https://youtu.be/FiR2wWUByFM
- Dan 1, 1-6. 8-20
- Sal 3
- Lc 21, 1-4
Uno de los temas recurrentes al terminar el ciclo litúrgico es el de la Fidelidad. En este pasaje hemos visto la fidelidad y, sobre todo, la confianza de Daniel y sus compañeros que ponen a prueba el poder de Dios. Ellos saben que por ellos mismos no podrían mantenerse fieles, por ello ponen como garante de su fe a Dios.
Nosotros no tenemos una dieta vinculada a nuestro ser cristiano (exceptuando los ayunos y el pequeño signo de abstinencia de comer carne los viernes de cuaresma), afirma la Hna Mariela Martínez Higuera O.P., sin embargo, este texto de Daniel nos interroga cuáles son los signos con los que hoy confesamos la fe, qué gestos o qué palabras se convierten en visibilización en medio de esta sociedad secular de nuestra identidad como seguidores de Jesús de Nazaret, el único Señor de nuestra vida.
Dios hará lo necesario para que la decisión que han tomado de no abandonar el cumplimiento de la Ley pueda ser realizado. En medio de nuestro mundo en el que nos encontramos todos los días rodeados de un sinfín de tentaciones que nos invitan a la mediocridad y a la tibieza en la fe, es necesario que así como lo hicieron estos jóvenes nosotros también tomemos la decisión de ser fieles al Evangelio.
Dios, en su infinito poder, hará todo lo necesario para que esta decisión pueda ser vivida. Pon en tu corazón la firme decisión de permanecer fiel y de servir a Dios con toda tu vida y verás obrar en ti su poder y su amor.
Nos explica el texto del Evangelio el Papa Francisco: “En cierto sentido, los pobres son para nosotros como maestros. Nos enseñan que una persona no es valiosa por lo que posee, por lo que tiene en su cuenta en el banco. Un pobre, una persona que no tiene bienes materiales, mantiene siempre su dignidad. Los pobres pueden enseñarnos mucho, también sobre la humildad y la confianza en Dios. En la parábola del fariseo y el publicano, Jesús presenta a este último como modelo porque es humilde y se considera pecador. También la viuda que echa dos pequeñas monedas en el tesoro del templo es un ejemplo de la generosidad de quien, aun teniendo poco o nada, da todo»
Así, nos muestra el texto del evangelio como a Jesús solo llamó la atención de los discípulos sobre lo que dio aquella viuda en el cepillo del templo. No le llamó la atención las grandes sumas de dinero que daban ostentosamente y para ser vistos los ricos. Le llamó la atención lo que hizo esa mujer. Ni por lo mucho ni por lo poco, sino porque lo dio todo. Lo que a Jesús le llamó la atención no fue cuánto dio la mujer, de hecho, probablemente ella estaría avergonzada de dar tan poco y deseando que su ofrenda pobre pasara inadvertida, sino que a pesar de ser tan poco, ella lo dio, y era todo lo que tenía para vivir. Si hubiera podido saber que Jesús la estaba mirando y que hoy veinte siglos después íbamos a estar hablando de ella… habría esperado a otra ocasión; ella pensaba que nadie la veía, pero Dios sí lo vio. Como los mil y un gestos de amor pequeños que podemos hacer en nuestro día a día, en el trabajo o en casa, con la familia o con los amigos. A veces pensamos que estaría bien que nos los valorasen y agradecieran, pero no, mejor saber que Dios sí lo ve y que podemos hacerlo por él, no solo por los demás que pueden no reconocer ni agradecer, sino por él. A Jesús “se le gana” con estos gestos de amor en los que él reconoce su propio sacrificio. A él nadie le ha quitado la vida, él se ha entregado libremente y por amor. Una vez y para siempre, ese es el verdadero culto que se ofrece en el verdadero templo: entregar su sangre, su vida, que se derrama por su cuerpo. Y por ese sacrificio todos estamos salvados todos. Él se da por todos nosotros y ahora nosotros también podemos vivir como él, que es lo que anhela nuestro corazón. También nosotros estamos deseando darlo todo, el miedo que tenemos es darlo a quien no deberíamos dárselo, el miedo a darnos y perdernos. Pero ya sabemos que la viuda del evangelio no perdió nada, recibió mucho más de lo que podía haber pensado nunca. Ese es el secreto de la otra viuda pobre que aparece en el evangelio, María la madre de Jesús, que nos dio a su hijo, que entregó todo lo que tenía para vivir. Ella creyó y esperó. Y por eso es dichosa, porque ha creído y lo que le dijo el Señor se cumplió. Ella nos ha recibido como una multitud de hijos. “Muy dichosa me dirán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí”. Ese es el secreto.
Palabra de Vida Mes de Noviembre 2021
“Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5, 9) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Noviembre 2021.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.