Hoy querido lector, vamos a meditar sobre nuestra libertad de decidir. Difícil, verdad, asegurar que somos libres de decidir viviendo en una sociedad consumista.
Pues Victor Frankl, nuevamente nos motiva cuando afirma que nadie puede decidir por nosotros. Nadie puede obligarnos a sentir o a hacer algo que no queremos, tenemos que vivir en libertad. No podemos estar donde no nos necesiten ni donde no quieran nuestra compañía. No podemos entregar el control de nuestra existencia, para que otros escriban nuestra historia. Tal vez tampoco podamos controlar lo que pasa, pero sí decidir cómo reaccionar e interpretar aquello que nos sucede.
Y díganme ustedes si, no es cierto, que lo más hermoso que hay, es poder hacer aquello que quiero porque me siento libre. Una persona sin independencia es como si estuviese muerta.
La capacidad de tomar nuestras propias decisiones y desarrollar nuestra vida cotidiana de acuerdo con nuestra voluntad y preferencias es fundamental para la dignidad humana. Todos tenemos derecho a esta autonomía e independencia.
Y Baxter Kruger en su libro “El regreso a la Cabaña, libro que les recomiendo, claro después de leer La Cabaña de Paul Young. Pues bien, Kruger nos cuenta que una vez le preguntó a Paul (el autor de La Cabaña), cuál era su frase favorita de su libro. Y afirma que le respondió de inmediato: Esto es fácil. “La libertad es un proceso creciente”. Queremos una solución rápida, pero no es así como funciona la vida. La libertad de Vivi siendo mamado no es del tipo de cosas que suceden de la noche a la mañana. Escuchar a Papá (así llama Paul Young y los que nos enamoramos a través de él a Dios) requiere tiempo. Estamos muy heridos y ciegos y cargamos mucho bagaje que nos impide escuchar. La Vida, las historia, las guerras y las golpizas, los padres abusivos, los sistemas corruptos y nuestro propio mundo invisible de suposiciones y prejuicios se confabulan en cuenta nuestra, gritándonos que Dios es como el verdadero papá de Mac (personaje del libro). No es posible que éste a favor nuestro. Y si Dios no está a favor nuestro, seguramente no querríamos escuchar que grite nuestro nombre.
Y precisamente hace un rato, buscando el mensaje del Papa Francisco para el evangelio de hoy (Mt 8, 5-17, encontré este texto que les quisiera transcribir, pues creo que muchas veces no tomamos la decisión de ser libres porque, como el centurión, no nos creemos dignos de que el Señor venga a nuestro corazón. Pues bien este texto nos responde a ese cuestionamiento del “¿Por qué el hombre debería ser amado por Dios? No hay razones evidentes, no hay proporción… Tanto es así que en gran parte de las mitologías no está contemplado el caso de un dios que se preocupe por las situaciones humanas; es más, estas son molestas y aburridas, completamente insignificantes. Recordemos la frase de Dios a su pueblo, repetida en el Deuteronomio: “Piensa, ¿qué pueblo tiene a sus dioses cerca de sí, como vosotros me tenéis a mí cerca de vosotros?”. ¡Esta cercanía de Dios es la revelación! Algunos filósofos dicen que Dios puede pensar solo en sí mismo. En todo caso, somos los humanos los que intentamos impresionar a la divinidad y resultar agradables a sus ojos. De aquí el deber de “religión”, con la procesión de sacrificios y devociones a ofrecer continuamente para congraciarse con un Dios mudo, un Dios indiferente. No hay diálogo. Solo ha sido Jesús, solo ha sido la revelación de Dios antes de Jesús a Moisés, cuando Dios se presentó; solo ha sido la Biblia la que nos ha abierto el camino del diálogo con Dios. Recordemos: “¿Qué pueblo tiene a sus dioses cerca de sí como tú me tienes a mí cerca de ti?”. Esta cercanía de Dios que nos abre al diálogo con Él.
Un Dios que ama al hombre, nosotros nunca hubiéramos tenido la valentía de creerlo, si no hubiéramos conocido a Jesús. El conocimiento de Jesús nos ha hecho entender esto, nos ha revelado esto. Es el escándalo que encontramos grabado en la parábola del padre misericordioso, o en la del pastor que va en busca de la oveja perdida (cfr Lc 15). Historias de este tipo no hubiéramos podido concebirlas, ni siquiera comprenderlas, si no hubiéramos encontrado a Jesús. ¿Qué Dios está dispuesto a morir por los hombres? ¿Qué Dios ama siempre y pacientemente, sin pretender ser amado a cambio? ¿Qué Dios acepta la tremenda falta de reconocimiento de un hijo que pide un adelanto de la herencia y se va de casa malgastando todo? (cf. Lc 15,12-13).
Es Jesús que nos revela el corazón de Dios. Así Jesús nos cuenta con su vida en qué medida Dios es Padre. Tam Pater nemo: Nadie es Padre cómo Él. La paternidad que es cercanía, compasión y ternura. No olvidemos estas tres palabras que son el estilo de Dios: cercanía, compasión y ternura. Es el modo de expresar su paternidad con nosotros. Nosotros imaginamos con dificultad y muy de lejos el amor del que la Santísima Trinidad está llena, y qué abismo de mutua benevolencia existe entre Padre, Hijo y Espíritu Santo. Los iconos orientales nos dejan intuir algo de este misterio que es el origen y la alegría de todo el universo.
Sobre todo, estaba lejos de nosotros creer que este amor divino se expandiría, alcanzando nuestra orilla humana: somos el fin de un amor que no tiene igual en la tierra. El Catecismo explica: «La santa humanidad de Jesús es, pues, el camino por el que el Espíritu Santo nos enseña a orar a Dios nuestro Padre» (n. 2664). Y esta es la gracia de nuestra fe. Realmente no podíamos esperar vocación más alta: la humanidad de Jesús —Dios se ha hecho cercano en Jesús— ha hecho disponible para nosotros la vida misma de la Trinidad, ha abierto, ha abierto de par en par esta puerta del misterio del amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.”
Siguiendo con la filosofía de Victor Frankl , recuerda esta afirmación “Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: La última de las libertades humanas-la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino- para decidir su propio camino”.
Oremos
Jesús; nuestro Maestro, adoro tu Corazón que tanto a amado a los hombres y nada ha escatimado por ellos. Creo en tu amor infinito hacia nosotros, y te doy gracias por los valiosos dones que has concedido a la humanidad, especialmente por el Evangelio, la Eucaristía, la iglesia, la vida Consagrada, María como nuestra Madre y tu misma vida entregada por los hombres.
Dulce Corazón de mi amable Salvador Jesús, confío y confiaré siempre en tu bondad; y por el corazón de tu Madre, te pido que no desfallezca nunca mi confianza en ti, a pesar de las contrariedades y pruebas que vengan a mi vid, para que, habiendo sido mi consuelo en vida, seas mi refugio en la hora de la muerte y mi gloria por la eternidad. Amén.
¡Sagrado Corazón de Jesús en vos confío porque se que me amas!
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Junio 2021
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.