Marta es hermana de María y de Lázaro y vivía en Betania, pequeña población distante unos cuatro kilómetros de Jerusalén, en las cercanías del Monte de los Olivos. Algunos estudiosos indican que Marta debió ser la mayor, pues en el relato se la ve actuar como la anfitriona y en ocasiones se la menciona primero (Juan 11:5).
Jesús Nuestro Señor vivía en Galilea pero cuando visitaba Jerusalén acostumbraba hospedarse en la casa de estos tres discípulos en Betania, que, tal vez, habían cambiado también su morada de Galilea por la de Judea.
Analicemos algunas características de la personalidad de Marta y su enseñanza para nuestra vida:
- Inquieta y turbada: Marta tenía mucho que ver con que aquel hogar fuera tan acogedor y agradable. Era una mujer hacendosa que siempre andaba trajinando por la casa, y para la visita de Jesús no iba a ser menos. De modo que planeó una comida especial con muchos platos que deleitaran a su distinguido huésped y a sus posibles acompañantes. La hospitalidad era muy importante en la sociedad de aquel tiempo. Cuando llegaba un invitado, lo recibían con un beso, le quitaban las sandalias, le lavaban los pies y le untaban el cabello con un relajante aceite aromático (lea Lucas 7:44-47). En cuanto a su alojamiento y comidas, ¡no podía faltar ningún detalle! Sin duda, Marta y María tenían mucho trabajo que hacer. María —a quien a veces se describe como la más sensible y reflexiva de las dos— seguramente ayudó a su hermana al principio, pero las cosas cambiaron en cuanto llegó Jesús. Él aprovechó la ocasión para impartir sus enseñanzas, ¡y con qué maestría lo hacía! A diferencia de los líderes religiosos de su día, Jesús respetaba a las mujeres y con gusto les hablaba del Reino de Dios, el tema de su ministerio.María, entusiasmada, se sentó a los pies del Maestro, atenta a cada palabra que salía de su boca. Todos conocemos el resto de la historia, entonces veamos cuál es la enseñanza de la personalidad de Marta para nuestra vida. Por ejemplo, nos enseña que no debemos permitir que nada nos impida satisfacer nuestra “necesidad espiritual” (Mat. 5:3). Además, al recibir invitados, queremos imitar el espíritu generoso y diligente de Marta; sin embargo, nunca debemos inquietarnos tanto por los aspectos prácticos que nos perdamos lo más importante. Cuando estamos en compañía de nuestros hermanos, nuestro principal objetivo no debe ser disfrutar de un banquete, sino, sobre todo, estimularnos unos a otros y compartir dones espirituales (lea Romanos 1:11, 12). La comida más sencilla puede dar lugar a una ocasión sumamente fortalecedora.
- Humilde y obediente: ¿Aceptó Marta el consejo de Jesús? No hace falta especular. El apóstol Juan, en la introducción del apasionante relato de Lázaro, nos dice: “Jesús amaba a Marta y a su hermana y a Lázaro” (Juan 11:5). Habían pasado meses desde la última vez que Jesús estuvo en Betania, y está claro que Marta no estaba dolida con él ni le abrigaba ningún rencor. Todo lo contrario: había aceptado su consejo de buena gana. También en este campo Marta nos da un magnífico ejemplo de fe, pues ¿quién no necesita de vez en cuando algún tipo de corrección?
- Mujer de fe: Cuando Lázaro se enfermó, Marta sin duda se encargó de cuidarlo. Hizo todo lo que pudo para que se sintiera mejor y se recuperara; sin embargo, empeoraba cada vez más. Pasaban las horas, y sus hermanas, que lo atendían con esmero, veían que nada parecía funcionar. Al ver que el estado de Lázaro no iba a mejorar, las hermanas enviaron un mensaje a Jesús. Pero ¿llegaría a tiempo? Si esta era la esperanza que abrigaban Marta y María, no tardó en derrumbarse: Lázaro murió. Jesús aparece 4 días después, nos dice el relato.
Con ese ímpetu que la caracteriza, incluso en este momento tan sombrío de su vida, se levanta y, sin decirle ni una palabra a María, corre al encuentro de Jesús (lea Juan 11:18-20).
En cuanto Marta ve a su Maestro, expresa en voz alta el pensamiento que por días ha estado atormentando a las dos hermanas, si hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto”. De seguro, ver de nuevo a Jesús le abre la herida de su angustiado corazón, pues se trata del único ser en el mundo que podía haber evitado aquella tragedia. Pero mientras habla allí con él, en las afueras del pueblo de Betania, se va mitigando su profundo dolor. En pocos minutos siente cómo la dulce mirada y la profunda compasión de Jesús la reconfortan una vez más.
Él le hace preguntas que la ayudan a centrarse en su fe y en su creencia en la resurrección. De hecho, la conversación lleva a Marta a pronunciar estas memorables palabras: “Yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, Aquel que viene al mundo” (Juan 11:27).Con todo, no ha perdido su fe y esperanza, pues añade: “Y sin embargo, actualmente sé que cuantas cosas pidas a Dios, Dios te las dará”. Al instante, Jesús le dice algo que fortalece su fe: “Tu hermano se levantará” (Juan 11:21-23). Qué fe tan impresionante! A pesar de que ciertos maestros religiosos conocidos como los saduceos negaban la resurrección, Marta creía firmemente en esta enseñanza tan clara de las Escrituras (Dan. 12:13; Mar. 12:18). Sabía que Jesús enseñaba la esperanza de la resurrección y que incluso les había devuelto la vida a algunas personas, aunque hasta la fecha a nadie que hubiera estado muerto tantos días como Lázaro. ¡Si Marta supiera lo que está por ocurrir…! Entonces, Jesús hace una impactante declaración que confirma que su Padre le ha dado la autoridad para que en el futuro realice resurrecciones a escala mundial.
Este relato demuestra que la resurrección de los muertos no es una simple ilusión; es una consoladora enseñanza bíblica probada con hechos reales (Job 14:14, 15). Dios y su Hijo desean recompensar la fe de sus siervos, como lo hicieron en el caso de Marta, María y Lázaro. Y no nos quepa la menor duda: también nosotros recibiremos innumerables bendiciones si cultivamos una fe fuerte y profunda.
- Mujer de servicio: El relato bíblico menciona a Marta solo una vez más. Es al principio de la última semana de la vida de Jesús en la Tierra. Como sabía muy bien las pruebas que le aguardaban, Jesús volvió a alojarse en el tranquilo hogar de sus amigos en Betania. Desde allí caminaba los tres kilómetros (dos millas) que lo separaban de Jerusalén. Jesús y Lázaro estaban cenando en casa de Simón el leproso, y entonces se nos presenta por última vez a nuestra protagonista: “Marta estaba sirviendo” (Juan 12:2). No podía ser de otra manera: la primera vez que leemos sobre ella en la Biblia la encontramos trabajando, y la última también la dejamos trabajando, siempre esforzándose al máximo por atender las necesidades ajenas. Hoy en día, la iglesia disfrutan de tener mujeres como Marta, mujeres resueltas y generosas, cuya fe las impulsa a desvivirse por los demás. Sin duda, Marta siguió demostrando una fe así, y gracias a esta fe, pudo sobrellevar los difíciles momentos que le esperaban.
Queda claro que Marta era una mujer de gran fe. Y aunque la Biblia no habla mucho sobre ella, su ejemplo nos enseña importantes lecciones para nuestra vida.
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Julio 2020
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.