Propio de la Cuaresma, la liturgia nos insta a dejar esa actitud obstinada, propia de quien ha endurecido su corazón de no confiar en el Señor. El Salmista lo afirma “Señor que no seamos sordos a tu voz.”
La invitación a a escuchar es una constante en la historia de Israel y así nos lo muestra de la primera lectura. Una invitación que se torna mandato: “Escucha, Israel…” La Voz revela la Alianza que Dios establece “Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo.” Se pone de manifiesto la iniciativa tomada por Dios en favor de Israel que va a sobrepasar los límites de un pueblo, para alcanzar a la humanidad entera. Por tanto la invitación a escuchar va dirigida al ser humano, amado por Dios. ¿Qué espera? No otra cosa sino que sigamos el camino que nos señala. Es ahí donde radica el problema. No escuchar conduce al abandono del camino señalado.
Sin embargo, Dios continúa mostrándonos su amor e invitándonos a vivir en comunión con Él, a tenerlo verdaderamente como Dios, y no como un ídolo inerte. Lo hace y ha hecho a través de los sacerdotes, de nuestros padres, de muchos de nuestros amigos. Pensemos por un momento ¿cuál ha sido nuestra respuesta a este amor ilimitado e infatigable de Dios por nosotros?
Aprovechemos este tiempo para volvernos al Señor, para responder con más generosidad a sus mandamientos, para crecer en el amor a tus hermanos, para ser más de él.
Este Evangelio nos recuerda que el demonio existe y puede actuar de muchas maneras, la forma más sutil es a través de otras personas. Sabemos que Cristo, siendo el hombre más fuerte, ya lo ha vencido, pero su influencia sigue molestándonos; en este combate entre las fuerzas del mal y el bien debemos elegir un lado porque nada es indiferente en este combate espiritual del que ninguno se escapa.
La forma en la que podemos luchar contra el demonio y sus fuerzas del mal es reconocer la presencia de Dios en nuestra vida, que primeramente está en nosotros mismos por su gracia, invocar a Cristo durante el día para que nos proteja y nos dé su bendición y visitarlo en laEste Evangelio nos recuerda que el demonio existe y puede actuar de muchas maneras, la forma más sutil es a través de otras personas. Sabemos que Cristo, siendo el hombre más fuerte, ya lo ha vencido, pero su influencia sigue molestándonos; en este combate entre las fuerzas del mal y el bien debemos elegir un lado porque nada es indiferente en este combate espiritual del que ninguno se escapa.
La forma en la que podemos luchar contra el demonio y sus fuerzas del mal es reconocer la presencia de Dios en nuestra vida, que primeramente está en nosotros mismos por su gracia, invocar a Cristo durante el día para que nos proteja y nos dé su bendición y visitarlo en la Eucaristía.
Este episodio, nos explica el Papa Francisco, contiene una advertencia que nos sirve a todos. De hecho, puede suceder que una envidia fuerte por la bondad y por las buenas obras de una persona pueda empujar a acusarlo falsamente. Y aquí hay un verdadero veneno mortal: la malicia con la que, de un modo premeditado se quiere destruir la buena reputación del otro. ¡Que Dios nos libre de esta terrible tentación! Y si al examinar nuestra conciencia, nos damos cuenta de que esta hierba maligna está brotando dentro de nosotros, vayamos inmediatamente a confesarlo en el sacramento de la penitencia, antes de que se desarrolle y produzca sus efectos perversos, que son incurables. Estad atentos, porque este comportamiento destruye las familias, las amistades, las comunidades e incluso la sociedad.”
Es bueno que meditemos cuál es nuestra colaboración en este “expulsar demonios” o echar el mal. Preguntémonos: ¿pongo lo necesario para que el Señor expulse el mal de mi interior? ¿Colaboro suficientemente en este “expulsar”? Porque «del corazón del hombre salen las intenciones malas» (Mt 15,19). Es muy importante la respuesta de cada uno, es decir, la colaboración necesaria a nivel personal.
Y nos recomienda el Pontífice, hacer todas las noches el “examen de conciencia” como una oración, para identificar si lo que nos ha movido en la jornada ha sido el Espíritu de Dios o el espíritu del mundo, es un ejercicio decisivo en nuestro combate espiritual que nos lleva a entender el corazón y el sentido de Cristo. El corazón del hombre es como un campo de batalla donde se enfrentan continuamente el espíritu de Dios, que nos lleva a las buenas obras, a la caridad, a la fraternidad, y el espíritu del mundo que sin embargo nos lleva hacia la vanidad, el orgullo, la suficiencia, el chismorreo.”
Bibliografía:
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- https://es.catholic.net/imprimir.php?id=73452
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2022/03/24/no-me-hicieron-caso/
- https://www.vaticannews.va/es/evangelio-de-hoy.html
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Marzo 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.