https://youtu.be/uXve5bGSSug
- 1 Jn 2, 3-11
- Sal 95
- Lc 2, 22-35
Hoy como ayer la liturgia nos invita a detenernos a reflexionar sobre la importancia de la Luz del Señor. En la primera lectura nos indica San Juan que “quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza y en el evangelio San Lucas al indicarnos el gozo que exulta Simenón ante la presencia del niño Jesús, proclama que es Luz que alumbrará las naciones y gloria de su pueblo Israel”
Esto nos lleva a meditar en cómo nosotros como nos dice Lucas 8, 16-18 “vosotros sois la luz del mundo” Somos luz: gracias a la luz podemos distinguir la realidad que nos rodea. Nos facilita desenvolvernos en ella con facilidad. Ser luz para otros es dejar que los valores de Jesús se manifiesten en nuestra vida y orienten nuestro camino. No caminamos en la noche. Seguimos a alguien que va con nosotros manifestando por dónde debemos seguir. Viviendo así, nos convertimos en luz para los otros. También facilitando a los demás el conocimiento de este Jesús que a nosotros nos motiva. Hay muchos momentos en que esto podemos llevarlo a cabo, desde nuestra relación más cercana, hasta nuestra actitud general ante la vida y los acontecimientos.
También nos lleva a meditar en que muchas veces no somos luz pues tenemos sentimientos contrarios a la luz hacia nuestros hermanos.
Te propongo el siguiente examen: Pregúntemonos
– ¿En que reino estás, en el de las tinieblas, o en el de la luz? ¡En el reino de la luz, por supuesto!, probablemente responderemos. Sin embargo, pasemos esta declaración por el examen de la palabra de Dios (1 Jn. 2.9): El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas.
Sigamos nuestro cuestionamiento: ¿Hay algún hermano a quien aborreces? ¿Hay alguien en tu familia, trabajo o grupo apóstolico a quien no amas?
– Oh no, – diremos, probablemente. Yo no aborrezco a nadie. Yo no odio a nadie.
¡Ah, un momento! Somos acaso conscientes, de que aborrecer no es odiar; aborrecer es un término más suave. Es tener en menos, no apreciar, poner en segundo plano a alguien. Entonces pensemos ¿Hay alguno a quien menospreciamos? ¿Hay alguien de quien seguramente decimos: “A ése, la verdad es que no lo paso”? Pues, eso es aborrecer. Si “no lo podemos pasar”, lo aborrecemos. Y si aborrecemos a un hermano, dice Dios que todavía estamos viviendo en las tinieblas.
Si tú no amamos , estamos en tinieblas y tropezamos con nuestros hermanos.
El que ama…en él no hay tropiezo reza el texto. De modo que aunque el otro venga como un toro enfurecido, podremos evitar el encontronazo. Dos no tropiezan si uno no quiere.
En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los que están todavía en tinieblas, todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios (3:10). Y si no es de Dios, ¿de quién es?
Muchos también dicen: – No, yo no aborrezco a nadie.
– ¿Y a fulano de tal?
– No, no. Con él no tengo nada.
¡Justamente ese es el problema! ¡No tener nada! ¡Tendrías que tener algo! Tendrías que tener amor. Aquí ya no se nos dice, el que no aborrece, sino, el que no ama. Si no tienes nada, no tienes amor. Y San Juan señala claramente que el que no ama no es de Dios. Mientras que “aquel que cumple su palabra, el amor de Dios ha llegado a su plenitud y precisamente en esto conocemos que estamos unidos a El. El que afirma que permanece en Cristo debe vivir como El vivió.”
El Niño nacido en Belén por nosotros es “luz para alumbrar a las naciones”, a cada hombre. Él ilumina nuestra conciencia de tal modo que nos muestra la verdad de nuestros actos, como dice Simeón él dejará “clara la actitud de muchos corazones”. Sin esa luz, cada hombre quedaría atrapado en los límites de su capacidad para conocer la verdad sobre el bien para el que ha sido creado. Quedaría encerrado en sus apreciaciones subjetivas, siendo incapaz de distinguir la verdad de lo que nos parece o sentimos, confundiendo los deseos con la realidad, pero como afirma el Papa Francisco, “el pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz”. Una de las particularidades del pueblo creyente pasa por su capacidad de ver, de contemplar en medio de sus “oscuridades” la luz que Cristo viene a traer. Ese pueblo creyente que sabe mirar, que saber discernir, que sabe contemplar la presencia viva de Dios en medio de su vida, en medio de su ciudad”.
Concluimos con la Oración Colecta, pidiéndoles a nuestro Señor que así como con la luz de su venida ahuyentó las tinieblas del mundo, nos mire con rostro sereno, para que sobreabundemos en toda alabanza, proclamando la Gloria de su Nacimiento; y con el Salmista cantemos y bendigamos la grandeza del Señor.
Bibliografía:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2022/12/29/el-nino-es-nuestra-luz-y-salvacion/
- https://www.univa.mx/blog/ustedes-son-sal-de-la-tierra-y-luz-del-mundo-mt-5-13-16/
- https://es.catholic.net/op/articulos/11767/cat/504/llevaron-a-jesus-a-jerusalen-para-presentarle-al-senor.html#modal
- https://www.sigueme.net/estudios-biblicos/el-que-no-ama-a-su-hermano
Palabra de Vida Mes de Diciembre 2022
“Confíen en el Señor para siempre, porque el Señor es una Roca eterna” (Isaías 26, 4) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Dciembre 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.