A manera de introducción de esta parte de la formación sobre el Credo, quiera hacer mención de l numeral 217 del Catequismo de la Iglesia Católica: “La verdad de Dios es su sabiduría que rige todo el orden de la creación y del gobierno del mundo ( cf.Sb 13,1-9). Dios, único Creador del cielo y de la tierra (cf. Sal 115,15), es el único que puede dar el conocimiento verdadero de todas las cosas creadas en su relación con El (cf. Sb 7,17-21).
Dios es también verdadero cuando se revela: La enseñanza que viene de Dios es “una doctrina de verdad” (Ml 2,6). Cuando envíe su Hijo al mundo, será para “dar testimonio de la Verdad” (Jn 18,37): “Sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado inteligencia para que conozcamos al Verdadero” (1 Jn 5,20; cf. Jn 17,3).”
Creo en Jesucristo, Hijo Único de Dios.
Cuando llegó la plenitud de los tiempos” –es decir el tiempo del cumplimiento de las promesas mesiánicas – Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, y para que recibiéramos el ser hijos por adopción (Gal 4,4s) Afirma el padre Santiago Martín que Jesucristo es el Salvador quien vino a cumplir una tarea que le fue encomendada por la Santísima Trinidad.
Dios envió a su propio Hijo en una carne semejante a la carne pecadora (Rom. 8,3).
El Papa Francisco, nos explica acerca de quién es Jesús: “¿Quién dice la gente que soy yo?”, “¿Ustedes qué dicen?”. Son las preguntas contenidas en el pasaje Lc 9, 18-21 afirma, que nos enseña las etapas, ya recorridas por los apóstoles, para saber quién es Jesús. Son tres: conocer, confesar, aceptar el camino que Dios eligió para él.
Confesar a Jesús gracias al Espíritu Santo: Conocer a Jesús es lo que “hacemos todos cuando – observa el Papa – tomamos el evangelio, intentamos conocer a Jesús, cuando llevamos a los niños al catecismo (…) cuando les llevamos a Misa”, pero es sólo el primer paso, el segundo es confesar a Jesús.
Y esto nosotros solos no podemos hacerlo. En la versión de Mateo, Jesús dice a Pedro: «Esto no viene de ti. Te lo ha revelado el Padre” m
Mt 16, 17.. Podemos confesar a Jesús solo con la fuerza de Dios, con la fuerza del Espíritu Santo.
Nadie puede decir que Jesús es el Señor y confesarlo sin el Espíritu Santo, dice Pablo . Rom 10,oNo podemos confesar a Jesús sin el Espíritu. Por eso la comunidad cristiana debe buscar siempre la fuerza del Espíritu Santo para confesar a Jesús, para decir que Él es Dios, que Él es el Hijo de Dios.
Aceptar el camino de Jesús, hasta la cruz: Pero ¿cuál es el objetivo de la vida de Jesús, para qué vino? Responder a esta pregunta significa cumplir la tercera etapa en el camino de su conocimiento. Y el Papa recuerda que Jesús empezó a enseñar a sus apóstoles que tenía que sufrir, ser muerto y después resucitar.
Confesar a Jesús es confesar su muerte, su resurrección; no es confesar: “Tu eres Dios” y pararse allí, no: “Tu has venido por nosotros y has muerto por mí. Has resucitado. Nos das la vida, nos has prometido el Espíritu Santo para guiarnos”. Confesar a Jesús significa aceptar el camino que el Padre ha elegido para Él: la humillación.
Pablo, escribiendo a los Filip 2, 7, dice: “Dios envió a su Hijo, el cual se anuló a si mismo, se hizo siervo, se humilló a si mismo, hasta la muerte, muerte de cruz”. Sin no aceptamos el camino de Jesús, el camino de la humillación que Él eligió para su redención, no solo no somos cristianos: mereceremos lo que Jesús dijo a Pedro: “¡Apártate de mí, Satanás!”.
El que no sigue el camino de la humillación no es cristiano: El Papa Francisco observa que Satanás sabe bien que Jesús es el Hijo de Dios, pero que Jesús rechaza su “confesión” igual que aleja de si a Pedro cuando rechaza el camino elegido por Jesús. “Confesar a Jesús – afirma de hecho el Papa Francisco – es aceptar el camino de la humildad y de la humillación. Y cuando la Iglesia no va por este camino, se equivoca, se vuelve mundana”.
Es cuando vemos a tantos cristianos buenos, con buena voluntad, pero que confunden la religión con un concepto social de bondad, de amistad, cuando vemos muchos clérigos que dicen seguir a Jesús, pero buscan los honores, los caminos fastuosos, los caminos de la mundanalidad, no buscan a Jesús: se buscan a sí mismos. No son cristianos; dicen ser cristianos, pero de nombre, porque no aceptan el camino de Jesús, de la humillación.
Y cuando leemos en la historia de la Iglesia sobre tantos obispos que vivieron así t también de tantos papas mundanos que no conocieron el camino de la humillación, no lo aceptaron, debemos aprender que ese no es el camino.
El Papa concluye con la invitación a pedir “la gracia de la coherencia cristiana” para “no usar el cristianismo para trepar”, la gracia de seguir a Jesús en su mismo camino, hasta la humillación.”
En el Credo Niceno- Constantinopolitano respondemos confesando: “Que por nosotros los hombres, y por nuestra salvación bajo del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen y se hizo hombre”. Esta expresión de fe nos presentan a Cristo como verdadero Dios Hijo del Padre y, al mismo tiempo, como verdadero Hombre, Hijo de María Virgen. Debemos preguntarnos qué significa verdadero Dios y verdadero Hombre: Esta es una realidad que se desvela ante los ojos de nuestra fe mediante la autorrevelación de Dios en Jesucristo y dado que ésta –como cualquier otra verdad revelada- sólo se puede acoger rectamente mediante la fe. Jesucristo hablaba a menudo de sí, utilizando el apelativo de “Hijo del Hombre” (Mt 16,28; Mc 2,28). Dicho título estaba vinculado a la tradición mesiánica del Antiguo Testamento, en efecto, deseaba que sus discípulos y los que le escuchaban llegasen por sí solos al descubrimiento de que “El Hijo del Hombre” era al mismo tiempo el verdadero Hijo de Dios. De ello tenemos una demostración muy significativa en la profesión de Simón Pedro, a la que Jesús confirma su testimonio llamándolo “Bienaventurado tú, porque no es la carne ni la sangre quien esto te ha revelado, sino mi Padre” (Mt 16,17) Es el Padre, el que da testimonio del H o porque sólo El conoce a H o (C r Mt 11,27).
Esta pues claro, que si bien Jesús hablaba de sí mismo sobre todo como del “Hijo del Hombre”, sin embargo, todo el conjunto de lo que hacía y enseñaba daba testimonio de que El era el Hijo de Dios en el sentido literal de la palabra: es decir, que era una sola cosa con el Padre y por tanto: también El era Dios, como el Padre. Veamos algunas afirmaciones de Cristo relativas a este tema: “YO SOY” en contextos muy significativos. “antes que Abraham naciese, YO SOY (Jn. 8,58) “Si no creyeres que YO SOY, moriréis en vuestros pecados” (Jn 8,24) “Cuando levantéis en alto al Hijo del Hombre, entonces, conoceréis que YO SOY” (Jn 8,28) “Yo y el Padre somos una misma cosa” (Jn 10,30). Ante Cristo, Verbo de Dios encarnado, unámonos también a Pedro y repitamos con la misma elevación de fe “Tu eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,16).
Jesús se hace hombre sin dejar de ser Dios, continua el sacerdote Santiago Martín, adquiere naturaleza humana cuando es engendrado en el seno virginal de la Virgen Maria Lc 11, 26-38 y entonces Jesús es verdadero hombre, no un Dios con apariencia humana 1 Jn 4, 1-2.
Jesús es verdadero y verdadero hombre, “Concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen Misterio de la Encarnación. La Anunciación a María inaugura “la plenitud de los tiempos”, es decir, el cumplimiento de las promesas y de los preparativos. María es invitada a concebir a Aquel en quien habitará “corporalmente la plenitud de la divinidad” (Col. 2,9). La misión del Espíritu Santo está siempre unida y ordenada a la del Hijo. El Espíritu Santo fue enviado para santificar el seno de la Virgen María y fecundarla por obra divina. Juan, en el Prólogo de su evangelio del Hijo único de Dios a quien llama ahí mismo el Verbo, confiesa: “Y el Verbo se hizo carne, y acampó entre nosotros; y hemos visto su gloria, la gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,14) El misterio de la encarnación es central en la fe cristiana, la caracteriza y la distingue de cualquier otro credo religioso. La encarnación es un acontecimiento que tuvo lugar en un tiempo determinado de la historia, pero su origen está absolutamente más allá de todo el universo. Ha sucedido una única vez y para siempre. Dios: se ha unido a través de su Hijo definitivamente con el hombre y con su creación. Dios no dejará de ser nunca “Dios con nosotros”. El Verbo se encarnó para: Que nosotros conociéramos así el amor de Dios ( 1 Jn 4,9) Para ser nuestro modelo de santidad (Mt 11,29; Jn 14,6) Para hacernos partícipes de la naturaleza divina (2 Pe 1,4;
Jesús es un personaje histórico continúa el padre Santiago Martín, pero no debemos olvidar que es el mismo Jesús de la fe y esto es importante, aclara pues como dice el hoy Emérito Benedicto XVI, en la introducción de su primer libro Jesús de Nazareth, algunos han intentado separar el Cristo histórico del Cristo de la fe, diciendo que todo lo sobrenatural es falso, ello porque han perdido la fe.
“Dios amó al mundo hasta el extremo de entregara su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16) Ser el Hijo Único de Dios es lo central en la persona de Jesús. La filiación divina es su identidad personal. Por eso, antes de aparecer en su realidad débil, pobre y mortal de hombre, ya estaba Jesús precisamente como el Hijo único de Dios, desde la eternidad en el seno del Padre. (Cfr. Jn 1, 1. 14. 18; 17,5; 2 Cor 8,9; Flp 2, 6-11) Al Hijo eterno de Dios, hecho hombre, despojado de su rango, débil sometido al sufrimiento y a la muerte, Dios lo ha constituido, por la resurrección de entre los muertos, en el rango del Hijo poderoso. Durante su existencia mortal, no dejó de ser Jesús el Hijo único y eterno de Dios. En el comienzo de su vida pública, en su Bautismo por Juan, y en su transfiguración, la voz del Padre designa a Jesús como su “Hijo amado” (Mt 3, 17; 17,5). “Padre” era sencillamente el título que Jesús daba a Dios. En la oración, Jesús se dirige a Dios en una forma inmediata, llena de familiaridad y confianza, con las invocaciones “Padre” o “Padre mío”
Jesús hace presente a Dios Padre y su Reino en este mundo. Jesús puede decir con toda verdad “El Hijo no puede hacer nada por su cuenta” (Jn 5,19) “El Padre y yo somos uno”(Jn 10,30) y “Quien me ve a mí, ve al Padre” (Jn 14,10) Jesús, el Hijo, revela el amor del Padre, entregándose total e incondicionalmente a él en amor y obediencia.
Este es el Jesucristo que profesamos en el Credo.
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Noviembre2020
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.
Bibliografía:
- Credo. Youtube. Padre Santiago Martin.
- Partes del misa. Catholic .Net
- Misal Romano.
- https://mercaba.org/rosario.org/CREDO%20EL.pdf.pdf
- Papa Francisco: Las tres etapas para saber quién es Jesúses.aleteia.org › 2020/02/20 › papa-francisco-las-tres-eta...