Del libro de Paul Young. La Cabaña. Reflexiones para cada dia del año; “Es verdad, hasta cierto punto, que todos los padres aman a sus hijos -respondió ella, ignorando la segunda pregunta de Mack-. Pero algunos de ellos están demasiado destrozados para amarlos como deberían, y otras apenas pueden amarlos siquiera.
Como bien menciona la Dra. Webb, la infancia temprana o niñez debe servir como un campo de entrenamiento emocional. Nuestras primeras experiencias con nuestras madres y padres nos sirven como una guía de cómo se debe ver una relación. En los mejores casos, nuestra relación con nuestras madres y padres pueden ser un modelo sano de relaciones, uno en el que:
- Le damos importancia a nuestras emociones
- Sabes cómo nombrarlas
- Nos sentimos valorados/as e importantes
- Nos sentimos escuchados/as
En otros casos, lastimosamente más frecuentes de lo que nos gustaría que existiesen, esa misma relación puede ser un modelo poco sano de relaciones. Uno en el que:
- No nos hemos sentido ni nos sentimos escuchados/as ni valorados/as
- No percibimos empatía ni entendimiento por parte de nuestros cuidadores primariios.
- No nos hemos sentido ni nos sentimos apoyados/as emocionalmente para tomar decisiones
- No nos hemos sentido ni nos sentimos aceptados y amados por quienes somos.
La historia se repite y los padres son vulnerables de pasar patrones poco saludables de su pasado a sus hijos. Encontrar sentido a nuestro pasado, aunque haya sido doloroso, puede liberarnos de esa situación casi predecible en la que recreamos con ellos el daño que nos fue hecho en nuestra propia infancia.
Continua Paul Young. “Como la mayoría, no deje la infancia ileso. Lo que hice con mi heridas ha determinado gran parte de mi existencia. Pero se que debo perdonar y honrar la bondad recibida o me condenaré a unirme en el resentimiento y el arrepentimiento.’
Que alguien te lastime, en especial, alguien que amas y en quien confías, puede provocar ira, tristeza y confusión. Si te detienes en acontecimientos o situaciones dolorosos, el rencor con el resentimiento, la venganza y la hostilidad pueden aferrarse a ti. Si permites que los sentimientos negativos desplacen a los positivos, es posible que tu propio resentimiento o tu sentido de injusticia te consuman.
Algunas personas son por naturaleza más tolerantes que otras. No obstante, casi cualquier persona puede aprender a ser más tolerante, incluso los rencorosos.
Lo bueno es que siempre podemos sanar las heridas de la infancia que le dieron forma a cómo nos relacionamos con los demás. Debemos aprovechar la capacidad que tiene nuestro sistema nervioso para el proceso de sanación, para abrirnos a formas más saludables de relacionarnos con los demás y conmigo mismo, misma. Y si hay hijos, estar entonces liberándolos de esos patrones poco saludables para escribir una nueva historia.
Algunas personas son por naturaleza más tolerantes que otras. No obstante, casi cualquier persona puede aprender a ser más tolerante, incluso los rencorosos
Dice el libro la Cabaña; “ Eres sabio en las formas del amor verdadero, Mackenzie. Muchos creen que el amor crece, pero el que crece es el conocimiento, y el amor simplemente se expande para contenerlo. El amor es solo la piel del conocimieneto.
Puedo encapricharse, amarme a través de alguien, de algo o de una fantasía, nada de lo cual es amor en absoluto, porque “conocer” destruye esas ilusiones. Quiero ser conocido tal como soy, y amado de verdad para poder conocer y amar. Tu me conoces. Tu me amas.
Yo creo que uno no nace amando, sino que aprende a amar.
Nadie en la vida tiene la responsabilidad de completar lo que nos falta. Por eso preferir en vez de necesitar tiene como consecuencia directa otorgarle más valor a la persona que queremos, pues la valoraremos por quién es y no por lo que nos aporta.
La resolución de este punto está muy ligada al primero; es decir, necesitamos trabajamos y nos cuidamos a nosotros mismos para no caer en la “necesidad” de que alguien tape nuestras heridas y elimine nuestras carencias.
El nos conoce Jeremías 1, 5 “Antes que yo te formara en el seno materno, te conocí…”
Cuando nos presentamos ante Dios no es necesario arreglarnos bien, completar los papeles, usar de maquillaje, pues Dios no mira el parecer, ni lo grande de nuestra estatura, Dios no mira lo que mira el hombre, Dios mira el corazón: «Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios» (Salmo 51:17).
No tengas miedo de presentarte delante de Dios si eres bueno o no, has fallado o no, te has equivocado o no, cometiste un pecado grosero o no, porque Dios nos acepta y nos ama tal cual somos para darnos esperanza, sanidad y libertad en Él. Para levantarnos de lo bajo y ponernos en alto. 1 Jn 4, 16 ‘Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él”
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Febrero 2020
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.