https://youtu.be/K3VAA-7Jaio
- Apoc 5, 1-10
- Sal 149
- Lc 19, 41-44
Hoy la liturgia nos exhorta a bendecir al Señor pues El nos sigue mostrando su Amor y Misericordia cada día.
En la primera lectura, con el lenguaje apocalíptico que lo caracteriza, nos enseña de la respuesta que da Dios a un mundo atravesado por el mal, la desesperanza, la injusticia, la muerte… El de entonces y el de todos los tiempos.
En el texto de hoy, nos habla de ese libro y esos sellos (significan en el lenguaje de la Biblia, hacer válidas en el cielo las ordenanzas que se efectúan por la autoridad del sacerdocio en la tierra. Las ordenanzas quedan selladas cuando reciben la aprobación del Santo Espíritu de la promesa, o sea, el Espíritu Santo)
Ese libro y ese sello que se deben ver al abrir el libro y ver su contenido y como al buscar alguien digno de hacerlo, ve un Cordero ( que es Jesucristo) de pie mostrando las señales de haber sido sacrificado, que no es otra cosa sino Jesus Resucitado que con su Pasión, Cruz y Resurrección, nos dio la Salvación a todos: “con su sangre compraste para Dios hombres de todas las razas y lenguas, de todos los pueblos y naciones”, pero también nos dio una misión: “con ello has constituido un reino de sacerdotes, que servirán a nuestro Dios y reinarán sobre la tierra”.
Y es que parecería que no nos hemos dado cuenta, que somos propiedad de Dios y que toda nuestra vida tiene como único propósito el servir a Dios y ordenar la tierra, construir en ella el Reino de Dios, justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Piensa por un momento, como diría san Agustín: “¡Cristiano!, ¿quién eres?” Si realmente eres propiedad de Jesús, deja que él gobierne tu vida, dale gloria como Dios y construye el Reino en medio de tu comunidad.
Y en el evangelio Sa Lucas, nos habla como Jesús, al contemplar a Jerusalén, que somos todos nosotros, llora porque sabía las consecuencias que, su pueblo, tendríamos que afrontar al no aceptarlo como Hijos de Dios. Hoy vemos como muchos continuamos ignorándolo y desperdiciando las oportunidades que El nos da, para recibirlo en La Eucaristía y con El la Salvación.
Nos viene muy bien contemplar en nuestra oración a Cristo derramando lágrimas. Él mismo había dicho: «Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados». Cristo no es de piedra, y ante el mal del mundo se necesita llorar. Él llora por los que miramos a otro lado para no ver las injusticias de nuestro alrededor. Él llora por todos los que derraman lágrimas en la soledad sin que nadie les consuele. Él llora por todos aquellos a los que ni se les ha dado tiempo de llorar.
Afirma el Papa Francisco “Jesús llora, porque hemos elegido el camino de la guerra, el camino del odio, el camino de la hostilidad… El mundo no ha comprendido el camino de la paz… Será bueno que también nosotros pidamos la gracia de llorar por este mundo que no reconoce el camino de la paz, que vive para hacer la guerra… “
¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz!». A Jesús le duele el pecado de los hombres. Le duele la obstinación de tantos corazones que se resisten y se resistirán a su venida. Le duele porque Él vino al mundo para salvarlo y conducirlo a la paz, pero los hombres lo rechazamos: «vino a los suyos, y los suyos no le recibieron». Jesús sufrió un rechazo total, porque no queremos su paz, su libertad, su salvación.
Él tiene entrañas de misericordia, y por eso se compadece de nosotros, se estremece en todo su ser y llora. Derrama lágrimas por Jerusalén y sus habitantes, pero sobre todo vierte sus lágrimas por cada uno de nosotros. Nosotros, como los judíos, como tantos y tantos, nos resistimos a su venida. Rechazamos su Cruz, ignoramos su inmenso Amor manifestado hasta el extremo.
En el fondo de nuestro corazón, le hemos dicho tantas veces: “Has muerto por mí, y no me importa”. Por eso Jesús, hombre como nosotros, llora. Nosotros cuando lloremos, acordémonos de que Él también lloró. Y lloró por ti porque no reconociste el momento de su venida. Verdaderamente, no hay más ciego que el que no quiere ver. Podemos abrir los ojos como Jesús y contemplar nuestra Jerusalén: familias que se rompen, niños que son asesinados en el vientre materno, países en guerra, cientos de miles de personas que no tienen donde refugiarse, unos con tanto y otros con tan poco, enemistades, rivalidades, imposiciones e intolerancias de todo, persecuciones crudelísimas de cristianos, odios, rencores… Nosotros también tenemos ojos, como Jesús. Y tenemos corazón. Acompañemos a Cristo en su dolor, en su oración, en sus lágrimas. Consolemos a ese Corazón sacratísimo que sigue sangrando por todo el mal del mundo. Dile en tu oración –y con tus obras: “Has muerto por mí, y a mí sí que me importa”. Y como nos invita la Palabra de Vida de este mes seamos Misericordiosos.
Bibliografía:
- Folleto La Misa de Cada Día
- PíldorasdeFe.com
- https://www.google.co.cr/search?q=que+significa+el+libro+con+los+7+sellos&ie=UTF-8&oe=UTF-8&hl=es-cr&client=safari
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2022/11/17/mira-a-un-jesus-que-llora-y-llora-por-ti/
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/
Palabra de Vida Mes de Noviembre 2022
“Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.” (Mateo 5, 7) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Noviembre 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.