La alegría, nos dice el Papa Francisco, debería ser la seña de identidad del cristiano. Y, sin embargo, hay hermanos nuestros que arrastran una gran tristeza en su vida. Ahí está, en torno a ello, la gran frase de Teresa de Ávila: “un santo triste es un triste santo”. Es cierto que la vida presenta muchas situaciones capaces de traer tristeza…; precisamente, tener esperanza, incluso contra todo pronóstico, es la mejor terapia. Y la alegría muy profunda, muy íntima, que surge de la fe en Dios ayuda y mucho…”
La alegría , nos dice el padre Santiago Martin en el folleto Maria Camino de perfección; es interior, y se manifiesta más por la sonrisa que por la risa, por La Paz que por el ruido.
“Qué sonrisa luciría la Virgen, afirma el padre Marcelino de Andrés, en un articulo “Maria la Virgen Alegre! Sonrisa delicada y amable en su trato con el prójimo, con los cercanos y lejanos, con los simpáticos y antipáticos; con todos. Sonrisa agradecida para con los pastores de Belén, los Magos de Oriente, y todo el que le hizo algún bien por pequeño e insignificante que haya sido. Sonrisa comprensiva y misericordiosa ante aquel buen posadero que no pudo ofrecerles un lugar apropiado en su posada; y también ante las incomprensiones, las calumnias y molestias recibidas de tantos otros. Sonrisa admirativa ante las maravillas incompresibles que Dios obró en su vida y que rodearon la de su Hijo.
Sonrisa indulgente cuando el pequeño Jesús le hacía alguna de sus travesuras inocentes; o cuando intuía que José y el niño, confabulados, le querían gastar una broma. Sonrisa curativa de las angustias de José cuando el trabajo no iba bien y llegaba a casa sin sestercios suficientes. Sonrisa generosa ante el desconsuelo de los marginados y necesitados que acudían a Ella cuando ya sólo podía ofrecerles lo que era necesario en casa, acompañado de su sonrisa. Sonrisa pícara y confiada de María, al decirles en Caná a los criados: “haced lo que Él os diga…”, sabiendo que Jesús no parecía estar muy de acuerdo en adelantar su hora… Sonrisa festiva en momentos grandes e importantes como al presenciar el nacimiento de Juan el Bautista, o al celebrar cada cumpleaños de Jesús y de José, o al abrazar a Jesús, entre lágrimas de alegría, aquella mañana espléndida del domingo de resurrección.
También sonrisa sufrida tantas veces, pero al cabo sonrisa, en los momentos de prueba y dolor. Sonrisa siempre y sonrisa en todo. Sonrisa eterna de María.
Pero ¿de dónde le brotaba a María tan exuberante felicidad? ¿Qué producía en Ella semejante manantial de dicha? “¿Cuál es la fuente misteriosa, oculta de tal alegría?”, se preguntaba Juan Pablo II en un breve discurso pronunciado en mayo hace algunos años. La respuesta no pudo ser otra: “Es Jesús, al que Ella ha concebido por obra del Espíritu Santo”. Uno sólo es el origen, una sola la fuente: Jesús, Dios. María se sabía con Él y Él copaba su ser entero, impregnándolo de gozo hasta los tuétanos. Estaba llena de gracia, llena de Dios y por tanto, llena de la más auténtica y genuina felicidad. Toda esa alegría hecha sonrisa en su rostro no era más que una leve manifestación al exterior del volcán en ebullición que la presencia de Dios producía dentro de su corazón…”
Es alegre, afirma también el padre Martin aquel que esta contento con lo que tiene legítimamente, incluso en las cruces de la vida, porque sabe que estas cosas tienen un sentido y las acepta para ofrecérselas al Señor colaborar con El en la redención del mundo… además de que su alegría nacía de la esperanza y de la certeza de que las promesas de Dios iban a cumplirse, a su tiempo. Su dicha procedía de lo que Dios le daba, mientras se lo daba, en lugar de ver lo que le faltaba….
A María, continua el padre Marcelino, le faltaron muchas cosas durante su vida: riquezas, honores, fama, placeres corporales; y no por eso disminuyó ni una pizca la plenitud de su alegría. Porque tenía a Dios y para Ella tener a Dios era su riqueza, su honor y su más intenso placer. Supo convivir alegremente con todas esas privaciones.
María tuvo que pasar por muchos calvarios íntimos y muy amargos; y en ninguno de ellos se opacó el brillo de su dicha. Porque en Dios tuvo siempre un consuelo infalible y en Él se apoyó siempre como fortaleza indestructible. Fue capaz de hacer lo que pocos hombres consiguen: sufrir con alegría.
La vida de María estuvo sembrada de manifestaciones de la voluntad de Dios sumamente incompresibles y difíciles de aceptar. Viajar a Belén en tan delicado estado. Dar a luz a su Hijo en una cueva-establo y reclinarlo en un pesebre. Huir a Egipto. Aceptar que una espada atravesara su alma. Sufrir la soledad después de tal compañía. Padecer en su alma con su Hijo su pasión y muerte. Y en cada una de estas circunstancias obedeció no con mera resignación, sino con la alegría propia de quien ama y cree y confía en Dios.
Qué difícil nos resulta a nosotros sonreír cuando nos asaltan tan leves motivos para llorar o estar tristes. Qué imposible nos resulta a veces aceptar con alegría interior las pequeñas cruces y sufrimientos que Dios permite en nuestras vidas. Qué pocos hay entre nosotros que sepan encajar con ánimo alegre todas las privaciones, del tipo que sean, que vienen a ¿despintar? nuestra existencia. ¿No será que nos falta lo fundamental para ser felices que es Dios? O es que quizá Dios no lo es todo para nosotros. Lo tenemos arrinconado en el alma. Ya no le damos tanta importancia como a otras muchas cosas. Y ¿por qué esas otras cosas no nos hacen dichosos? ¿No será que los verdaderos motivos de nuestra felicidad son caducos, pasajeros e inconsistentes y no poseemos un fundamento indestructible donde apoyarla?
Concuerdan ambos sacerdotes en que El secreto de la alegría perenne de la Santísima Virgen es el secreto de la felicidad de todo hombre. María fue feliz porque tenía a Dios y lo amaba en el cumplimiento fiel de su voluntad sobre Ella. No hay otro camino.
Adriana Gil, motivadora, nos invita a seguir varios pasos para sonreír:
– Aférrate a tu sueño. No se trata de sobrevivir, sino de vivir
– Muéstrale al mundo que eres valiosa. Convierte en esto.
– Confía en que la vida te da oportunidades. Búscalas
– Confía primero en Dios y luego ti mismo en tus talentos, en tus dones, en tus habilidades
- Educa a los problemas. Enfréntalos, casi siempre ellos te hacen desarrollar agilidades que nos sabias tenias
- Ama. Amar es un arco de la voluntad. Yo decido…
- Mira lo bueno de la vida.
- Descubre el mar de tus habilidades y potencialidades y ponlas al servicio de los demás.
- No dejes de valorarte. Eres Templo del Espíritu Santo.
- Llena tu corazón de felicidad. Haz lo que te hace feliz, lo que disfrutas,
- Confía con todas las fuerzas en Dios y ámalo con todo tu corazón, con todas tus fuerzas, con todo tu ser.
La imitación a ella, concluye el padre Martin, es una invitación a experimentar que solo Dios es capaz de hacernos felices y que con El, podemos saborear los dones que El nos ha dado, concertando en ellos nuestra mirada en lugar de estar siempre fijándonos en lo que podríamos tener o haber tenido, en lo que tuvimos y perdimos…
El domingo estaremos celebrando la fiesta de Nuestra Señora Auxiliadora de los Cristianos o Maria Auxiliadora y en ella vamos a tener presenta, entonces que es “Auxiliadora” porque nos trae un importante “auxilio” de Dios. El título de “María Auxilio de los Cristianos”, expresa la mediación de María respecto de la humanidad. Como Madre del Redentor, por fuerza y mérito de la corredención, Ella es la ayuda para la humanidad necesitada de redención; hoy también nosotros que nos sentimos muchas veces socavados por la angustia de la crisis que estamos viviendo, de las privaciones, de una economía disminuida, de la ansiedad e incertidumbre, pidámosle el auxilio para nuestra mente y nuestro corazón y tener la certeza que ella tuvo de que no debemos ser santos tristes, sino alegres porque vamos a tener esperanza como ella de que lo tenemos todo, tenemos a Dios y lo tenemos que amar en el cumplimiento fiel de su voluntad sobre cada uno de nosotros. Digámosle como ese estribillo del Himno a Maria Auxiliadora: Virgen Santísima, ruega por mí.
Les invito a que hagamos la siguiente oración que nos dejaba Teresa de Calcuta:
Señor, renueva mi espíritu y dibuja en mi rostro sonrisas de gozo por la riqueza de tu bendición.
Que mis ojos sonrían diariamente por el cuidado y compañerismo de mi familia y de mi comunidad.
Que mi corazón sonría diariamente por las alegrías y dolores que compartimos.
Que mi boca sonría diariamente con la alegría y regocijo de tus trabajos.
Que mi rostro dé testimonio diariamente de la alegría que tú me brindas. Amén
Os aliento a estar felices, a sonreír, porque el Señor está cerca. Un abrazo a todos, no tengáis miedo…
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Mayo 2020
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.
Bibliografía:
Texto del padre Santiago Martin en su folleto Maria Camino de perfección.
https://es.catholic.net/op/articulos/3719/cat/844/maria-la-virgen-alegre.html#modal
https://www.archisevilla.org/un-santo-triste-un-triste-santo/
https://virgensantamaria.org/nuestra-senora-auxiliadora-de-los-cristianos/