https://youtu.be/Yr9am72mCyk
- Deut 4, 32-40
- Sal 76
- Mt 16, 24-28
Hoy el Señor en la liturgia nos invita a reflexionar sobre su grandiosidad. El Salmista nos recuerda sus prodigios, y ante ello, nos cuestiona: Qué dios es tan grande como nuestro Dios? Y es que no podemos ser indiferentes ante este hecho, sino que más bien debe de marcar nuestras vidas, pues es aquí donde se experimenta claramente la grandeza y la acción de Dios omnipotente.
Moisés lo había palpado en sus encuentros con el Señor. Palabras y hechos poderosos muestran a Israel cómo su Dios, poderoso por encima de todos los dioses, y lo ha elegido a él como pueblo y ha establecido con sus miembros una alianza. Un pacto que se basa en el reconocimiento de este Dios como único Señor del pueblo.
En un momento histórico en que los israelitas estaban convencidos de la existencia de múltiples dioses, éste es un paso importante para terminar concluyendo en el pertinaz monoteísmo que caracterizará al judaísmo que renace de las cenizas del exilio babilónico.
Consecuencia de esta incipiente creencia es la confesión de fe que encontramos en este texto: “Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón que Yahvé es el Dios allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra: y no hay otro”.
La fe del pueblo judío, como la cristiana, tienen una nota característica ausente en las demás religiones: la profesión de fe en la participación de Dios dentro la historia humana. En correspondencia con esta fe, el pueblo debe guardar sus mandamientos. No basta reconocer que hay un Dios, sino que, además, se ha de ser consecuente y coherente con esta fe. De ese modo, el pueblo de la alianza vivirá feliz en la tierra que Dios le entrega.
En Jesús, la iglesia y la humanidad, hemos sido llamados a la liberación definitiva; también profesamos la fe en un acto histórico salvador: la alianza establecida por la muerte y resurrección de Jesús y por este hecho, hemos sido hechos no pueblo de Dios, sino familia suya, porque por medio de Jesús, hemos sido constituidos en hijos del Padre.
Afirma el Papa Francisco: “Escuchar a Cristo, en efecto, lleva a sumir la lógica de su misterio pascual, ponerse en camino con él para hacer de la propia vida un don de amor para los demás, en dócil obediencia a la voluntad de Dios, con una actitud de desapego de las cosas mundanas y de libertad interior. Es necesario, en otras palabras, estar dispuestos a “perder la propia vida”, entregándola a fin de que todos los hombres se salven: así, nos encontraremos en la felicidad eterna. El camino de Jesús nos lleva siempre a la felicidad, ¡no lo olvidéis! El camino de Jesús nos lleva siempre a la felicidad.”
Pero para ello, es necesario como nos dice Jesús, “negarse a sí mismo”, y ello, claro, nos sitúa claramente frente al mundo. Es radical en su planteamiento, no admite medias tintas: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame». En numerosas ocasiones, frente al sufrimiento generado por nosotros mismos o por otros, oímos: «Debemos soportar la cruz que Dios nos manda… Dios lo quiere así…», y vamos acumulando sacrificios como cupones pegados en una cartilla, que presentaremos en la auditoria celestial el día que nos toque rendir cuentas.
El sufrimiento no tiene valor en sí mismo. Cristo no era un estoico: tenía sed, hambre, cansancio, no le gustaba que le abandonaran, se dejaba ayudar… Donde pudo alivió el dolor, físico y moral. ¿Qué pasa entonces?
Antes de cargar con nuestra “cruz”, lo primero, es seguir a Cristo. No se sufre y luego se sigue a Cristo… A Cristo se le sigue desde el Amor, y es desde ahí desde donde se comprende el sacrificio, la negación personal: «Quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará”. Es el amor y la misericordia lo que conduce al sacrificio. Todo amor verdadero engendra sacrificio de una u otra forma, pero no todo sacrificio engendra amor. Dios no es sacrificio; Dios es Amor, y sólo desde esta perspectiva cobra sentido el dolor, el cansancio y las cruces de nuestra existencia tras el modelo de hombre que el Padre nos revela en Cristo.
“Que la Gracia de Nuestro Señor Jesucristo , el Amor del Padre y la Comunión del Espíritu Santo , estén siempre con ustedes.” Ef 13, 13.
Fuentes:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.elpandelospobres.com/que-podra-dar-un-hombre-para-recobrar-su-vida-0
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/index.php?i=11-08-2023
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
Palabra de Vida Mes de Agosto 2023
“Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla tu deseo”. (Mateo 15, 28) https://ciudadnueva.com.ar/julio-2023
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Junio 2023.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.