https://youtu.be/SYHR3nvvfrM?si=4s2THWbRwm9wlnXd
- 1 Jn 2, 22-28
- Sal 97
- Jn 1, 19-18
Hoy la liturgia nos invita a permanecer en el Amor de aquel a quien Juan el Bautista describe como “alguien a quien no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias”.
En el texto de la primera lectura, San Juan nos habla de “permanecer en El, para que, cuando El se manifieste, tengamos plena confianza…” No es casualidad que hasta en seis ocasiones aparece este verbo en este texto. Se nos dice que permanezca en nosotros lo que hemos oído desde el principio para que permanezcamos en el Hijo y en el Padre. También se nos dice que la unción recibida permanece en nosotros y por eso nos enseña acerca de todos las cosas para que permanezcamos en Él y así, un día cuando Él venga y se manifieste, tengamos plena confianza en su venida.
Permanecer, esta es la esencia de la fe. Es un permanecer en el otro, en aquel en quien creo. Es más que un conocimiento, aunque lo incluya; es una vida que se recibe gratuitamente, pero en la que se permanece voluntariamente. Por eso permanecer es no solo un regalo del cielo, un don, sino también algo que nos implica en nuestra libertad, una tarea. Ejemplo de permanencia fue Juan, el precursor, que cumplió su misión de preparar en el desierto un camino para el pueblo, él era la voz que clamaba, pero no era la palabra que salvaba. Ahí le tocaba la difícil tarea de ir por delante de algo que aún no sabía manifestado, anunciándolo presente porque estaba presente, aunque los hombres no lo reconocían.
Nosotros hoy en el recién inaugurado nuevo año 2024 escuchamos estas palabras y percibimos la magnitud, la grandeza del regalo que hemos recibido en Jesús, el Cristo. Aquel que “ungido por el Espíritu Santo” se convertirá, glorificado y sentado a la diestra del Padre, en “el dador del Espíritu”. Es la unción que hemos recibido en el bautismo y los demás sacramentos y que permanece en nosotros, esa unción que nos enseña todo sobre todas las cosas, que nos conduce a nosotros a la verdad plena y que nos pide permanecer libre y amorosamente en ella, permanecer libre y amorosamente en Cristo, sin temor a las pruebas y persecuciones, incluso como Juan, el Bautista, sin rehuir la pasión y la muerte, por confesar a Jesús, como el Mesías, el Señor, el que ha venido al mundo para salvarnos.
Nos explica el Papa Francisco que “el Evangelio nos habla del encuentro de María e Isabel, cuando Juan bailó de alegría en el vientre de Isabel. Eran primos. Quizá se han encontrado después algunas veces. Y ese encuentro ha llenado de alegría, de tanta alegría el corazón de Juan y lo ha transformado en discípulo. Juan es el hombre que anuncia a Jesucristo, que no se pone en el sitio de Jesucristo y que sigue el camino de Jesucristo.
Nos hará bien hoy, a nosotros, preguntarnos sobre nuestro discipulado: ¿anunciamos a Jesucristo? ¿Aprovechamos o no aprovechamos nuestra condición de cristianos como si fuera un privilegio? Juan no se apoderó de la profecía. ¿Vamos sobre el camino de Jesucristo? ¿El camino de la humillación, de la humildad, del abajamiento, del servicio? Y si nosotros encontramos que no estamos parados en esto, preguntarnos: ‘¿Pero cuándo ha sido mi encuentro con Jesucristo, ese encuentro me llenó de alegría?’ Y volver al encuentro, volver a la primera Galilea del encuentro. ¡Todos nosotros tenemos una! ¡Volver a encontrarla! Reencontrarnos con el Señor e ir adelante sobre este camino tan bello, en el cual Él debe crecer y nosotros disminuir.”
El Apóstol San Juan afirma que es mentiroso quien niega a Jesucristo y dice: “ese es el anticristo” Y he aquí que debemos cuestionarnos, pues muchas veces, nuestra limitada información nos ha llevado a pensar que el anticristo, es un personaje del futuro que se manifestará en los momentos del apocalipsis. A tal grado tenemos esta información que no hablamos de los anticristos, sino del Anticristo. Lo cierto es que negar a Jesús su dignidad de enviado de Dios para hacernos volver al Padre, como tantas veces lo hacemos, nos convierte en anticristos, y por lo tanto, en mentirosos, como nos lo afirma San Juan en este pasaje.
Pero así como esta es la mentira por excelencia, la verdad por antonomasia es reconocer a Jesús como Señor y para ello, Dios nos ha dado al Espíritu Santo, que es quien nos lleva a la convicción y a la confesión del señorío de Jesús y reconocerlo como enviado del Padre para nuestra propia salvación. La docilidad al Espíritu Santo nos garantiza la fidelidad al evangelio de Jesús y por tanto, nuestra intimidad con Dios.
Una frase del salmo comienza a dar luz a las lecturas del día de hoy: «Cantad al Señor un cántico nuevo»; después de la celebración del tiempo del adviento y de la gran solemnidad de la Natividad del Señor, no se entiende nuestra vida sin haber dejado atrás la desgana, rutina y no revestirnos del traje nuevo, del amor, que nos trae Jesucristo.
La Oración de los Fieles nos exhorta a creer en La Palabra y el Movimiento Los Focolares nos invita este mes a practicar este versículo como Palabra de Vida: “Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo;”nos da las luces necesarias para llevara a cabo esta misión que el Señor nos encomienda.
Chiara Lubich, su fundadora, nos explica que “si nosotros permanecemos indiferentes o resignados frente a la necesidad de nuestro prójimo, tanto en el plano material como de los bienes espirituales, no podemos decir que amamos al prójimo como a nosotros mismos. No podemos decir que lo amamos como lo hizo Jesús. En una comunidad que quiera inspirarse en el amor que nos enseñó Jesús, no puede haber lugar para las desigualdades, los desequilibrios, las marginaciones, las desatenciones. Mientras veamos como a un extraño a nuestro prójimo, alguien que molesta nuestra tranquilidad, que incomoda nuestros proyectos, no podremos decir que amamos a Dios con todo nuestro corazón”
Al despertar nuestros corazones, comprenderemos que debemos permanecer en Aquel que se ha hecho carne, en aquel que se ha donado hasta el extremo.
Esa donación no es otra cosa que el amor trinitario de Dios que se desborda hacia la humanidad doliente. Ese amor se hace visible, palpable, realidad, en el Hijo, en su encarnación. «Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16) Un derroche de amor el del Padre, continuo, sin fisuras, que nos hace que entremos en una esfera de relación en el amor divino. Como se aman las tres personas de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, comunión de amor, hace posible que las criaturas nos podamos abrir a la acción de ese amor nos introduce mediante la fe en la aceptación y en el permanecer trinitario.
Fuentes:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.focolare.org/conosur/news/2023/12/31/palabra-de-vida-enero-2024/
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/index.php?i=02-01-2024
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2024/01/02/permanecer/
- https://es.catholic.net/op/articulos/11771/cat/504/primer-testimonio-de-juan.html#modal
Palabra de Vida Mes de Enero 2024. “Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo.” (Lucas 10, 27) https://www.focolare.org/conosur/news/2023/12/31/palabra-de-vida-enero-2024/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Enero 2024.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.