https://youtu.be/xEhea2XwMx0
- Ml 3, 1-4
- Sal 23
- Lc 2, 22-40
Celebramos hoy la presentación de Jesús en el templo Y la primera lectura, nos dice: “Voy a enviar a mi mensajero para que prepare el camino ante mí.
De repente llegará a su santuario el Señor a quien vosotros andáis buscando“. Así nos propone este hermoso texto lo importante que somos nosotros delante de Dios. Distintamente a lo que muchos pudieran pensar, nosotros no somos una creación cualquiera, sino única y exclusiva de Dios, creatura a la cual, por medio de Jesús, nos incorporó a su familia y, por ello, podemos llamar verdaderamente Padre a Dios.
Pero más aún, somos tan importantes y nuestra vida es tan apreciada por Dios que envió a su único Hijo para que, dando su vida en rescate, nos diera la vida. ¿Podríamos concebir tanto Amor? El pagó tu vida eterna con su propia vida. Ya no eres más esclavo, sino que ahora eres hijo de Dios.
¿Cómo no responder con generosidad a un Dios que nos ama tanto? ¿Cómo no darle lo mejor de nosotros a Aquél que entregó su sangre para que tuviéramos vida y la tuviéramos en abundancia?
Nos explica el Papa Francisco que “la liturgia de hoy nos muestra a Jesús que va al encuentro de su pueblo. Es la fiesta del encuentro: la novedad del Niño se encuentra con la tradición del templo; la promesa halla su cumplimiento; María y José, jóvenes, encuentran a Simeón y Ana, ancianos. Todo se encuentra, en definitiva, cuando llega Jesús.
¿Qué nos enseña esto? En primer lugar, que también nosotros estamos llamados a recibir a Jesús que viene a nuestro encuentro. Encontrarlo: al Dios de la vida hay que encontrarlo cada día de nuestra existencia; no de vez en cuando, sino todos los días. Seguir a Jesús no es una decisión que se toma de una vez por todas, es una elección cotidiana.
Y al Señor no se le encuentra virtualmente, sino directamente, descubriéndolo en la vida. De lo contrario, Jesús se convierte en un hermoso recuerdo del pasado. Pero cuando lo acogemos como el Señor de la vida, el centro de todo, el corazón palpitante de todas las cosas, entonces él vive y revive en nosotros. Y nos sucede lo mismo que pasó en el templo: alrededor de él todo se encuentra, la vida se vuelve armoniosa. Con Jesús hallamos el ánimo para seguir adelante y la fuerza para estar firmes…
El encuentro con el Señor es la fuente. Por tanto, es importante volver a las fuentes: retornar con la memoria a los encuentros decisivos que hemos tenido con él, reavivar el primer amor, tal vez escribir nuestra historia de amor con el Señor…
Hoy, fiesta del encuentro, pidamos la gracia de redescubrir al Señor vivo en el pueblo creyente, y de hacer que el carisma recibido se encuentre con la gracia de hoy.
El Evangelio también nos dice que el encuentro de Dios con su pueblo tiene un principio y una meta. Se parte de la llamada al templo y se llega a la visión en el templo. La llamada es doble. Hay una primera llamada «según la Ley» (v. 22). Es la de José y María, que van al templo para cumplir lo que la ley prescribe.
El texto lo subraya casi como un estribillo, cuatro veces (cf. vv. 22.23.24.27). No es una constricción: los padres de Jesús no van a la fuerza o para realizar un mero cumplimiento externo; van para responder a la llamada de Dios. Luego hay una segunda llamada, según el Espíritu. Es la de Simeón y Ana. También esta está resaltada con insistencia: tres veces, refiriéndose a Simeón, se habla del Espíritu Santo (cf. vv. 25.26.27) y concluye con la profetisa Ana que, inspirada, alaba a Dios (cf. v. 38). Dos jóvenes van presurosos al templo llamados por la Ley; dos ancianos movidos por el Espíritu.
Esta doble llamada, de la Ley y del Espíritu, ¿qué nos enseña para nuestra vida espiritual y nuestra vida consagrada? Que todos estamos llamados a una doble obediencia: a la ley —en el sentido de lo que da orden bueno a la vida—, y al Espíritu, que hace todo nuevo en la vida. Así es como nace el encuentro con el Señor: el Espíritu revela al Señor, pero para recibirlo es necesaria la constancia fiel de cada día. Sin una vida ordenada, incluso los carismas más grandes no dan fruto. Por otro lado, las mejores reglas no son suficientes sin la novedad del Espíritu: la ley y el Espíritu van juntos…
El encuentro, que nace de la llamada, culmina en la visión. Simeón dice: «Mis ojos han visto a tu Salvador» (Lc 2,30). Ve al Niño y ve la salvación. No ve al Mesías haciendo milagros, sino a un niño pequeño. No ve nada de extraordinario, sino a Jesús con sus padres, que llevan al templo dos pichones o dos palomas, es decir, la ofrenda más humilde (cf. v. 24). Simeón ve la sencillez de Dios y acoge su presencia. No busca nada más, pide y no quiere nada más, le basta con ver al Niño y tomarlo en brazos: «Nunc dimittis, ahora puedes dejarme ir» (cf. v. 29).
Le basta Dios así como es. En él encuentra el sentido último de la vida… La vida es él, la esperanza es él, el futuro es él…”
El Señor es el Rey de la Gloria, nos dice el Salmista; termino con esta reflexión de San Sofronio: «Ha llegado ya aquella luz verdadera que viniendo a este mundo alumbra a todo hombre. Dejemos, hermanos, que esta luz nos penetre y nos transforme. Ninguno de nosotros ponga obstáculos a esta luz. Imitemos la alegría de Simeón y, como él, cantemos un himno de acción de gracias».
Bibligrafía
https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/
https://www.aciprensa.com/noticias/homilia-del-papa-francisco-en-la-misa-de-la-fiesta-de-la-presentacion-del-senor-79416
http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
[contact-form][contact-field label=”Nombre” type=”name” required=”true” /][contact-field label=”Correo electrónico” type=”email” required=”true” /][contact-field label=”Web” type=”url” /][contact-field label=”Mensaje” type=”textarea” /][/contact-form]
Palabra de Vida Mes de Febrero 2022
«Al que venga a mí no lo echaré fuera» (Jn 6, 37) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Febrero 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.