Procedamos con pureza, sabiduría, paciencia y amabilidad; con la fuerza del Espíritu Santo y amor sincero, con palabras de verdad y con el poder de Dios.
¿Cómo pueden nuestras familias, con todas sus imperfecciones y desafíos, ser un vivo reflejo de la Trinidad? El Papa Francisco reconoce que las familias no caen del Cielo ya completamente formadas, sino que para conseguirlo deben atravesar cada día muchos problemas y retos diarios.
“Que la Virgen María, mujer de la escucha dócil y de la obediencia feliz, nos ayude a acercarnos cada vez más al Evangelio, para ser cristianos ¡no “de fachada”, sino de sustancia!”
Nunca debemos apartarnos de Dios, necesitamos de su ayuda tanto en nuestra debilidad como en nuestra vida cotidiana. Examen de conciencia, meditación y reconciliación y Eucaristia, son la fórmula de una vida mejor y más plena.
¿Cómo vivimos nosotros la Eucaristía? ¿Cómo vivimos la Misa, cuando vamos a Misa los domingos? ¿Es sólo un momento de fiesta? ¿Es una tradición bien establecida, que se hace? ¿Es una ocasión para encontrarnos o para sentirnos bien, o es algo más?
La liturgia de hoy, aunque parecería lejano a nosotros, es de gran actualidad pues todavía nos encontramos con hermanos que piensan que el cumplimiento de la “ley”, al margen del Espíritu, les dará vida.
El Señor nos pide hacer brillar su fuerza resucitada y resucitadora, el interruptor para que se prenda esa luz es la fe. Somos llamados a ser luz del mundo y a darle sazón bueno para que se realice la transformación de esta sociedad.
Salvando las distancias, Jesús nos dice algo parecido a cualquiera de nosotros: Tú sígueme y que nada, ni nadie, ni la situación de otras personas, te impidan seguirme: “Tú sígueme”
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