Las religiones al servicio de la fraternidad en el mundo
El capítulo final, desarrolla un tema que el papa Francisco tiene muy en cuenta y en relación al cual ya ha tomado muchas iniciativas. Su premisa básica es que las diversas religiones deben ser capaces de contribuir a una mayor fraternidad a nivel mundial. La cita de los obispos indios es muy poderosa: «el objetivo del diálogo es establecer amistad, paz, armonía y compartir valores y experiencias morales y espirituales en un espíritu de verdad y amor».
El punto de partida es que juntos debemos abrirnos a Dios como el Padre de todos. Debemos unirnos ante Dios como la verdad que trasciende las diversas interpretaciones religiosas. De esta forma, cuando busquemos a Dios con un corazón sincero, nos encontraremos con compañeros de viaje que también están en busca de Dios, sin estar a priori atrincherados en principios ideológicos.
El mundo está en crisis, hoy en día, porque ha surgido una especie de anestesia para lo trascendente que ha hecho de muchos un maestro. Ha sido reemplazada por intereses puramente seculares y materiales que han suplantado completamente los valores trascendentes. Por lo tanto, la Iglesia tiene un papel público que desempeñar en la creación de formas de promover y fomentar la dignidad humana y la fraternidad universal. Aquí, la Iglesia se muestra como una madre.
Desde este punto de vista, la Iglesia también quiere estimar las formas en que Dios trabaja en otras religiones, en línea con lo que se enseñó en el Concilio Vaticano II. Al mismo tiempo, debemos hacer que la melodía del Evangelio suene en nuestros hogares, en nuestros lugares de trabajo, en la política y en el mundo económico. Porque es precisamente esta constante atención a la dignidad de cada ser humano y la construcción de la verdadera fraternidad lo que resuena en el mensaje del Evangelio.
Por supuesto, aquí es donde suena la llamada a la tolerancia y a la apertura en los lugares donde nosotros, como Iglesia Católica, somos una minoría, como lo muestra su mensaje ahora, en su Viaje a Irak; y al mismo tiempo la Iglesia Católica quiere mostrar esta apertura a aquellos que son de una denominación diferente o que profesan una religión diferente e incluso a aquellos que no creen en absoluto. “La visita del Papa a Iraq, sus reuniones con líderes religiosos iraquíes y los lugares religiosos que visitará llevan un mensaje unificador de paz y coexistencia entre todas las comunidades en Iraq, especialmente aquellas de todas las religiones, incluida la comunidad cristiana, que han sufrido a manos del ISIS”.
Continuemos abriéndonos a Dios que no mira con los ojos, sino con el corazón, y que por lo tanto es un Dios de sorpresas. Idealmente, de esta manera podemos lograr una sociedad armoniosa entre las diferentes culturas y religiones. Por eso, cualquier forma de intolerancia religiosa es inaceptable, y ciertamente el terrorismo que resulta de ella.
El Papa y el Gran Imán Ahmed el-Tayeb nos recuerdan que el terrorismo no es a causa de la religión sino de interpretaciones equivocadas de ella. La religión debe estar siempre al servicio del bien común. Nos invitan a asumir la cultura del diálogo como camino, la colaboración común como conducta y el conocimiento recíproco como método y criterio.
La religión nunca puede ser la causa del terrorismo, sino es la pobreza, la opresión y la injusticia mutuas las que forman la base del mismo y que abusan de la religión para cometer actos terroristas. Por ello, los dirigentes religiosos deben hacer todo lo que esté a su alcance para entablar y mantener el diálogo entre ellos, contribuyendo así eficazmente a la paz mundial y suprimiendo todas las formas de extremismo.
En conclusión, el papa Francisco nos recuerda a aquellos que han contribuido verdaderamente a la construcción de esta fraternidad universal, tanto dentro de la Iglesia Católica como fuera de ella: san Francisco de Asís, Martin Luther King, Desmond Tutu, Mahatma Gandhi. Y muy específicamente, el beato Carlos de Foucauld se presenta como un modelo que ha recorrido un verdadero camino de transformación para convertirse en un verdadero hermano de todos los hombres y mujeres. Se convirtió realmente en el «hermano universal».
Concluimos así el estudio de esta Encíclica pero con ello, inicia nuestro compromiso a no ser “cristianos light”, gente apática, adormilada, con falta de interés en la obra, irresponsable e incapaz de asumir liderazgos porque abandonan a medio camino.
El Papa Francisco, a admitido que encuentra inspiración en ‘il poverello d’Assisi’ (el pobrecillo de Asis), en esta ocasión para hacer un llamamiento a la fraternidad y la amistad social y en este llamado debemos involucrarnos todos como Iglesia.
Después de la Lumen Fidei (2013) y la Laudato Si’ (2015), el pasado 3 de octubre 2020, el Papa Francisco entregó al mundo su tercera encíclica, “‘Fratelli tutti’, la segunda con un corte “social” y claramente inspirada por san Francisco de Asís, de quien el Papa ha tomado el nombre, como le hemos podido experimentar, por la forma de dirigirse a todos y proponerles una forma de vida con sabor a Evangelio.
Hemos ido comprendiendo que esta es una encíclica de amplia mirada, que está dirigida no solamente a los católicos.
Tampoco es un elemento singular en el magisterio del pontífice argentino, sino más bien el fruto maduro de un largo recorrido. “Los temas relacionados con la fraternidad y la amistad social estuvieron siempre entre mis preocupaciones…, ha declarado.
He querido recoger en esta encíclica muchas de esas intervenciones colocándolas en un contexto más amplio de reflexión” indica el Papa en el exordio donde prepara al lector.
Como hemos estudiado, los 287 puntos, repartidos entre la introducción y ocho capítulos, el Papa vuelve a incidir en problemas de constante actualidad, como las desigualdades sociales, la inmigración forzada, la cultura del descarte o el cuidado del planeta, aunque también aborda otros más recientes, como la crisis provocada por la pandemia del coronavirus. Frente a estas situaciones, el Santo Padre receta amor fraterno: “Una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite” y esta es la invitación que nos hace también a cada uno de nosotros.