https://youtu.be/I2z5gLSXN74
- 1 Cor 12, 12-14. 27-31
- Sal 99
- Lc 7, 11-17
Hoy la liturgia nos invita a levantarnos y empezar si aún no lo hemos hecho, una nueva vida y que dejemos atrás todo lo que nos impide avanzar en el camino de la salvación, reconociendo como nos indica el Salmista que El fue quien nos hizo y somos suyos, que somos su pueblo y su rebaño. Todos hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, como afirma San Pablo en la primera lectura, para formar un solo cuerpo, y a todos se nos ha dado a beber del mismo Espíritu.
Pablo nos habla de nuestra unidad en Cristo. Unidad de los diferentes, de los diversos. La diversidad del cuerpo humano le sirve en bandeja la explicación que desea dar. Somos absolutamente diferentes, y absolutamente interdependientes. Y el “cuerpo” sólo es posible por la complementariedad de los diferentes. Lo que cada uno de nosotros no pongamos le falta al cuerpo.
Habla también Pablo de que las funciones que cada uno realiza en el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, han sido dispuestas por Dios. Entiendo que esto significa que todo aquello que hemos recibido, que es don, lo tenemos para ponerlo en juego, para ofrecerlo, para “colaborar” al funcionamiento del cuerpo
Y es que en la medida que cada uno de los miembros de la Iglesia pone al servicio de los demás el carisma o don que Dios le ha dado, el funcionamiento es más armónico y perfecto.
Con la lectura del fragmento del Evangelio que nos habla de la resurrección del joven de Naím, podría remarcar la divinidad de Jesús e insistir en ella, diciendo que solamente Dios puede volver un joven a la vida; pero hoy preferiría poner de relieve su humanidad, para que no veamos a Jesús como un ser lejano, como un personaje tan diferente de nosotros, o como alguien tan excesivamente importante que no nos inspire la confianza que puede inspirarnos un buen amigo.
En la vida parece que caminamos detrás del ataúd, llorando y penando por lo mal que va la vida. Pero ambicionad los carismas mayores. Llegará el día, mucho antes de lo que piensas, que el Señor se acercará y dirá: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!».
Podemos rechazar a Dios porque “no funciona” pero entonces jamás escucharemos: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!».
Si te pasa alguna desgracia no llores (bueno, puedes llorar, pero que nunca sean lágrimas de impotencia, pues Dios tiene todo el poder), piensa que unido a Cristo ya ha sido vencida la muerte, la enfermedad, la debilidad. Este puede ser un valle de lágrimas, pero que caminamos hacia el cielo.
Si quieres llorar llora por tus pecados y por los del mundo entero. El mundo se está llenando de viudas sin Jesucristo, abocadas a la tumba y a la desgracia sin ninguna esperanza, ojalá dejemos acercarse a Cristo a nuestros cortejos fúnebres.
Nos comenta el Papa Francisco. “«Jesús se acercó. La compasión lo empujó a acercarse. Acercarse es una señal de compasión. Yo puedo ver tantas cosas, pero no acercarme. Igual siento un dolor… pero, pobre gente… A mí me gusta pensar que “el Señor, cuando decía esto a aquella mujer, la acariciaba; Él tocó a la mujer y tocó el ataúd. Es necesario, acercarse y tocar la realidad. Tocar. No mirarla desde lejos. Jesús no dice: “Hasta pronto, yo continúo el camino”, sino toma al chico y ¿qué dice? “lo devolvió a su madre”. He aquí la tercera palabra clave: restituir. Jesús hace milagros para restituir, para poner en el lugar preciso a las personas. Y es eso lo que ha hecho con la redención. Dios tuvo compasión, se acercó a nosotros en su hijo y nos restituyó a todos en la dignidad de hijos de Dios. Nos ha recreado a todos”.
Nuestro Dios es el Dios de la misericordia, es el Dios que se conmueve ante nuestras miserias y penalidades, por ello, es el Dios de los pobres, de los necesitados, de los miserables.
En medio de nuestro mundo tecnificado, en donde la mayoría de nosotros somos un “número”, qué importante es “re-humanizarnos” y tener la capacidad de ver que, muy posiblemente a nuestro alrededor, hay alguien que necesita ayuda, que necesita de nuestra compasión.
Los cristianos hemos de saber imitar a Jesús. Debemos pedir a Dios la gracia de ser Cristo para los demás. ¡Ojalá que todo aquél que nos vea, pueda contemplar una imagen de Jesús en la tierra!
Quienes veían a san Francisco de Asís, por ejemplo, veían la imagen viva de Jesús. Los santos son aquellos que llevan a Jesús en sus palabras y obras e imitan su modo de actuar y su bondad. Nuestra sociedad tiene necesidad de santos y tú puedes ser uno de ellos en tu ambiente.
Bibliografía:
- Folleto La Misa de Cada Día
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- https://es.catholic.net/op/articulos/73339/cat/1036/el-senor-sufre-con-nosotros.html#modal
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/index.php?i=13-09-2022
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2022/09/13/50569/
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
Palabra de Vida Mes de Setiembre 2022
“Siendo libre, me hice esclavo de todos, para ganar al mayor número posible” (1 Corintios 9, 19) https://ciudadnueva.com.ar/setiembre-2022/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Setiembre 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.