Buenos días mis estimados lectores. Agradezco que en este momento estén leyendo esta meditación que como todas, nace de mi reflexión personal.
Precisamente hoy meditando en uno de los comentarios de la primera lectura de la liturgia (Gen 44, 18-21. 23-20; 45, 1-5) que trata de cuando los hermanos de José, el hijo de Jacob que había sido vendido y del cual les he hablado en otras meditaciones, al tratar el tema del libro Plan B del capítulo 6, Los latigazos. Bueno pues es de esto de lo que trata este pasaje del Génesis.
Pues bien este comentario dice que igual que a José y a los seguidores de Jesús, también a nosotros sus seguidores en el siglo XXI, en el primer tiempo de nuestra vida, en nuestra vida terrena vivida en unión con Jesús, nos puede ir bien o nos puede ir no tan bien. Pero a todos sus seguidores en el segundo tiempo de nuestra vida nos va a ir muy bien, nos espera el mismo Jesús para invitarnos al banquete de su amor, y regalarnos la felicidad total y para siempre.
Los altibajos son partes innegables de nuestra vida, porque existirán momentos en que uno se encuentra en la cima, pero también existirán momentos en que se está en la planicie. Lo que hay es que aprender cuando se está en los altos: ser humilde y agradecido y cuando se está en los bajos: ser fuerte y constante.
A lo antes dicho, nace una pregunta: ¿Cómo reaccionamos con los altibajos de la vida? Nunca vamos a estar en un momento en que pudiésemos decir: todo está en calma y funciona como deseamos. De hecho, los pocos momentos cuando nos sentimos así. Notemos, cómo reaccionamos, después de haber pasado adversidades e infortunios, llega un momento en que parece en que todo se suaviza por un corto tiempo y las cosas nos salen bien y pensamos con cierta desconfianza: algo va a pasar, porque todo nos ha salido maravilloso y lo que hacemos en momentos así, en vez de agradecer a Dios, comenzamos a sospechar de su bondad y a presagiar desgracias. No podemos olvidar que también la vida cristiana tiene sus picos y sus valles. A veces alcanzamos cumbres apasionantes de gozo y felicidad; otras, nos desmoralizamos, nos sentimos abandonados y nos hundimos en la soledad.
Creo que el Señor quiere que veamos los altibajos de la vida a través del prisma de la fe. Ya sea que tomemos una decisión correcta o una equivocada, son muchas las cosas positivas que podemos aprender. De hecho, creo que es posible sacar el mismo provecho, y en algunos casos hasta más, de nuestras pifias.
Las decisiones atinadas suelen reportarnos bendiciones y una buena conexión con Dios. Las desatinadas, aunque a menudo nos alarguen y compliquen el camino, también nos pueden dejar inapreciables enseñanzas y contribuir a nuestro desarrollo como personas. Si aprendemos a acudir al Señor para que nos guíe a pesar de nuestras malas decisiones, ese camino escabroso en que nos encontramos puede conducirnos al arrepentimiento y a una relación más estrecha con Él. Las decisiones erradas también nos permiten entender mejor los fallos de los demás. A la larga nuestro amoroso Padre nos ayuda a atravesar esas dificultades y salir adelante dotados de mayor prudencia y sensatez y mejor preparados para la siguiente etapa de nuestro desarrollo espiritual.
Jesús, por Su sacrificio, puede hacer en última instancia que nuestros errores y malas decisiones redunden en mayores victorias. Pero nosotros debemos permitir que lo haga. El Señor no nos condena. Puede conducirnos a la situación propicia para que extraigamos de nuestra vida y circunstancias las enseñanzas que personalmente necesitamos.
Quisiera terminar esta meditación con el siguiente párrafo del libro del libro Plan B: Todos los días tenemos que tomar esta decisión, dice Andy Stanley. ¿Voy a definir a Dios al interpretar mis circunstancias o simplemente voy a confiar en que Dios es quien El dice que es?
La decisión no es sencilla, pero puede marcar toda la diferencia. Es una decisión que puedes hacer cada día, sin importar qué esté ocurriendo.
Invitar a Jesús a formar parte de tu vida es la mejor decisión que puedes tomar. Solo tienes que pedírselo.
Oremos
En este momento señor te doy gracias por tu infinita misericordia, gracias señor porque tus oídos están atentos a mi oración. Hoy vengo ante tu presencia, para que sanes mi corazón, y lo alinees a tu palabra, tú conoces mis necesidades, sabes todo lo que siento, ahora mismo te pido en el poderoso nombre de Jesús que me ayudes a sentir esa paz que sobre pasa todo entendimiento.
Señor, te pido perdón por las ocasiones en que he pensado que me has abandonado, y por haberte reclamado, e incluso haberte culpado, por los momentos difíciles que he vivido. Este pasaje me ha traido luz a mi vida y ahora reconozco que todo lo has hecho tú para mi salvación, porque me amas.
Saca de mi corazón toda angustia, toda desesperación que no provienen de ti, sino de las tiemblas, activa en mi espíritu la serenidad de tu espíritu santo, para caminar con la luz de tu amor.
Te suplico, cúbreme con tus alas de amor, para que la paz llenen todo espacio vacío, y que salga de mi la incredulidad, la impaciencia, el temor, la angustia. Padre eterno dame de esa paz que serena mi alma. Amén
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Julio 2021
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.