos fuimos a dar una vuelta por el zoológico. Eso hizo que a las 2.30 p.m. ya había caminado 15.000 pasos según el teléfono. Le doy gracias a Dios por el grupo de niños que iba delante de nosotros. Observarlos me ayudó a pensar en cómo he perdido la capacidad de asombro. Ellos gritaban, brincaban y reían por todo. Todo era objeto de asombro. Todo era una fiesta. Si el animal estaba dormido se asombraban; si estaban comiendo se asombraban; si estaba moviéndose se asombraban. ¡Qué maravilla ver el mundo así!
Por muchos motivos los niños siempre estuvieron en el centro de la predicación de Jesús. No se cansó de advertirnos qué hay que hacernos como niños para entrar al Reino de los cielos. Incluso a Nicodemo le dijo que había que ir más allá y nacer de nuevo.
Sí, porque cuanto más se avanza, más peligro hay de “no ser ya niños”. Y la fe, la gran fe, tiene necesidad de la infancia espiritual. Aquí está el peligro para nuestra fe y la dificultad consiguiente de tener confianza en Dios. Nos hacemos hombres, nos hacemos “grandes”, y nuestro razonamiento enfermo destruye lo mejor de nuestra dependencia de Dios. Vuelve una y otra vez la amenaza de Jesús: “Si no os convertís y no os hacéis como niños. . . no entraréis”. Hay que hacerse pequeños, pequeños, mientras la vida nos obliga a hacernos adultos. El espíritu marcha en sentido inverso a la naturaleza y la obra maestra del hombre de fe es el adulto que se ha hecho pequeño, el anciano que se ha hecho un niño, la serpiente que se ha hecho paloma, como dice Carlo Carretto.
En una misa con niños en San Pedro, donde el evangelio que correspondió apareció la palabra YUGO, me pareció que podría ser una palabra desconocida para ellos, entonces les pregunté que si alguien sabía qué era un YUGO, y un niño muy rápidamente alzó y tomó el micrófono y dijo que un YUGO era lo que tenía su papá en los pies.”
Entonces nos queda claro que sentir asombro por las pequeñas cosas, por lo cotidiano, hace que, sin duda, la vida tenga mayor sabor y sentido.
El asombro parece algo natural, ¿por qué educarlo?
Efectivamente, el asombro es algo con lo que nacemos todos, es innato. Y, si lo cuidamos, se puede conservar toda la vida. El asombro se respeta, no se inculca. Por lo tanto, “educar en el asombro” se entiende como cuidar, respetar ese proceso natural, rodeando al niño de oportunidades para poder asombrarse.
¿Cuáles son esas oportunidades?
Lo que asombra es la belleza. Dicen los filósofos que la belleza es la expresión visible de la verdad y de la bondad. ¿Qué es bello para un niño? Todo lo que respeta su verdad y su bondad: sus ritmos, las etapas de la infancia, su necesidad de silencio, de misterio, etc.
Hablemos un `poco de los beneficios emocionales de sentir asombro
El asombro nos coloca en un lugar desconocido hasta entonces. De pronto, somos conscientes de que hay algo mucho más grande que nosotros, o que lo invisible lleva mucho tiempo contribuyendo al mundo tal y como lo conocemos. Esto supone una serie de cambios perceptivos y emocionales:
- Sensación de revelación o iluminación.
- Confusión momentánea seguida de apertura mental.
- Desarrollo de la humildad.
- Mejora de la capacidad de observación.
- Reduce la impaciencia y crea la impresión de que tenemos más tiempo disponible del que pensamos.
- Aumenta la satisfacción con la vida.
Recuperar la capacidad de asombrarnos ante lo pequeño, lo simple y lo natural puede devolvernos esa ilusión por la “magia” que teníamos en nuestra niñez. Sería una lástima que te prives de las emociones que resultan de saborear la vida en plenitud, como el asombro, la admiración, el respeto y el aprecio. Abre tus ojos y mira los millones de maravillas a tu alrededor.
Educar en la belleza, ¿es conducir hacia Dios?
C. L’ Ecuyer, canadiense afincada en Barcelona y madre de cuatro hijos. , también es máster por IESE Business School y máster Europeo Oficial de Investigación. En Canadá ha trabajado como Senior Council en una empresa de telecomunicación.
Ella afirma quelos niños tienen una inteligencia espiritual mayor que los adultos. La inteligencia espiritual nos permite intuir que, detrás de todo lo bello que nos rodea, está la “Suma Belleza”, como la llamaba san Agustín. No vemos la Suma Belleza porque entre Ella y nosotros hay un velo. El grosor de ese velo depende del grado de inteligencia espiritual que tengamos. Para los niños, el velo es muy fino, porque ellos se asombran con mayor facilidad y tienen más sensibilidad para percibir la belleza que les rodea. Esa capacidad de percibir la belleza que “existe en todas las cosas”, como decía santo Tomás de Aquino, les lleva necesariamente a la Suma Belleza. No hay educación en la fe si no hay educación en el asombro y en la belleza. Y si lo intentamos, entonces acabamos con una fractura entre fe y razón. No es casualidad que san Juan Pablo II empezara su encíclica Fides et Ratio dando protagonismo al asombro: “Sin el asombro, el hombre caería en la repetitividad y, poco a poco, sería incapaz de vivir una existencia verdaderamente personal”. Si no experimentan deslumbramiento ante las realidades naturales y sobrenaturales, nuestros hijos vivirán una fe conductista, mecánica, que no resistirá al paso de los años.
Hoy vivimos en tiempos donde podríamos decir que cada quien vive y hace lo que bien le parece, pero nosotros como pueblo de Dios a veces empezamos a dejarnos ocupar por esa gran cantidad de quehaceres que, en efecto, nos mantienen ocupadas, pero que si no nos esforzamos en esa búsqueda íntima y profunda del Señor, vamos perdiendo el asombro y por tanto nuestro sentido de propósito en esta vida.
Creo que se nos dificulta en nuestros días, porque estamos llenos de quehaceres, de prisas, de actividades, y de «necesidades», que nos roban las fuerzas, el tiempo y muchas veces el gozo. Las mujeres que estamos sirviendo a otras hermanas no somos inmunes a este tipo de vida acelerada, atendiendo muchas demandas; las de nuestros hijos, esposos, los quehaceres de casa, trabajos fuera de casa y el ministerio. Cada uno requiere bastante dedicación. Aún así debemos detenernos y meditar sobre la etapa de vida en la que nos encontramos. Nos debemos detener y reconocer que, cualquiera que sea el ritmo que llevemos, si algo necesitamos es nutrirnos de esa vid verdadera que sustenta continuamente a sus pámpanos.
Ahora, ¿cómo hacemos para no desenfocarnos y perder el asombro ante la majestad de Dios?
El escritor A.W Tozer dice en su libro del Conocimiento del Dios Santo «La realidad más portentosa acerca de cualquier ser humano no es lo que él pueda decir o hacer en un momento dado, sino la forma en que concibe a Dios en lo más profundo del corazón».
Para nosotras como sus hijas, es vital que podamos tener un conocimiento profundo de nuestro Dios, aquel que nos ha adoptado como hijas, borrando nuestra culpa y otorgándonos vida eterna juntamente con Él para disfrutar de Él para siempre.
Quiero mencionar 3 elementos que veo esenciales en el conocimiento y también en la permanencia en Dios:
1. Permanecer en la Palabra: Nuestro tiempo de lectura y meditación de la Palabra es fundamental, aunque muchas veces vivimos tan apresuradamente que nos vamos acostumbrando a breves tiempos de lectura y de oración. Me llama la atención como varios personajes de la Biblia estudiaban las Escrituras y oraban, y eso iba muy de la mano con sus vidas en un genuino caminar con Dios.
Cuando permanecemos en la Palabra, una y otra vez somos llevados al evangelio y esto nos recuerda nuestra condición desde donde hemos sido rescatados, lo cual a su vez nos lleva a considerar la abundante misericordia de Dios, su inmenso e inagotable amor, y sentir en lo más profundo de nuestro ser como decía el apóstol Pablo «que el amor de Cristo nos constriñe, nos obliga…» Y es que deseamos ahora vivir para Él, para su Gloria, para agradarle. Nos lleva a decir como el salmista «el gozo del Señor es mi fortaleza».
Asombrarnos ante las maravillas del Evangelio es un signo de fe; es reconocer la mano del Señor en nuestra vida y en todo lo que nos rodea. Nuestro asombro también genera fortaleza espiritual; nos da la energía para seguir anclados en nuestra fe y participar en la obra de salvación.
A continuación enumero 36 milagros en la Biblia que nos llenan de asombro:
Los 36 milagros de Jesús registrados en la Biblia:
- Sanó a una mujer que hacía doce años que padecía de hemorragias – Mateo 9:20-21
- Curación de dos ciegos – Mateo 9:27-31
- Sanó a la hija endemoniada de una mujer cananea – Mateo 15:21-28
- Alimentó a una multitud con 7 panes y algunos pescados – Mateo 15:32-38
- Sacó una moneda de la boca de un pez para pagar los impuestos – Mateo 17:24-27
- Secó una higuera – Mateo 21:18-22
- Curación de otro ciego en Betsaida – Marcos 8:22-26
- Sanó a un hombre sordo y tartamudo – Marcos 7:31-37
- Expulsó un demonio de un hombre – Lucas 4:33-35
- Una pesca milagrosa y abundante que llenó dos barcos – Lucas 5:1-11
- Sanó a la suegra de Pedro – Lucas 4:38-39
- La sanidad de un leproso – Lucas 5:12-13
- Resucitó a la hija de Jairo – Lucas 8:41-56
- Sanó a otro paralítico – Lucas 5:17-25
- Calmó la tormenta – Lucas 8:22-25
- Curación de un hombre con la mano paralizada – Lucas 6:6-10
- Sanidad de un hombre poseído por muchos demonios – Lucas 8:27-35
- Sanidad de un muchacho poseído – Lucas 9:38-43
- Curación del siervo de un centurión – Lucas 7:1-10
- Expulsó de un hombre un demonio que lo había dejado mudo – Lucas 11:14
- Resucitó al hijo de una viuda – Lucas 7:11-15
- Restauró la oreja cortada de un siervo del sumo sacerdote – Lucas 22:50-51
- Sanó a un hombre con hidropesía (acumulación de líquido) – Lucas 14:1-6
- Supo con antelación y profetizó que Pedro lo negaría – Lucas 22:31-34
- Sanó a una mujer encorvada – Lucas 13:11-13
- La curación de 10 leprosos – Lucas 17:11-19
- Sanidad de un mendigo ciego en Jericó – Lucas 18:35-43
- Pesca milagrosa y abundante – Juan 21:1-11
- La resurrección de Lázaro – Juan 11:1-44
- Sanidad de un paralítico – Juan 5:1-9
- Alimentación de una multitud con 5 panes y 2 pescados – Juan 6:5-13
- Sanidad del hijo de un oficial del rey – Juan 4:46-54
- Caminó sobre el mar – Juan 6:19-21
- La sanidad de un ciego de nacimiento – Juan 9:1-41
- Cambió el agua en vino – Juan 2:1-11
- ¡Su resurrección! – Juan 20:1-7
2. Orar en todo tiempo: Ponerse mental y anímicamente ante la presencia de Dios, esta es esencial porque entre otras cosas, revela nuestra dependencia al Señor y nuestra gratitud a sus muchas bondades.
Cuando la gente contemplaba lo que Jesús hacía, la respuesta era de asombro y admiración: «Todos quedaron asombrados […] Estaban llenos de temor» (Lucas 5:26).
3. Tener comunión con los hermanos y edificarnos unos a otros: La vida en solitario del cristiano no existe, Jesús es el mayor de muchos hermanos. «Así nosotros, siendo muchos somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros»- Romanos 12:5. Así que necesitamos interaccionar con los demás, necesitamos de las vidas de los hermanos. Como mujeres necesitamos de esas amigas que son realmente como hermanas, que nos alientan, nos animan y nos desafían a ser más como Jesús, a buscar la santidad, a caminar con reverencia por la vida, recordándonos que servimos a un Dios, Santo, Santo, Santo.
Como escribió San Agustín «Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti». Y es así, nuestra alma tiene anhelos muy profundos de Dios, el problema es que, como el pueblo de Israel, empezamos a llenarnos de muchos otros ídolos que nos sacian temporal y superficialmente, ídolos que son como cisternas rotas, que no retienen agua.
La parábola del sembrador habla de la palabra que cae entre espinos. El terreno en el que cae la semilla hace referencia al corazón; se refiere a los engaños que hay en esta tierra, los brillos que ahogan la Palabra y la hacen infructuosa. Los seres humanos nos sentimos atraídos por el brillo, por el oro, por la plata, nos encanta ser deslumbrados, pero la gloria de Dios es mucho más atractiva que todo eso.
Pero para quedar extasiados por esa imagen de Dios que el hombre carnal no puede ver, como el fotógrafo, necesitamos apartarnos a lugares donde los brillos se opacan. Y así como esa imagen del fotógrafo no se capta en poco tiempo, sino que necesita de un tiempo prolongado para que la cámara vaya formando esa imagen poco a poco, así nosotros necesitamos contemplar la Palabra hasta que la imagen de Cristo sea reflejada en nosotros.
Ese contemplar no es un proceso automático de leer, memorizar o entender intelectualmente la Palabra, sino que significa exponernos a ella, hasta que esta Palabra atraviese lo más profundo de nuestro ser, hasta tener la certeza de que hemos tenido un encuentro con Él. Esto implica tiempo, esfuerzo intelectual, humildad y un corazón apasionado por su Señor porque El nos asombra.
El Papa Francisco refiriéndose al Evangelio de san Marcos, que relata el momento en que Jesús enseñaba en la sinagoga de Nazaret y la gente local estaba asombrada porque pensaban que lo conocían, afirma: “Ellos conocen a Jesús, pero no lo reconocen”. “Hay diferencia entre conocer y reconocer”.
La gente lo hace todo el tiempo, dijo. Pueden saber cosas sobre alguien, encontrarse con él de vez en cuando y formar una opinión.
Pero ese conocimiento ordinario y “superficial” tiene poco que ver con el reconocimiento de la singularidad de una persona. “Todos corremos este riesgo: creemos que sabemos mucho sobre una persona, peor aún, usamos etiquetas y cerramos a la persona dentro de nuestros propios prejuicios”, dijo.
La gente corre el mismo riesgo con Dios, dijo el papa Francisco.
Sabiendo mucho de Jesús, piensan que “basta con repetir las mismas cosas de siempre”, dijo. Pero “esto no basta con Dios. Pero sin apertura a la novedad y, sobre todo —escuchad bien— apertura a las sorpresas de Dios, sin asombro, la fe se convierte en una letanía cansada que lentamente se apaga y se convierte en una costumbre, una costumbre social”.
Una de esas sorpresas, un hecho que ha escandalizado y escandaliza a la gente, es la “encarnación de Dios, su concreción, su ‘cotidianidad’ “, como ser humano, dijo el papa.
“Dios se ha hecho concreto en un hombre, Jesús de Nazaret, se ha hecho compañero de camino, se ha hecho uno de nosotros”, dijo.
“‘Tú eres uno de nosotros’: decirlo a Jesús, ¡es una bonita oración!” Dijo. “Y porque es uno de nosotros nos entiende, nos acompaña, nos perdona, nos ama mucho”.
A veces, dijo el papa, la gente busca “un dios abstracto, distante, que no se entromete en las situaciones y que acepta una fe lejana de la vida, de los problemas, de la sociedad. O nos gusta creer en un dios ‘de efectos especiales’ que hace solo cosas excepcionales y da siempre grandes emociones”.
“Sin embargo, queridos hermanos y hermanas, Dios se ha encarnado: Dios es humilde, Dios es tierno, Dios está escondido, se hace cercano a nosotros habitando la normalidad de nuestra vida cotidiana”, dijo.
Una de las actitudes de María en la escena de su diálogo con el ángel Gabriel es el asombro. María quedó asombrada, no solo porque no conociera varón, sino por la propuesta sublime de ser la madre del Hijo de Dios. Este asombro de María lo podemos traducir por “escalofrío”. El Papa Francisco suele utilizar palabras singulares, cercanas, tomadas del lenguaje popular y no tanto del lenguaje religioso tradicional. Pues bien, el pasado 16 de septiembre, dirigiéndose a un grupo de obispos les habló del escalofrío. Del escalofrío que todo cristiano siente al caer en la cuenta y experimentar que todo un Dios le ama de manera entrañable, incondicional y para siempre. El Papa pedía a los obispos que no tratasen de domesticar este escalofrío, de vaciarlo de su poder desestabilizante, que dejasen que ese escalofrío siguiese recorriendo toda su persona y que no lo eliminasen ni silenciasen.
María se asombró ante la propuesta del ángel. Experimentó ese escalofrío del que nos habla el Papa. Un escalofrío que nacía del sublime papel para el que era elegida por el mismo Dios, que demostraba el inmenso amor que le tenía y la confianza que depositaba en ella. María, cómo no, reaccionó con profundo agradecimiento y con un sí rotundo. “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.
María, como buena madre nuestra, nos anima a que sigamos su ejemplo. Que sigamos asombrándonos ante todo lo que Dios ha hecho y sigue haciendo por nosotros, resumido en el gran amor que nos tiene, demostrado ampliamente en el regalo de su Hijo a toda la humanidad. Nos pide que ese escalofrío con el que nos ha “herido” nuestro Dios no lo domestiquemos, no lo eliminemos, no lo silenciemos, que dejemos que nos siga desestabilizando, descentrándonos para poner nuestro centro en Dios y en los hermanos, en el amor.
Anselm Grüm, monje benedictino alemán, experimentado maestro espiritual y gran conocedor, en su libro El Asombro, nos indica que en medio de la vida, en medio de lo cotidiano, puede manifestarse lo maravilloso. Solo tenemos que aprender a ver la vida de una forma nueva. Las cosas tan ordinarias como una mesa, un trozo de pan, un árbol…pueden llegar a cargarse de significado. Nos invita a liberar la mirada para resaltar el valor de lo ordinario, y desde ahí a transformar nuestra vida diaria. Toda una escuela del asombro y, con ello, un camino hacia el sentido y la belleza en medio de la vida diaria.
Desarrollemos cada día de la mano de nuestra Madre la capacidad de asombro como la tienen los niños y hagamos de cada día que las cosas ordinarias sean asombrosamente extraordinarias.
Canción
Bibliografía:
https://www.subiblia.com/milagros-mas-conocidos-jesus/
https://lamenteesmaravillosa.com/la-habilidad-de-sentir-asombro/
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/7-10-2016/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Enero 2023.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.