Hago esto porque Jessica me decía que escribiera sobre mis experiencias con otras personas, y entonces, en honor a su pedido hoy les comparto esta reflexión.
Hace un mes de la partida hacia el gozo de la Gloria eterna de mi querida sobrina Jéssica. Mujer valiosa por dentro, con una luz en su mirada que nos llenaba a todos y unos abrazos que nos daba de esos que se dan a las personas que amamos y tenemos años de no verla aunque tan solo hubiera pasado un día sin vernos.
De la noche a la mañana se enfermó y se puso mal y aunque ella decidió ser una guerrera, decidió este 20 de abril aceptar la maravillosa invitación que el Señor en su infinita Misericordia le hacía, ese domingo en que los Católicos celebramos el Día de la Divina Misericordia.
En el corto tiempo que la tuvimos con nosotros, 33 años aprendió tanto, fue como una esponja de conocimiento y todo esto lo dejó en nuestros corazones.
Tuve la dicha de ser su compañera de camino y he de contarles algunas de las grandes experiencias que compartimos:
1. Soltar el Control
Las dos vivimos gran parte de nuestra vida buscando tener el control de todo lo nos importaba: familia, amigos, todo lo académico, trabajo, relaciones interpersonales… creyendo que así siempre todo iba a estar bien, “si tenemos el control y todo lo hademos bien, todo y todos iban a estar bien”.
Así vivimos “arreglando” todo, “cuidando” a todos, “guiando” a todos… hasta que un día, en la vida de cada una de nosotros, se nos presentaron situaciones en las que, por más que nos esforzábamos, no teníamos control… después de la frustración y el desgaste emocional y físico que esto significó, nos dimos cuenta de que la necesidad de control era pura inseguridad .
Fue cuando, compartíamos ella y yo, entendimos que debíamos dejar las cosas en la mano de Dios. Que El quería que le dejáramos el control de las cosas, que teníamos que aprender a soltar y a confiar en El; les confieso es mi lucha diaria todavía Jéssica ya lo logró.
El día de su Sí a Dios, no pedí controlar o entender (quienes me conocen saben que yo soy el tipo de persona que todo lo quiere saber, entender y comprender), ese día le pedí a Dios ACEPTACIÓN para no cuestionar nada y FUERZA para poder enfrentar lo que viniera. y DIOS me escuchó y me dio todo lo que le pedí.
2. Paciencia. Si hay algo que Jessica me enseñó es aprender era a tener paciencia… en mi vida llena de control y estructuras perfectas, no había cabida para “esperar”.
Es muy interesante, porque este entrenamiento emocional (es como ir al gimnasio pero del alma), hace que después de un tiempo uno pueda darse cuenta de que la impaciencia es el resultado de una adicción (a controlarlo todo), es una forma de ansiedad, es una especie de síndrome de abstinencia, que nos roba la paz.
Ella me mostró en el camino que ser paciente significa aprender a vivir en paz, sabiendo que todo va a estar bien, porque Dios es Bueno… un día de estos vino a mí una frase que me dijo una sabia mujer que me dijo hace algunos años mientras ella cuidaba a su hija y yo a mi suegra: “Dios a veces nos parece lento porque es el ser más viejo que conocemos, pero Dios es PERFECTO porque es el ser más sabio que conocemos.
3. Reconocer nuestros límites.
Este fue uno de los aprendizajes más duros, al menos, para mí hasta el día de hoy, con mis antecedentes pues no es tan complicado entenderlo… Yo no tenía la humildad que necesitaba para aceptar que hay situaciones y momentos que me superan, yo no sabía decir: “no puedo”.
Y esto no por creerme mejor que nadie, realmente creo que nuestro móvil estaba en creer que si no nos esforzábamos más, no íbamos a poder cumplir con las expectativas de los demás y entonces no nos iban a querer como queríamos que nos quisieran. Pero resulta que no es así.
Entonces decidimos que sí, que nos íbamos a esforzar mucho porque llegamos a la firme convicción que todos los días uno tiene que tratar de ser la mejor versión de sí mismo.
Aprendimos que ser una persona humilde significa poder caerse y no tratar de ocultarlo, poder llorar sin ser débil, pedir ayuda cuando hace falta; significa también confiar, significa dejarse chinear de verdad, significa apoyarse en otras personas sin miedo. Pero sobre todo, significa poder hablar con Dios de rodillas y confesarle que no sé qué hacer, que necesito ayuda y pedirle que me abrace más fuerte; y entonces recibir esa fuerza que no es humana, sino que viene únicamente de Él.
4. Aprendimos a hablarle a la montaña de tu Dios, no le hables a Dios de tu montaña.
Aprendimos que el miedo es más complejo y que es una de esas cáscaras de banano que de repente aparecen por ahí para hacernos caer, para hacernos dudar, y por eso, hay que bloquear inmediatamente los sentimientos feos como el miedo. ¿Sabían que en la Biblia aparece 365 veces la frase “no tengas miedo”?
Entonces aprendimos a tener confort en las palabras de Dios “no tengas miedo”, y en lugar de sufrir, hablar con Dios y pedirle tiempo para vivirlo juntos, y que nos guíe para disfrutar cada segundo de nuestra historia de vida.
5. Aprendimos que existir no es lo mismo que subsistir. Aprendí a sentir más, a decir lo que siento sin contenerme. Aprendí a vivir con GRATITUD.
Aprendimos que la vida siempre ha sido un regalo de Dios, es algo que habíamos experimentado desde lo más profundo de nuestro corazón. Sin embargo, nos dimos cuenta que hay detalles en ella muy determinantes:
• Vivir en el futuro es desperdiciar el hoy. No estar ansiosas pensando en lo que iba a suceder más adelante. Comentábamos como al ser pequeñas, desear ser “grande” para poder hacer “cosas de grandes”; en la escuela pensar en el cole, y así, comenzar a vivir planificando en función de objetivos y eficiencia, aunque sin arrepentirnos de lo vivido, aprendimos a disfrutar el día a día y organizando mejor nuestras prioridades.
• Consciencia. Aprendimos a ser consciente de la vida, y comentábamos como esto hace que absolutamente todo sea mucho más lindo, que uno sienta la necesidad de agradecerle a Dios por todo, todo el día. Los colores vibran más, los rayos del sol brillan más, respirar profundo es delicioso, los momentos con la gente que uno ama, son tesoros y no hay que esperar a ver fotos varios años después para darse cuenta. Una experiencia de este tipo es una bendición porque nos regala la oportunidad de disfrutar verdaderamente de la vida, de la gente, del amor, de las lágrimas, de la risa, de las caídas y el chance de levantarse.
6. Aprendimos que ser feliz, que vivir de verdad, que enfrentar cada día con una sonrisa, es una decisión que hace que todo mejore
Aprendimos que la vida no siempre es fácil, no siempre hay risas y sorpresas bonitas. Además, la vida no se trata de lo que uno quiere, sino de lo que uno necesita. Por eso hay que vivir situaciones difíciles, de nuevo, es como entrenar en el gimnasio, hay ejercicios que no nos gustan porque son muy cansados o duelen, pero al pasar el tiempo, al ver los avances en nuestras capacidades y habilidades, nos ponemos felices. Así es la vida… uno no puede elegir “el ejercicio” que nos toca hacer, pero podemos decidir cómo ejecutarlo, cómo vivirlo.
Entendimos que uno decide cómo quiere vivir la vida. Uno no decide si una medicina o un tratamiento nos va a hacer sentir malitos un rato, pero uno decide cómo enfrentar a realidad. Uno no decide muchas cosas, pero tenemos el poder de decidir muchísimas y una de ellas es que uno decide cómo vivir cada día. Para los momentos duros, no dejarnos caer en un hueco profundo, no tenernos lástima, no dudar de Dios, pero sí permitirnos sentir lo que se siente, desahogarse y me volver a levantarnos.
7. Dios
Nos dimos cuenta que necesitábamos estar mucho más cerca de Él, que necesitábamos aprender a hablarle, a sentirlo, a escucharlo. Entendimos lo que significa la paz de Dios, confiar en Él sin dudar, el poder sanador de la Fe, la inmensidad de su Amor.
Que cuando sentíamos que ya no podemos, lo que debemos repetirnos es: “todo lo puedo en Cristo que me fortalece” y así lograr seguir adelante, gracias a Dios.
Entonces, aprendimos que Dios es todo, que es cierto que Dios es bueno, que Su plan es perfecto…, que cuando uno aprende a entregarle todo a Dios, ya no hay por qué preocuparse, aprendímos a vivir y reconocer las maravillas de Dios en cada segundo.
Gracias por tanto aprendizaje, siempre habrá un lugar en mi corazón para vos…
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Mayo 2020
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.