La humildad cristiana consiste en decir la verdad: “Soy pecador, soy pecadora”. Decir la verdad: es esta nuestra verdad. Pero hay otra: Dios nos salva. Pero nos salva allí, cuando nos marginamos; no nos salva en nuestras seguridades..

En el mundo se esconde un vacío, una sed que se trata de sustentar con cosas sucedaneas, Dios es el  único que nos completa, por eso
la Iglesia nos invita hoy, a la particular adoración de Dios, a rendir una adoración particular al Padre “en espíritu y verdad”. 

La liturgia de hoy nos invita a identificarnos con la Misericordia de Dios y así no juzgar, no condenar, no creernos merecedores; sino acogernos al Amor Misericordioso y ser misericiosos con el pecador arrepentido.

La liturgia de hoy nos da una gran enseñanza: el apoyo en lo humano se da mientras su corazón se aparta de Dios”. El drama es dejar de lado a Dios, Él, que nos conoce y a quien no podemos engañar. Él, que es el único que puede obrar una transformación en el corazón del ser humano.

Señor atiéndeme. Oye lo que dice mis adversarios. Acaso se paga bien con mal?…”, nos dice el texto de la primera lectura y hoy solo en ello centraremos nuestra meditación, pues creo es una de las grandes luchas espirituales que a diario tratamos de combatir; El bien y el mal, qué deben significar para nuestra vida espiritual?