Hoy queridos lectores quisiera que reflexionáramos sobre la hipocresía y para ello me permito iniciar con Rosario Diana que en un articulo nos proporciona una definición lexical: la hipocresía consiste en la “simulaciónde buenos sentimientos y loables intenciones con la finalidad de engañar a alguien” (Zingarelli, 2000: 949), el origen etimológico del término descansa en el verbo griego hypokrinesthai, el cual, entre sus varios significados, el que mejor se ajusta es el de “representar un personaje”. De esta manera, el epónimo de todos los hipócritas empedernidos, Tartufo, ( Un ‘tartufo’ es por antonomasia un ‘hombre hipócrita y falso’ (DRAE), por alusión al protagonista de la comedia epónima ‘Tartuffe o el Impostor’ de Moliere (1.669), quien popularizó dicho personaje que ya existía en la ‘commedia’ italiana: el ‘tartufo’ era y es la ‘trufa’ en lengua italiana) para lograr obtener la confianza del patrón con el cual se hospeda y de ésta forma poder sustraerle los bienes, incluida la mujer (la cual, sin embargo, no cae en la trampa). él lleva consigo una “máscara” para esconder su “rostro”; manda adelante la “apariencia” de sí, la “sombra” y esconde la “persona” (Molière, 2010: 23, primer acto, escena VI) asegurándose que sus interlocutores vean la primera y no perciban la segunda: debe entonces ser “desenmascarado” (Molière, 2010: 59, cuarto acto, escena IV). El hipócrita, es decir, aquél que quiere “parecer lo que no es” (Quevedo, 1972: 165), quiere parecer “mejor” (Ottonello, 2009: 26), simula una conducta diferente de lo normal; y el personaje que representa debe tener el carácter fundamental, no tanto de la coherencia construida —aunque ésta sea necesaria para no crear sospechas—, sino aquel de la visibilidad absoluta; mejor dicho, mientras más se vea lo exterior mejor se esconde el interior: la dimensión exageradamente ostensiva, ya evidenciada en el Evangelio de Mateo, es funcional para el cumplimiento de la intención engañadora.
Entonces, nos dice Antonio Cejas en un artículo ¿cómo hacer para valorar las circunstancias o las situaciones para poder opinar sin caer en la hipocresía? Debemos primero analizar la circunstancia concreta de cada caso, pues está bien decir “la droga es mala para todos” dado que es nuestra convicción, lo que está mal es decir “la droga es mala para los pobres”, ya que esta premisa está vacía de contenido moral pero llena de prejuicios, ¿cómo se puede alegar que una cosa es buena para algunos pero mala para otros sin ningún parámetro objetivo?
Este es un caso claro de hipocresía. Tomamos una postura, pero ante una circunstancia somos totalmente prejuiciosos e ignoramos la premisa que creíamos correcta. Ante esto, creo que existen (al menos) dos respuestas del porqué somos hipócritas: la primera, es que sucumbimos ante la presión social e ignoramos nuestras creencias o valores propios para encajar; la segunda, es que estamos tan vacíos de contenidos que ni siquiera tenemos creencias propias, lo que conlleva a que defendamos cosas en las que no creemos o ni siquiera entendemos.
Ojo, vale aclarar que el que creamos en algo no quiere decir que necesariamente debamos aplicarlo en todo momento en nuestras vidas, pero si mínimamente debemos defender el ideal y luego, analizada la circunstancia específica, aplicar lo que creamos mejor para dicho caso. Esto es, a mi parecer, ser práctico. Hipócrita es quien ante una misma situación o misma circunstancia, o sin ninguna justificación objetiva, cambia de parecer.
Es importante que entendamos esta diferenciación, porque se nos presentarán cientos de ocasiones en donde seguramente debamos de ser lo más prácticos posibles, pero siempre debemos tratar de no volvernos hipócritas, porque seremos aquello que los griegos pensaban, solo simples actores, viviendo con las máscaras puestas.
El Papa Francisco nos explica que «el Señor en el Evangelio habla numerosas veces de la hipocresía» y «contra los hipócritas».
Existen «los hipócritas de la casuística: son los intelectuales de la casuística», que «no cuentan con la inteligencia de encontrar y explicar a Dios»; permanecen sólo en la «casuística: “hasta aquí se puede, hasta aquí no se puede”»; son «cristianos intelectuales sin talento». Otros, en cambio, son los de los preceptos, que llevan al pueblo de Dios por un camino sin salida —prosiguió—. Son «eticistas» sin bondad. No saben lo que es la bondad. Son «eticistas»: «se debe hacer esto, esto, esto…». «Llenan de preceptos», pero «sin bondad». Y se adornan con «mantos, con muchas cosas para aparentar ser majestuosos, perfectos»; sin embargo «no tienen sentido de la belleza. Llegan sólo a una belleza de museo».
«El Señor habla de otra clase de hipócritas, quienes se mueven en ámbito sacro». Este caso es el más grave —advirtió el Santo Padre—, porque roza el pecado contra el Espíritu Santo. «El Señor habla de ayuno, oración y limosna —dijo—: los tres pilares de la piedad cristiana, de la conversión interior que la Iglesia nos propone a todos en Cuaresma. Y en este camino están los hipócritas, que presumen al hacer ayuno, al dar limosna, al rezar. Pienso que cuando la hipocresía llega a ese punto, en la relación con Dios estamos bastante cerca del pecado contra el Espíritu Santo. Éstos no saben de belleza, no saben de amor, no saben de verdad; son pequeños, viles»…
No dudó el Papa Francisco en referirse «a la hipocresía en la Iglesia». «¡Cuánto mal nos hace a todos!» —exclamó—. Incluso porque «todos nosotros tenemos la posibilidad de convertirnos en hipócritas». Por ello invitó a pensar en Jesús, «que nos habla de rezar en lo secreto, perfumar la cabeza el día del ayuno y no tocar la tromba cuando hacemos una obra buena»…
Ante estos enfoques que podremos hacer, mi opinión personal es practicar los antónimos de la hipocresía cuales son lealtad, sinceridad y claridad y como creyente seguir el consejo del Papa Francisco: “No todo está perdido. Una ayuda para emprender «el camino contrario» viene de lo que dice Pablo en su segunda carta a los Corintios (9, 6-11): «nos habla de largueza, de alegría —prosiguió el Santo Padre—. Todos hemos tenido la tentación de la hipocresía. Todos. Todos los cristianos. Pero todos tenemos también la gracia, la gracia que viene de Jesucristo, la gracia de la alegría, la gracia de la magnanimidad, de la largueza». Pues bien: si «el hipócrita no sabe lo que es la alegría, no sabe lo que es la largueza, no sabe lo que es la magnanimidad», Pablo nos indica un camino alternativo hecho precisamente «de alegría, largueza y magnanimidad»…y afirma el Pontífice. “En esto, en la oración —aseguró, citando la parábola de Jesús del Evangelio de Lucas (18, 9-14)—, «nos hará bien la imagen tan bella del publicano: “Ten piedad de mí, Señor, que soy un pecador”. Y esta es la oración que nosotros debemos hacer todos los días, con la conciencia de que somos pecadores, con pecados concretos, no teóricos. “
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Agosto 2021
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.