Hola mis queridos lectores, hoy seguimos nuestro camino de Adviento de la mano de San José y vamos a meditar acerca de su Fe.
Nos explica el Papa Francisco en su Carta Apostólica “Patris Corde” que “después de María, Madre de Dios, ningún santo ocupa tanto espacio en el Magisterio pontificio como José, su esposo. Mis predecesores han profundizado en el mensaje contenido en los pocos datos transmitidos por los Evangelios para destacar su papel central en la historia de la salvación: el beato Pío IX lo declaró «Patrono de la Iglesia Católica»[2], el venerable Pío XII lo presentó como “Patrono de los trabajadores”[3] y san Juan Pablo IIcomo «Custodio del Redentor»[4]. El pueblo lo invoca como «Patrono de la buena muerte»[5].
Por eso, continua el Pontífice, al cumplirse ciento cincuenta años de que el beato Pío IX, el 8 de diciembre de 1870, lo declarara como Patrono de la Iglesia Católica, quisiera —como dice Jesús— que “la boca hable de aquello de lo que está lleno el corazón” (cf. Mt 12,34), para compartir con ustedes algunas reflexiones personales sobre esta figura extraordinaria, tan cercana a nuestra condición humana. Este deseo ha crecido durante estos meses de pandemia, en los que podemos experimentar, en medio de la crisis que nos está golpeando, que «nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes —corrientemente olvidadas— que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo. […] Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos»[6]. Todos pueden encontrar en san José —el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta— un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad. San José nos recuerda que todos los que están aparentemente ocultos o en “segunda línea” tienen un protagonismo sin igual en la historia de la salvación. A todos ellos va dirigida una palabra de reconocimiento y de gratitud.”
Pues, concretando en la virtud de la Fe, virtud a través de la cual aceptamos las verdades que nos han sido reveladas por Dios directamente en la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. La fe ilumina nuestro entendimiento para poder comprender lo que es invisible ante nuestros ojos y hacerlo visible a nuestro corazón.
Vemos que Dios le revela a san José a través de uno de sus Ángeles que el hijo que María esperaba, fue engendrado por el Espíritu Santo y salvaría al pueblo de todos los pecados. Es aquí donde san José da su FIAT, de la misma manera que María entrega a Dios su “hágase en mí según tu palabra”.
Con esto, nos da una gran lección de fe. Pero, ¿qué es la fe? Nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica que “la fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y revelado” (CEC 1814). Y, San José nos demuestra con este acto que es un hombre de una fe firme.
Y no solamente en esta ocasión tuvo fe en los planes de Dios, sino en el resto de su vida, podemos ver como san José dejó que Dios fuera el autor de cada paso que dió en su vida. En el Evangelio podemos ver que la voluntad de Dios se le revelaba a san José por medio de sueños en cuatro ocasiones distintas. En todas ellas, san José decide dar cambios radicales en su vida y confiar, como lo hizo al aceptar a su futura esposa embarazada, huir a Egipto, regresar a Israel, e irse a vivir a Nazaret.
Así, San José nos enseña la valentía que se esconde tras un acto de fe, sea grande o pequeño, un acto de fe siempre va a implicar un desprendimiento de uno mismo, de querer tener el control de las cosas, de pensar que yo conozco mejores caminos que Dios.
Entonces, cada vez que decidimos tener fe, le decimos a Dios “me someto libremente a tu voluntad.” Después de una noticia tan fuerte como la que san José recibió, aprendemos de él a tener fe, y saber que Dios que es Todopoderoso y Omnipotente y tiene un camino para mí mejor del que yo pueda planear.
Hoy, a siete días de la Navidad, Dios también te quiere hablar a ti. No tengas miedo de confiarle tus cosas al Dios que te creó, que te conoce y que te ama. Abre tu corazón para estar atento a los planes que tiene para ti y responde con fe. Recuerda que solos nunca podremos, siempre necesitaremos de su gracia y de los dones del Espíritu Santo para poder dar ese salto de fe en las situaciones más complicadas de nuestra vida.
<
p class=”p1″>El Papa Francisco nos dice en la Patris Corde: “Así, José nos enseña que tener fe en Dios incluye además creer que Él puede actuar incluso a través de nuestros miedos, de nuestras fragilidades, de nuestra debilidad. Y nos enseña que, en medio de las tormentas de la vida, no debemos tener miedo de ceder a Dios el timón de nuestra barca. A veces, nosotros quisiéramos tener todo bajo control, pero Él tiene siempre una mirada más amplia.”
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Diciembre 2021.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.