Debido a que todo envejece rápidamente y nuestras circunstancias externas nos desgastan, ¿De qué manera podemos ser renovados en una forma práctica y diaria?
La clave es nuestro espíritu. Para ser renovados, debemos volvernos a nuestro espíritu, donde el Espíritu divino mora. Mientras hacemos esto, Él imparte vida al resto de nuestro ser. Cuando ponemos nuestra mente en nuestro espíritu, prestamos atención a nuestro espíritu y ejercitamos nuestro espíritu, damos la oportunidad al Espíritu a que se extienda a nuestra mente, emoción y voluntad.
Ciertamente, volvernos a nuestro espíritu es un desafío, especialmente cuando pasamos por circunstancias difíciles. Sin embargo, es necesario ejercitar nuestro espíritu.
Cada día, especialmente en la mañana, podemos ejercitar nuestro espíritu por medio de la oración para así recibir el Espíritu Santo por medio de la Palabra; mientras oramos con la Palabra de Dios, somos reavivados con un fresco suministro de vida. Y no sólo eso, también somos renovados un poco más conforme la vida divina se extiende a nuestra alma. Entre más recibimos al Espíritu viviente divino en la Palabra, más se renovarán nuestras partes internas. la vejez de nuestros pensamientos naturales, nuestros sentimientos naturales y nuestras decisiones naturales son purificados y el nuevo elemento de Dios se añade a nosotros, renovando cada parte de nuestro ser hasta que llegamos a ser una nueva creación.
Esto, ocurrió con los discípulos, y así, como nos dice el Papa Francisco en la homilìa del Domingo de la Fiesta a la Divina Misericordia, “misericordiados’, los discípulos se volvieron misericordiosos. Lo vemos en la primera Lectura. Los Hechos de los Apóstoles relatan que «nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo lo tenían en común» (4,32). No es comunismo, es cristianismo en estado puro.
Y es mucho más sorprendente si pensamos que esos mismos discípulos poco tiempo antes habían discutido sobre recompensas y honores, sobre quién era el más grande entre ellos (cf. Mc 10,37; Lc 22,24). Ahora comparten todo, tienen «un solo corazón y una sola alma» (Hch 4,32). ¿Cómo cambiaron tanto? Vieron en los demás la misma misericordia que había transformado sus vidas.
Descubrieron que tenían en común la misión, el perdón y el Cuerpo de Jesús; compartir los bienes terrenos resultó una consecuencia natural. El texto dice después que «no había ningún necesitado entre ellos» (v. 34). Sus temores se habían desvanecido tocando las llagas del Señor, ahora no tienen miedo de curar las llagas de los necesitados. Porque allí ven a Jesús. Porque allí está Jesús. En las llagas del necesitado.”
Así, también nosotros, cada día podemos disfrutar más del rico suministro de esta vida nueva de Dios a fin de ser reacondicionados, renovados y remodelados en nuestro ser. Mientras permanecemos en este proceso de ser renovados, nuestra mente, emoción y voluntad serán tan nuevas como nuestro espíritu, y expresaremos plenamente esta nueva vida, como ¡Aquel que es nuevo!
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Abril 2021
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.