Voy a ser su refugio seguro en la vida, y sobre todo en la hora de la muerte”.
“Uno de los soldados abrió el costado de Jesús con una lanza, y al instante salió sangre y agua.” (Juan 19,34)
El costado de Cristo se abrió para demostrar que la Divina Providencia quiso que todos los hombres encontrasen en su Corazón Divino un refugio seguro contra los enemigos de nuestra salvación. En su Corazón podemos encontrar protección, fuerza en nuestra fragilidad, la perseverancia en nuestra inconstancia, refugio seguro en los peligros, fatigas de la vida y en la hora de la muerte.
Jesús dijo: “Al que a mí viene, no lo rechazo” (Juan 6:37). Por esta razón Él vino a la tierra: “a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). No importa lo que hayas hecho, Jesús todavía quiere que vengas a Él. Dijo más: “No he venido a llamar a justos sino a pecadores para que se arrepientan” (Lucas 5:32).
El rechazo significa no aceptarlo, discriminarlo, negar la entrada, despedirlo, cerrar la puerta, rechazar a alguien. Nunca en la biblia se registra que Jesús rechazo a alguien que se le acerco; mas nunca lo hubo, ni lo habrá; ninguno de los condenados podrá decir jamás “Vine a Jesús y me rechazo” . Por tanto acerquémonos a El con todos nuestros males, y de una cosa si podremos estar seguros: jamás nos negara la entrada; Este a los pecadores recibe, le decían los fariseos,(Lucas 15:2) pues El vino a sanar y llamar a los enfermos y pecadores, al arrepentimiento, y no a los justos.(Lucas 5:32)
Jesús vino a llamar a los pecadores al “arrepentimiento”. Lucas usa el termino “metanoia” (del griego μετανοῖεν, metanoien, cambiar de opinión, arrepentirse, o de meta, más allá y nous, de la mente). El arrepentimiento es un cambio de mentalidad respecto que el hombre no es bueno sino que es pecador.
Su pecado le lleva a la condenación y separación eterna de Dios. El ser humano recibe la limpieza espiritual, y la vida eterna al reconocer su pecado, pedir perdón a Dios y confiar en el sacrificio de Jesucristo en la Cruz del Calvario por sus pecados.
La vida es un tiempo para crecer, vivir por la fe, alcanzar la felicidad y prepararse para regresar a vivir con Dios.
Muchos de nosotros nos preguntamos qué sucede después de morir. Algunos creen que dejamos de existir, mientras que otros creen en un cielo y un infierno. Las Escrituras nos dicen que vivíamos antes de venir a la tierra y que, debido a que Jesús venció la muerte, seguiremos viviendo después de morir.
Conocer el plan de Dios y que la muerte es parte de él, nos ayuda a sentir consuelo y paz; la muerte no es el final.
Nuestra cultura occidental ha llegado a valorar que la buena muerte es aquella que tiene lugar sin que el que la padece se de cuenta de lo que está ocurriendo. La fe nos dice lo contrario: la enfermedad y la agonía son una ocasión de gracia para preparar el Encuentro; son uno de los momentos cumbres de nuestra vida. El vigor físico decae muy pronto, la agilidad psicológica entra en declive un poco más tarde, pero la salud espiritual alcanza en la agonía su corona. ¡Jesús, José y María, asistidle en su agonía!
El Papa Juan Pablo II, predicó mucho, muchísimo, a lo largo de todo su pontificado; tanto con su palabra como con el testimonio de su vida. ¿Qué le quedaba por trasmitirnos? Pues sí, le quedaba algo sumamente importante: el testimonio de la buena muerte. El Papa, padre solícito, convierte su muerte en una lección inolvidable para sus hijos: aprender a morir. El Papa Juan Pablo II, hizo suyas las palabras de San Pablo: “Muy gustosamente me gastaré y me desgastaré por vosotros. ¿O acaso porque os ame yo más, vais a amarme vosotros menos?” (2Cor 12, 15).
Qué premio tan hermoso te ha reservado el Sagrado Corazón! Es el momento en que el solo pensamiento hace estremecerse: el momento de la muerte. Ante este pensamiento, el hombre tiembla, se agita; sin embargo, debe afrontarlo con amor y con la esperanza puesta en la misericordia de Dios.
Jesús te sonríe y quiere asegurarte la muerte santa, la muerte del justo. Entre las promesas que hizo a Santa Margarita María quiere recordar este punto: “Mi corazón será para todos mis devotos el seguro asilo en vida y especialmente en el momento de la muerte“.
Si quieres, pues, afrontar la muerte con la calma del justo, trata de creer en en Jesús, de vivir en Jesús. Entonces será cuando Él te dirá estas dulces palabras: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.
Oremos:
Oh misericordioso Jesús, abrasado en ardiente amor de las almas!
Te suplico por las agonías de tu sacratísimo Corazón y por los
dolores de tu inmaculada Madre, que laves con tu sangre a todos los
pecadores de la tierra que estén ahora en la agonía y tienen que
morir hoy. Amén.
Y como nos enseñó Sor Evelia repitamos cada día para tener una buena muerte: Quiero vivir saludable, quiero morir saludable y quiero ir directo a la Casa del Padre. Así es y así será.
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Junio 2021
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.