https://youtu.be/ubj6os3osXs
- Eclo 44, 1. 9-13
- Sal 149
- Mc 11, 11-26
La liturgia de hoy nos invita a ser personas de bien y para serlo esencialmente debemos ser personas de fe.
El Eclesiástico alaba al hombre que deja constancia en su vida de un comportamiento próximo a la santidad.
Hay un refrán muy antiguo que dice: “créate buena fama y échate a dormir”. Es una frase hecha que deja bastante que desear, pero que sí sirve para ilustrar un poco lo que el texto de hoy nos dice.
Hoy vamos de refranero: “Haz bien y no mires a quien”. Es otra forma de animar al hombre a ser humano con el hombre. Creo que este es el mensaje que Dios nos da hoy, y que Jesús nos ha dicho, en activa y en pasiva, a lo largo de su vida pública. El bien debe ser una propiedad impresa en el ADN humano, incluso en el de muchos de los seres vivos no humanos.
Hagamos el bien, aunque nos cueste. Es la única forma que tenemos para que nuestra memoria permanezca viva después de nuestra muerte, “sus méritos jamás se han olvidado; han dejado una posteridad que los prologa y su herencia pasa de hijos a nietos…y su gloria jamás se extinguirá”, nos dice el texto; para ello contamos con la gracia, un don no exclusivo del cristianismo; continúa siendo el motor que, en medio de grandes dificultades, invita a los hombres a participar de la vida del Reino y construye la ciudad celestial.
En el Evangelio de hoy hay dos escenas que nos pueden resultar chocantes por la conducta de Cristo. En primer lugar, la maldición de la higuera que no tenía higos porque “no era tiempo” para ello. No parece coincidir con la imagen de Jesús paciente, que cuida la viña y espera para que de frutos. En segundo lugar, el episodio de la expulsión de los mercaderes. Cuesta imaginar al Cordero manso volcando las mesas de los cambistas y echando fuera del Templo a los vendedores. Si tenemos en cuenta que uno de los criterios para interpretar la Sagrada Escritura es considerarla en su totalidad, sabiendo que no puede haber contradicción en ella, nos ayudará a descubrir lo que nos quiere enseñar con estos episodios que recoge el Evangelio de la Misa de hoy.
Empecemos por la higuera. Jesús se encuentra una higuera llena de hojas, pero sin higos. Es la imagen de la apariencia, de la superficialidad. EL hecho de no ser tiempo de higos, como no puede significar impaciencia en Cristo, debemos leerlo en otra clave: el Señor tiene derecho a que cada uno demos frutos en todo momento y circunstancia. Ahora miramos hacia cada uno de nosotros y el Evangelio nos enseña algunas cosas importantes y nos muestra un camino concreto de conversión para todos. Hemos de hacer examen de conciencia y descubrir cuanto hay en nuestra vida cristiana de vivir de apariencias. Podemos ir al templo todos los días, apuntarnos a muchas actividades en la parroquia. Esto son sólo hojas, si no va acompañada de verdadera caridad, si después en la vida de familia, o en el trabajo, vamos protestando por dentro, como enfadados y resentidos con algunas personas, incapaces de pasar por alto una afrenta le damos vueltas en nuestro interior, etc. Aquí cada uno deberemos descubrir dónde nos aprieta el zapato. Además de no ser sólo aparentemente buenos cristianos, debemos dar frutos en todo momento. No podemos esperar a que estemos en una situación especial. No podemos pensar: ya seré paciente cuando pasen las cosas que me agobian, ya echaré una mano a la persona que me ha pedido un favor cuando tenga tiempo ¡No! ¡Ahora! Es ahora cuando el Señor espera esos frutos de servicio, de generosidad, de perdón. El Señor tiene derecho a encontrar esos frutos hoy. Mañana no sabemos si estaremos vivos. Ahora o nunca.
La expulsión de los mercaderes del Templo no son fruto de una falta de moderación por parte de Cristo. No es un arrebato de ira. Es un acto de virtud, movido por el amor al Padre y a nosotros. Estos mercaderes están en una situación particularmente grave de cara a su salvación. Se ha acostumbrado al ambiente de santidad del Templo, lugar donde mora Dios con su pueblo, y terminan por perder el sentido de la santidad de Dios y la salvación es cuestión de mercadeo: unas palomas, unos corderos, … y todo resuelto. Se les esconde la necesidad de conversión del corazón, la gratuidad de la salvación de Dios. Algo parecido nos puede suceder. Podemos acostumbrarnos a las cosas más santas. Quizá vamos a Misa a diario y terminamos perdiendo la conciencia de lo que sucede en cada celebración, cómo somos incorporados al misterio pascual de Cristo, que nos quien nos salva. Incluso la comunión cotidiana puede acabar siendo un rito más, una costumbre ¡y comemos el cuerpo del Señor! Para salir de esta situación el Señor le pone toda la energía y la pasión necesaria para que puedan reaccionar, para que podamos reaccionar. Por ello, si alguna vez el Señor nos habla con claridad y dureza, al meditar la Palabra de Dios, en la confesión o dirección espiritual, démonos cuenta de que es por nuestro bien, para que reaccionemos y rectifiquemos.
Pensemos en que la gente buena, la gente iba al Templo, no miraba estas cosas; buscaba a Dios, rezaba… pero debía cambiar las monedas para las ofrendas. El pueblo de Dios no iba al Templo por esta gente, por los que vendían, pero iban al tempo de Dios y allí había corrupción que escandalizaba al pueblo. Por eso yo pienso en el escándalo que podemos causar a la gente con nuestra actitud, con nuestras costumbres no sacerdotales en el Templo: el escándalo del comercio, el escándalo de la mundanidad… Cuántas veces vemos que entrando en una iglesia, aún hoy, está ahí la lista de los precios, para el bautismo, la bendición, las intenciones para la misa. Y de todo esto el pueblo se escandaliza
El hermoso versículo final pone un cierre de oro al fragmento que hemos leído hoy: “Cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros, para que vuestro Padre del Cielo perdone vuestras culpas”.
C.S. Lewis, un apologista cristiano, escribió: “Ser cristiano significa perdonar lo inexcusable porque Dios ha perdonado lo inexcusable en tí”.
¿Seremos capaces de cumplir este sencillo consejo, o mandato? Pidamos a nuestra Madre que para ser personas de bien y crecer en la fe, no temamos las correcciones de su Hijo y estar siempre listos para dar frutos de verdadera caridad en todo momento y en toda circunstancia y con la Oración Colecta pidamos al Señor que como Iglesia, nos regocijemos al poder servirle con tranquilidad.
Bibliografía:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/index.php?i=02-06-2023
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2023/06/02/siempre-es-tiempo-oportuno-para-dar-fruto/
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- https://es.catholic.net/op/articulos/18151/cat/331/le-fe-mueve-montanas.html#modal
Palabra de Vida Mes de Junio 2023
“Alégrense, trabajen para alcanzar la perfección, anímense unos a otros, vivan en armonía y en paz. Y entonces, el Dios del amor y de la paz permanecerá con ustedes.” (2 Corintios 13, 11) https://ciudadnueva.com.ar/junio-2023/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Junio 2023.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.