https://youtu.be/thTDY91GsTQ
- Hch 4, 1-12
- Sal 117
- Jn 21, 1-14
La Pascua es un tiempo propicio para que nos encontremos con el Señor Resucitado en lo profundo de nuestro ser. Simplemente hay que estar atentos, Jesús nos saldrá al encuentro en cualquier momento, no lo dejemos pasar sin que nos cambie el corazón.
Hoy vemos como los apóstoles, después de la Resurrección del Señor, continúan curando como lo hacía el Maestro. En este tiempo nuevo, tiempo en el que celebramos la Vida resucitada, se fusionan sanación y salvación. Los que siguen a Jesús curan en nombre de Jesús, los que persiguieron a Jesús continúan con su misma indignación. Curar es sanar y salvar. El signo vuelve a aparecer ante nuestros ojos y resuenan en nuestros oídos las palabras que Jesús dirigía a sus hostigadores: para que veáis que tengo autoridad para perdonar los pecados… a ti te digo, levántate... (Mc. 2, 11-12) La misma escena evangélica se repite en el libro de los Hechos de los Apóstoles, en un tiempo que parece adentrarse en el eterno presente del Dios vivo y que nos lleva hasta el encuentro con Jesús resucitado.
Nos explica el Papa Francisco :”Recordémoslo bien todos: no se puede anunciar el Evangelio de Jesús sin el testimonio concreto de la vida. Quien nos escucha y nos ve, debe poder leer en nuestros actos eso mismo que oye en nuestros labios, y dar gloria a Dios. Me viene ahora a la memoria un consejo que San Francisco de Asís daba a sus hermanos: predicad el Evangelio y, si fuese necesario, también con las palabras. Predicar con la vida: el testimonio. La incoherencia de los fieles y los Pastores entre lo que dicen y lo que hacen, entre la palabra y el modo de vivir, mina la credibilidad de la Iglesia.
Pero todo esto solamente es posible si reconocemos a Jesucristo, porque es él quien nos ha llamado, nos ha invitado a recorrer su camino, nos ha elegido. Anunciar y dar testimonio es posible únicamente si estamos junto a él, justamente como Pedro, Juan y los otros discípulos estaban en torno a Jesús resucitado, como dice el pasaje del Evangelio de hoy; hay una cercanía cotidiana con él, y ellos saben muy bien quién es, lo conocen. El evangelista subraya que “ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor”. Y esto es un punto importante para nosotros: vivir una relación intensa con Jesús, una intimidad de diálogo y de vida, de tal manera que lo reconozcamos como “el Señor”. ¡Adorarlo!»
Conmueve ese afán de Jesús por seguir a sus apóstoles para confirmarles en la fe. La mayoría le dieron la espalda, por miedo, durante su Pasión. Pero el amor que hay en el corazón de Cristo es tan grande, tan sobreabundante, tan generoso, que en silencio, con discreción, sin fuegos artificiales se acerca al lugar donde ellos están. Le enorgullece que hayan cumplido con el mandato que dio a las mujeres: que los apóstoles vuelvan a Galilea, que allí verán a su Señor. Les ve volver a su ocupación habitual, que es la pesca, contempla sus esfuerzos para que la faena sea provechosa, asiste al fracaso de todos sus intentos. Todo eso Jesús lo mira con cariño. Que tú y yo también nos sintamos mirados con ese inmenso afecto por Cristo. A veces, por nuestro pecado o nuestra infidelidad, nos miramos mal, nos tratamos peor, nos sentimos indignos de toda misericordia. Contemplar a Jesús embelesado por los suyos debe animarnos a descansar en esa mirada que nos desea, nos alienta, nos fortalece. No espera a que vayamos, va Él. No aguarda a que le sigamos, Él nos sigue. No te canses de contemplar a Jesús paseando por la orilla de ese mar viendo a sus hijos tan amados, sintiéndose orgulloso de sus luchas, esperando sin prisa para poder charlar con ellos, para compartir un poco de intimidad y llenarles de consuelo.
Y pasa lo que ha venido pasando en las apariciones del Resucitado: no le reconocen. No son capaces de desentrañar el misterio. Pensarían que aquel intruso de la orilla que les hablaba sería algún paisano molesto que aparecía en el peor momento. Son esas palabras llenas de autoridad las que despiertan los los recuerdos en Juan: “echad la red a la derecha de la barca y encontraréis”. La red queda repleta. El apóstol amado de Jesús recuerda que ya había sucedido algo semejante hacía años. Que alguien que le amaba con locura, en el que descubrió el sentido de su vida, un horizonte sobrenatural insospechado, le dijo lo mismo y se obró el milagro. Juan grita: “Es el Señor”
El evangelista hace notar que eran «ciento cincuenta y tres» peces grandes (cf. Jn 21,11) y, siendo tantos, no se rompieron las redes. Son detalles a tener en cuenta, ya que la Redención se ha hecho con obediencia responsable, en medio de las tareas corrientes, recordemos que aquella noche no pescaron nada. Cuando al amanecer aparece Jesús, no le reconocen hasta que les pide algo para comer. Al decirle que no tienen nada, Él les indica dónde han de lanzar la red. A pesar de que los pescadores se las saben todas, y en este caso han estado bregando sin frutos, obedecen. «¡Oh poder de la obediencia! —El lago de Genesaret negaba sus peces a las redes de Pedro. Toda una noche en vano. —Ahora, obediente, volvió la red al agua y pescaron (…) una gran cantidad de peces. —Créeme: el milagro se repite cada día» (San Josemaría).
Si algo tenemos que pedirle a Jesús en esta Octava de Pascua es la capacidad de reconocerle: que no pase a nuestro lado y por nuestra torpeza, tibieza o indiferencia le dejemos pasar como pasa el agua sobre las piedras, sin dejar rastro. Que nuestros ojos del alma sean siempre capaces de verle, de percibir su cercanía, de sentirle a nuestro lado. Será en las cosas cotidianas. Ellos lo sintieron mientras estaban trabajando en su ocupación habitual, que era la pesca. También descubrieron su vocación cuando estaban remendando las redes hacía tres años. Que Jesús no sea un desconocido en nuestro día a día. Que la fuerza de su Resurrección limpie nuestros ojos y nos ayude a contemplar la maravilla de este Dios que tanto nos ama.
Que, como nos indica el Salmista, “Dios desde su templo nos bendiga. Que el Señor, nuestro Dios, nos ilumine.”
¡Felices Pascuas de Resurrección!
Palabra de Vida Mes de Abril 2023
“ Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra.” (Col 3,2) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Abril 2023.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.