La liturgia de hoy, nos debe motivar, no sólo a terminar un año más, sino a iniciar con nuevos bríos este año en el que con la ayuda de nuestro testimonio haremos ver al mundo que la paz y la justicia triunfarán y que la victoria pertenece sólo a Jesús, el Señor. Somos seres limitados, hemos venido para amar y servir, solo Cristo nos sustenta y nos asegura una vida más allá de la muerte.

Estamos por introducirnos en el tiempo de Adviento: tiempo de espera de alguien que está por llegar: es Cristo el Señor que se acerca siempre más a nosotros, día tras día, y que viene a introducirnos finalmente en la plenitud de su comunión y de su paz. Pongan atención, y levanten la cabeza, porque esta por llegar el tiempo de la liberación.

Ante las dificultades y persecuciones que vamos a experimentar por cumplir nuestra misión como cristianos de anunciar a tiempo y destiempo, el Señor nos promete: “si se mantienen firmes, conseguirán la vida”. Hoy día de la Medalla Milagrosa pidámosle que sus rayos lleguen hasta nosotros y su Hijo derrame sobre nosotros las Gracias necesarias para perseverar. 

Dios anuncia La Paz a su pueblo, a todos sus amigos y a cuantos se convierten a El de corazón, vivamos la perseverancia, la paciencia y en la confianza absoluta en Dios, desechando los apegos y los miedos.

La fidelidad adquiere grandeza, para nosotros, cuando, en medio de las  dificultades, la fe se mantiene incólume. Los pobres pueden enseñarnos mucho sobre la humildad y la confianza en Dios