Maria Madre de los Dolores
Hoy, nos indica el Papa Francisco, nos hará bien detenernos un poco y pensar en el dolor y las penas de Nuestra Señora. Ella es nuestra madre. Y cómo los trajo, cómo los trajo bien, con fuerza, con llanto: no era un llanto falso, era precisamente su corazón destruido por el dolor.
La Virgen nunca pidió nada para sí misma, nunca. Sí, para los demás. Pensemos en Caná, cuando va a hablar con Jesús. Nunca ha dicho: «Soy la Madre, mírame: seré la Reina Madre». Ella nunca dijo eso”.
La Virgen “no pidió algo importante para ella, en el colegio apostólico. Sólo que ella acepta ser madre. Acompañó a Jesús como discípula, porque el Evangelio muestra que siguió a Jesús: con sus amigos, con las mujeres piadosas, siguió a Jesús, escuchó a Jesús.
Una vez que alguien la reconoció: «Ah, aquí está la madre», «tu madre está aquí»… ella estaba siguiendo a Jesús, hasta el Calvario.
Y allí, de pie… la gente seguramente dijo: «Pero, pobre mujer, cómo sufrirá», y los malos seguramente dijeron: «Pero, ella también tiene la culpa, porque si lo hubiera educado bien esto no habría terminado así». Allí estaba, con el Hijo, con la humillación del Hijo.
Honrar a la Virgen María es decir: «Esta es mi Madre», porque ella es Madre. Y este es el título que recibió de Jesús, justo ahí, en el momento de la Cruz. Tus hijos, tú eres la madre. No la nombró primer ministro ni le dio títulos de «funcionalidad». Sólo «Madre».
No se pidió a sí misma ser casi-redentora o co-redentora: no. El Redentor es uno solo y este título no se duplica. Sólo discípula y madre. Y así, como madre debemos pensar en ella, debemos buscarla, debemos rezarle.
Ella es la Madre. En la Iglesia Madre. En la maternidad de la Virgen vemos la maternidad de la Iglesia que recibe a todos, buenos y malos: a todos.
Hoy nos hará bien detenernos un poco y pensar en el dolor y las penas de Nuestra Señora. Ella es nuestra madre. Y cómo los trajo, cómo los trajo bien, con fuerza, con llanto: no era un llanto falso, era precisamente su corazón destruido por el dolor.
La piedad cristiana ha recogido los dolores de la Virgen y habla de los ‘siete dolores’.
El primer dolor, sólo 40 días después del nacimiento de Jesús, la profecía de Simeón que habla de una espada que atravesará su corazón.
El segundo dolor, piensa en la huida a Egipto para salvar la vida de su hijo.
El tercer dolor, esos tres días de angustia cuando el niños se quedó en el templo.
El cuarto dolor, cuando Nuestra Señora se encuentra con Jesús en el camino del Calvario.
El quinto dolor de la Virgen María es la muerte de Jesús, ver al Hijo allí, crucificado, desnudo, muriendo.
El sexto dolor, el descenso de Jesús de la cruz, muerto, y lo toma en sus manos como lo había tomado en sus manos más de 30 años antes en Belén.
El séptimo dolor es la sepultura de Jesús.
Y así, la piedad cristiana sigue este camino de Nuestra Señora que acompaña a Jesús.
Nos hará bien detenernos un poco y decirle a Nuestra Señora: «Gracias por haber aceptado ser Madre cuando el Ángel te lo dijo, y gracias por haber aceptado ser Madre cuando Jesús te lo dijo.
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Abril 2021
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.