Homilia es la predicación del sacerdote o del diácono que comenta la Palabra de Dios dentro de la Liturgia, a partir, fundamentalmente, de las lecturas que se han escuchado.
No es un discurso acerca de las ideas personales del que predica, sino una prolongación de la lectura bíblica. Por eso, el que predica debe ser un oyente y un servidor humilde de la Palabra de Dios.
¿Qué fin tiene? Ayudar a los fieles, a los hermanos en la fe, a captar el mensaje que las lecturas transmiten hoy y ahora, ayudándoles en sus necesidades y alentándoles a responder a sus exigencias.
El lenguaje debe ser claro, sencillo, adaptado a los oyentes, encarnado en sus vidas.
¿Quién puede decir la homilía? El Leccionario establece: “la homilía corresponde al sacerdote o diácono.
Así nos lo explica el Papa Francisco en la Catequesis sobre la Eucaristia: “Para hacer llegar su mensaje, Cristo se sirve también de la palabra del sacerdote que, después del Evangelio, da la homilía. Recomendada vivamente por el Concilio Vaticano II como parte de la misma liturgia, la homilía no es un discurso de circunstancia —ni una catequesis como esta que estoy haciendo ahora—, ni una conferencia, ni una clase, la homilía es otra cosa. ¿Qué es la homilía? Es «retomar ese diálogo que ya está entablado entre el Señor y su pueblo», para que encuentre realización en la vida. ¡La auténtica exégesis del Evangelio es nuestra vida santa! La palabra del Señor termina su recorrido haciéndose carne en nosotros, traduciéndose en obras, como sucedió en María y en los santos. Recordad lo que dije la última vez, la Palabra del Señor entra por las orejas, llega al corazón y va a las manos, a las buenas obras. Y también la homilía sigue la Palabra del Señor y hace también este recorrido para ayudarnos para que la Palabra del Señor llegue a las manos, pasando por el corazón.
Ya traté este argumento de la homilía en la exhortación Evangelii gaudium, donde recordaba que el contexto litúrgico «exige que la predicación oriente a la asamblea, y también al predicador, a una comunión con Cristo en la Eucaristía que transforme la vida».
Quien da la homilía debe cumplir bien su ministerio —aquel que predica, el sacerdote o el diácono o el obispo—, ofreciendo un servicio real a todos aquellos que participan en la misa, pero también cuantos la escuchan deben hacer su parte. Sobre todo prestando la debida atención, asumiendo las justas disposiciones interiores, sin pretextos subjetivos, sabiendo que todo predicador tiene méritos y límites.
Si ,a veces hay motivos para aburrirse por la homilía larga o no centrada o incomprensible, otras veces sin embargo el obstáculo es el prejuicio. Y quien hace la homilía debe ser consciente de que no está haciendo algo propio, está predicando, dando voz a Jesús, está predicando la Palabra de Jesús.
Y la homilía debe estar bien preparada, debe ser breve, ¡breve! Me decía un sacerdote que una vez había ido a otra ciudad donde vivían los padres y el padre le dijo: «¡Sabes, estoy contento, porque con mis amigos hemos encontrado una iglesia donde se hace la misa sin homilía!». Y cuántas veces vemos que en la homilía algunos se duermen, otros hablan o salen fuera a fumar un cigarrillo… Por esto, por favor, que sea breve, la homilía, pero que esté bien preparada. ¿Y cómo se prepara una homilía, queridos sacerdotes, diáconos, obispos? ¿Cómo se prepara? Con la oración, con el estudio de la Palabra de Dios y haciendo una síntesis clara y breve, no debe durar más de 10 minutos, por favor. Concluyendo podemos decir que en la Liturgia de la Palabra, a través del Evangelio y la homilía, Dios dialoga con su pueblo, el cual lo escucha con atención y veneración y, al mismo tiempo, lo reconoce presente y operante.
Si, nos ponemos a la escucha de la «buena noticia», seremos convertidos y transformados por ella y, por tanto capaces de cambiarnos a nosotros mismos y al mundo. ¿Por qué? Porque la Buena Noticia, la Palabra de Dios entra por las orejas, va al corazón y llega a las manos para hacer buenas obras.
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Octubre2020
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.