Estamos a unos días de iniciar el Adviento. En el mensaje del Papa Francisco en el 2021 nos decía que “el Adviento es el tiempo propicio para acoger con mucha alegría la venida de Jesús, que viene como mensajero de paz para indicarnos los caminos de Dios; nos recuerda que Jesús nos exhorta a estar preparados para su venida.
El Adviento es el tiempo para hacer memoria de la cercanía de Dios, que ha descendido hasta nosotros. El Profeta Isaías supera esto y le pide a Dios que se acerque más: «¡Ojalá rasgaras los cielos y descendieras!» (Is 63,19).”
Hoy continuamos reflexionando acerca de que nuestro crecimiento humano y espiritual debe ser muy bien atendido. La liturgia de estos últimos días del año litúrgico, nos ha hablado acerca del Reino de Dios, a lo que Jesús nos dice que ese reino ya está en medio de nosotros: aquí, en nuestra vida diaria, en los problemas cotidianos.
Un reino sin fuegos artificiales, sin gestos aparatosos, sin cosas extraordinarias. Pero un reino que cambia el color a nuestra existencia, porque le da un sentido nuevo.
Un reino que nos hace dar un valor de eternidad a todas nuestras acciones.
Un reino que supone divinizar las cosas cotidianas, los pequeños gestos de cada día.
Un reino que da la felicidad no sólo en la alegría sino también en el momento del dolor.
Un reino que posibilita que cumplamos nuestra vocación, que llenemos nuestro corazón de ilusiones grandes, que sigamos un camino que nos realiza como personas.
Un reino que nos despega de los bienes materiales, que son pasajeros, para valorar los del espíritu, que son eternos.
Un Reino que nos atrae hacia la conversiones, por eso podríamos decir que desarrollarse al bien y a la conversión es el fin de cada uno de nosotros, Cristo ha hecho esto posible. Es así, como la conversión a Cristo, y consecuentemente a la Iglesia que el fundó, es la fuente de una esperanza de muchos de los que decimos profesar su fe.
San Juan Pablo II, en la homilía de la misa de clausura de la semana de oración por la unidad de los cristianos 25 de enero de 1997, nos decía: “Jesús se revela plenamente a Pablo como el que ha resucitado de entre los muertos. Al Apóstol se le concede, ver al Justo y oír su voz» (Hch 22, 14). Desde aquel momento, Pablo es constituido «apóstol» como los Doce, y podrá afirmar, dirigiéndose a los Gálatas: «Aquel que me escogió desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo, para que lo anunciase entre los gentiles» (Ga 1, 15-16).
La conversión de Pablo se realiza a través del sufrimiento. Se puede decir que antes fue derrotado en él Saulo, el perseguidor, para que pudiera nacer Pablo, el Apóstol de los gentiles. Su llamada es, quizá, la más singular de un Apóstol: Cristo mismo derrota en él al fariseo y lo transforma en un ardiente mensajero del Evangelio. La misión que Pablo recibe de Cristo está en armonía con la que confió a los Doce, pero con un matiz y un itinerario particular: él será el Apóstol de los gentiles.”
El Emérito Benedicto XVI, en marzo del 2007:, nos afirmaba: “No podemos pensar en vivir inmediatamente un vida cristiana al ciento por ciento, sin dudas y sin pecados. Debemos reconocer que estamos en camino, que debemos y podemos aprender, que necesitamos también convertirnos poco a poco. Ciertamente, la conversión fundamental es un acto que es para siempre. Pero la realización de la conversión es un acto de vida, que se realiza con paciencia toda la vida. Es un acto en el que no debemos perder la confianza y la valentía del camino. Precisamente debemos reconocer esto: no podemos hacer de nosotros mismos cristianos perfectos de un momento a otro. Sin embargo, vale la pena ir adelante, ser fieles a la opción fundamental, por decirlo así, y luego continuar con perseverancia en un camino de conversión que a veces se hace difícil. En efecto, puede suceder que venga el desánimo, por lo cual se quiera dejar todo y permanecer en un estado de crisis. No hay que abatirse enseguida, sino que, con valentía, comenzar de nuevo. El Señor me guía, el Señor es generoso y, con su perdón, voy adelante, llegando a ser generoso también yo con los demás. Así, aprendemos realmente a amar al prójimo y la vida cristiana, que implica esta perseverancia de no detenerme en el camino.”
Y necesitamos convertirnos para como nos dice 1 Cor 3, 16-18:, ser templo de Dios.
La conversión en el texto básico se traduce con las palabras «dar la vuelta» o «volver», cambiando de opinión. Esto significa que ha llegado el fin de nuestra propia forma de pensar, nuestra propia opinión, nuestra propia voluntad. A partir de entonces, estamos preparados para dejarle dirigir y dictarnos en todas las áreas de nuestras vidas.
Entonces podemos funcionar como piedras vivas de la morada de Dios aquí y ahora, es decir, su templo. «¿No sabes que eres el templo de Dios y que el Espíritu de Dios mora en ti?» (1 Corintios 3:16, 1 Pedro 2: 5). Un templo construido con nosotros como piedras vivas.
Es realmente triste y frustrante que un creyente no camine sabiendo que ha sido creado para ser templo del Dios altísimo. El apóstol Pablo dice: ¿ustedes ignoran que somos templo de Dios? y continúa diciendo: “cualquiera que destruya el templo de Dios, Dios le destruirá a él porque el templo de Dios el cual sois vosotros santo es”. No solamente hemos sido creados para ser templo de Dios sino que fuimos creados para ser imagen suya, nuestra mi alma es un templo de Dios. Cristo mismo quiere ser el Rey, el Señor de nuestro corazón. Por eso, tenemos que echar afuera cualquier otro dueño, p.ej. el egoísmo, el dinero, el poder, el placer… Porque Cristo quiere tomar en sus manos, definitivamente, el destino de nuestra vida. Es como si nuestra vida fuese parte de la suya. Tal como Cristo piensa y siente, tal como vive, sufre y se alegra, así he de vivir yo que soy templo vivo de Él.
Es el camino de asemejarme cada día un poco más a Él, de dejarnos transformar en Él. Así podremos alcanzar, algún día, la plenitud del hombre divinizado, tal como San Pablo cuando decía: “No soy yo quien vivo, sino es Cristo quien vive en mi” (Gal 2 20) Será la victoria de lo divino sobre nuestra naturaleza humana.
Y es que Él vive no solo en mi propio corazón, sino también cada cristiano es un templo vivo de Él. De modo que debo ver a Jesús en cada hermano. Debo tratarlo como al señor mismo: con amor, cariño y, sobre todo, con mucho respeto.
El amor encierra en sí, siempre un doble elemento: un donarse y un reservarse, un amarse y un respetarse. Hoy en día el respeto es más necesario aún que el amor. El respeto es el eje del mundo.
A nosotros nos parece que nos rodean sólo hombres, hombres llenos de defectos y limitaciones. Y en verdad es Cristo mismo quien está en cada uno de ellos, aunque no lo reconozcamos.
Si todos somos templo del Espíritu Santo, entonces lo que determina nuestra valía no es lo que tenemos o lo que podemos aportar al mundo, sino nuestra dignidad de ser templos vivos de Dios. Entender esto en nuestra vida es descubrir la riqueza que vive en mi y en mi hermano, aún en el más pobre, aún en las personas con limitaciones físicas o psíquicas, aún en aquellos que no pueden moverse y que están postrados en cama.
Entender esto nos lleva necesariamente a dar un sí a la cultura de la vida y del encuentro y a rechazar la cultura de la muerte y el descarte.
En Juan 4, 23 , Jesús nos dice: “”Pero llega la hora en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren.”
Como le explicaba Jesús a esa mujer samaritana, los que vivimos en el Espíritu no adoramos a Dios en un monte o en un edificio, lo adoramos en Espíritu y movidos por el Espíritu. Entender esto cambia para siempre nuestra forma de orar, dado que aumenta nuestra intimidad y sinceridad.
Ser Templos del Espíritu Santo nos compromete a todos con una misión, enseguida te explico cuál es:
Cristo nos prometió en Hechos 1, 8 “pero cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes, recibirán poder y saldrán a dar testimonio de mí, en Jerusalén, en toda la región de Judea y de Samaria, y hasta en las partes más lejanas de la tierra.”
Como podés darte cuenta esta era una promesa con tarea a bordo: convertirnos en testigos una vez recibiéramos al Espíritu Santo.
Esta promesa vemos que se cumple para los Apóstoles en Pentecostés. De la misma forma, nosotros que también hemos recibido al Espíritu Santo como los Apóstoles, estamos llamados a anunciar a Cristo en el mundo entero, utilizando los dones que cada uno ha recibido de Dios.
Esto no es solo una “amable sugerencia”, esto para los cristianos es casi una obligación. No se concibe un cristiano que no quiera, que no anhele, que no sienta la necesidad de anunciar a Cristo. Por eso San Pablo decía en 1 de Corintios 9, 16: “Para mí no es motivo de orgullo anunciar el evangelio, porque lo considero una obligación ineludible. ¡Y ay de mí si no lo anuncio!”
Al respecto, voy a referirme, a modo de ejemplo, a la historia de Elizabeth Fry (1780-1845), una de esas mujeres extraordinarias quien cumplió la palabra de Dios que dice: “El Señor me ungió con aceite para anunciar las buenas noticias a los pobres, me ha enviado a sanar a los afligidos.” Iss 61,1
Siendo niña Elizabeth, no tenía idea de lo que era ser pobre. Su padre, un banquero, les daba a sus hijos todo lo que necesitaban y más.
Ella tenía un corazón bondadoso y se preocupaba por los pobres, entonces cuando ya era adolescente, al comparar su vida con la de ellos, se comenzó a preguntar si Dios existía. Fue cuando Dios puso en su corazón la idea de hacer algo para ayudar y comenzó a hacer ropa para darles. Además comenzó a enseñar a leer a los niños que no iban a a la escuela porque tenían trabajar duro en las fábricas.
Al ser adulta, comenzó a visitar a los pobres en sus casas, llevándoles ayuda, pero sentía que no era suficiente.
Dios tenía un plan para ella. La llevó a visitar una prisión de mujeres y cuando vio aquel lugar, encontró su propósito. Se convirtió en un ángel para estas mujeres. Oraba por ellas y con ellas; les enseñan a a a llevarse bien y ser justas entre ellas. Cuando ellas quisieron establecer una escuela en la cárcel , Elizabeth las ayudó.
La ayuda a las presas hizo que pasara la vida mejorando las condiciones de los pobres.
Todo esto le trajo fama y eso hizo que consiguiera ayuda de la reina y de otros líderes . Su misión, creció por toda Europa. La vida en las presiones mejoró.
Elizabeth, firme en sus convicciones, nunca se rindió . Se enfrentaba a los que iban contra ella y luchaba hasta que conseguía las cosas.
Después de este ejemplo claro de cómo estamos llamados a anunciar a Cristo en el mundo entero, utilizando los dones que cada uno ha recibido de Dios y siguiendo con el ser Templos del Espíritu Santo, vamos a reflexionar en que tu cuerpo como creación de Dios es para Dios. Formidables y maravillosas son tus obras” así es como el rey David describe la creación por parte de Dios de los seres humanos (Salmos 139:14). David alabó a Dios por esa maravillosa obra llamada el cuerpo humano. Existen muchas referencias en la Biblia en donde el cuerpo humano es comparado con un templo (Juan 2:21; 1 Corintios 6:19).
Existe un propósito detrás de todas las cosas que Dios hace, y la creación del cuerpo humano no es la excepción. Uno de los propósitos más importantes de esta vida, es crecer en el carácter justo de Dios. A través de su morada en nosotros por el poder de su Espíritu Santo, nos ayuda a cumplir ese propósito en la vida que va a permitir que vivamos por siempre en su familia.
El apóstol Pablo aclaró el propósito del cuerpo humano cuando les dijo a los hermanos en Corinto: “¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, Y seré su Dios, Y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré” (2 Corintios 6:16-17).
Pablo explicó que Dios va a morar en los hombres por el poder del Espíritu Santo. ¿Si nuestros cuerpos son para servir como templo o morada del Espíritu Santo, tiene Dios unas expectativas específicas de cómo debemos tratar y cuidar nuestros cuerpos?
Nuestro cuerpo es un mundo, es una vida, es el templo que cada ser humano tiene y es por esto que debemos amarlo, cuidarlo y sobre todo respetarlo a como de lugar. Aquí te ayudamos a resolver la pregunta sobre ¿cómo cuidar nuestro cuerpo físico?
Para cuidar nuestro cuerpo podemos seguir prácticas sencillas que te ayudarán a mantener la forma, y sobre todo, saber plantearte objetivos si lo que quieres es un cambio, pero que nunca vayan en contra de tu naturaleza.
1. Acéptate tal y como eres
Quiérete, ámate y respétate, pues si no lo haces tú, ¿quién lo hará? El aceptarnos tal cual somos es el primer paso para estar bien con nosotros mismos y con las personas que se encuentran en nuestro alrededor.
2. Haz ejercicio
Digamos que el ejercicio es una de las partes más importantes del día. En primer lugar, te podrás mantener en forma, por otro lado, tu circulación mejorará y tendrás tiempo para pensar y relajarte. De verdad que no necesitas estar mil horas, con 30 o 45 minutos de actividad física diariamente será más que suficiente.
3. Come lo más sano posible
Actualmente, nos vemos rodeados de comida transgénica llena de conservadores, así que para respetar nuestro cuerpo es súper importante tener una dieta balanceada. Intenta comprar algunos productos básicos como los huevos y la leche en lugares de comida orgánica. Recuerda que las grasas buenas son indispensables para el buen funcionamiento de nuestro cuerpo. En cuanto empieces a comer sanamente tendrás mucha más energía y podrás realizar tus actividades cotidianas de una mejor manera.
4. Toma 2 litros de agua al día
Estar bien hidratados es una forma de querernos y de respetar nuestro cuerpo; así que no olvides que es súper importante que tomes dos litros de agua todos los días. Poco a poco verás que tu cerebro irá funcionando de mejor manera; y tu piel también te lo agradecerá infinitamente.
Sin embargo, una de las prioridades que deberíamos tener en nuestra agenda de cosas por hacer, ya que nuestro estado de salud es primordial para tener una vida sana, es realizarnos un chequeo médico anual y así validar cómo se encuentra nuestra salud.
Es importante prevenir algo antes de que suceda, existen tres niveles de prevención que debemos tener en cuenta.
1. Prevenir los riesgos de sufrir una enfermedad antes que ésta aparezca.
2. Detectar una enfermedad a tiempo para tener la posibilidad de controlarla y eliminarla.
3. Minimizar el daño ya causado por alguna enfermedad.
Lo ideal es estar alerta y lograr que no lleguemos a la tercera etapa.
Si nos realizamos una evaluación médica personalizada y completa una vez al año estaremos contribuyendo a cuidar nuestra salud, para que así podamos gozar de una vida plena y saludable libre de riesgos.
Repasemos un poquito acerca del bienestar emocional para tener buena salud.
La salud emocional es una parte importante de la salud general. Las personas que son emocionalmente saludables tienen el control de sus pensamientos, sentimientos y comportamientos. Son capaces de hacer frente a los desafíos de la vida. Pueden mantener los problemas en perspectiva y recuperarse de los contratiempos. Se sienten bien con ellos mismos y mantienen relaciones saludables.
Ser emocionalmente saludable no significa que sea feliz todo el tiempo. Significa que es consciente de sus emociones. Puede lidiar con ellas, ya sean positivas o negativas. Las personas sanas emocionalmente también sienten estrés, enojo y tristeza. Pero saben cómo manejar sus sentimientos negativos. Pueden saber cuándo un problema es más de lo que pueden manejar solos. También saben cuándo buscar ayuda de su médico.
La investigación muestra un vínculo entre un estado mental optimista y signos físicos de buena salud. Estos incluyen una presión arterial más baja, un menor riesgo de enfermedad cardíaca y un peso más saludable.
Hay muchas formas de mejorar o mantener una buena salud emocional.
- Sea consciente de sus emociones y reacciones.Observe lo que lo pone triste, frustrado o enojado. Intente abordar o cambiar esas cosas.
- Exprese sus sentimientos de manera apropiada.Informe a las personas cercanas a usted cuando algo le molesta. Mantener ocultos los sentimientos de tristeza o enojo aumenta el estrés. Esto puede causar problemas en sus relaciones y en el trabajo o la escuela.
- Piense antes de actuar.Dese tiempo para pensar y estar tranquilo antes de decir o hacer algo de lo que pueda arrepentirse.
- Maneje el estrés. Aprenda métodos de relajación para lidiar con el estrés. Estos podrían incluir respiración profunda, meditación y ejercicio.
- Aspire al equilibrio.Encuentre un equilibrio saludable entre el trabajo y el juego, y entre la actividad y el descanso. Tómese tiempo para hacer las cosas que disfruta. Concéntrese en las cosas positivas en su vida.
- Conéctese con otros. Haga una cita para almorzar, únase a un grupo y salude a los extraños. Necesitamos conexiones positivas con otras personas.
- Encuentre propósito y significado.Descubra qué es importante para usted en la vida y concéntrese en eso. Podría tratarse del trabajo, su familia, una acción de voluntariado, cuidado u otra cosa. Dedique tiempo a hacer lo que le parezca significativo.
- Manténgase positivo.Concéntrese en las cosas buenas de la vida. Perdónese por cometer errores y perdone a los demás. Pase tiempo con personas sanas y positivas.
Por otro lado,la atención clínica de la salud mental que integra la psicología y la salud del comportamiento con la sabiduría de la espiritualidad, la religión y la teología ayuda a aliviar los síntomas de las enfermedades, fomenta las habilidades para enfrentar problemas y ayuda a cambiar los comportamientos negativos, según las creencias básicas de la asesoría pastoral, un campo en el cual el Rev. Santos tiene mucha experiencia.
“Las creencias espirituales o religiosas son parte de lo que traen los pacientes con ellos cuando entran al salón de asesoría – no las dejan en la puerta”, afirmó el Rev. Santos, psicoterapeuta licenciado quien supervisa el programa de psicoterapia ambulatoria en del Departamento de Servicios de Care & Counseling de Baptist Health. “Una psicoterapia exitosa ayuda a los pacientes a conectarse o a reconectarse con sus recursos espirituales y sociales para así poder resolver sus problemas. La asesoría espiritual integrada les ofrece a los pacientes conocimientos que se pueden practicar a medida que se presenten crisis a través del ciclo de la vida”.
Término con la última frase del texto del Papa Francisco, con respecto al Adviento: “Pidamos al Niño Dios que se acerque tanto a nuestro corazón, que lo sintamos parte de nuestro ser; Él quiere acercarse, pero nos corresponde a nosotros decir sin cesar: “¡Ven!”.
Ven a completar en nosotros tu Obra Señor, pero no olvidemos que nos toca a nosotros hacer nuestra parte.
Canción
Bibliografía:
https://www.es.catholic.net/op/articulos/55323/meditacionBoletin.html?eti=7190#modal
https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2022/11/10/tu-reino-ahora/
https://www.palabrasbiblicas.net/que-significa-ser-el-templo-de-dios/
https://vidaesperanzayverdad.org/relaciones/buena-salud/el-templo-del-espiritu-santo/
https://www.zankyou.com.mx/p/respeta-tu-cuerpo-todos-los-dias-las-formas-mas-efectivas-para-lograrlo
https://es.familydoctor.org/salud-mental-como-mantener-su-salud-emocional/
https://es.catholic.net/op/articulos/42419/cat/901/templos-de-dios.html#modal
https://www.luchoevangeliza.com/2021/08/que-significa-ser-templos-del-espiritu.htm
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Noviembre 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.