https://youtu.be/evjS1SyxaM8
- 2 Sam 11, 1-4. 5-10. 13-17
- Sal 50
- Mc 4, 26-34
La liturgia de hoy nos invita a reflexionar si realmente somos simientes de Dios .
La palabra simiente viene del latín sementis y alude tanto a la semilla de un fruto como a cualquier causa que permite crear algo.
También es correcto decir que todos los cristianos reciben al nacer la simiente de Dios, que representa la sabiduría y el amor de Cristo, y la de la serpiente, que se conoce con el nombre de pecado original, y que heredan desde sus más lejanos antepasados, según la biblia: Adán y Eva.
La primera lectura nos insta a guardar la pureza de los ojos y del corazón, es algo que no está de moda, además muchos presumen de que pueden ver u oír lo que sea que no les afecta, pero nada más lejos de la realidad.
Es un relato sencillo, nos dice el comentario de las Hermanas Dominicas, y que muestra claramente cómo el corazón del hombre se puede desviar si vive superficialmente y se deja seducir por los deseos mundanos. El Rey David no está dónde le corresponde, pues mientras el ejército está luchando, él se ha quedado en su palacio tranquilamente. Y es justamente en ese momento cuando la concupiscencia de los ojos lo domina y le lleva a desear impuramente a Betsabé. Y ya sabemos todo lo que sigue.
El Rey David es un hombre como tú y como yo, por lo cual tampoco nosotros estamos libres de pecar.
Dios sabe que somos débiles, afirma la reflexión del sitio Evangelización Activa, por eso nos invita, ante todo, a evitar las ocasiones de pecado; y si el pecado nos sorprende y nos toma sin suficiente fuerza, es mejor reconocer nuestra miseria y dejar que Dios tome inmediatamente cartas en el asunto, de lo contrario, hemos visto hasta dónde nuestra naturaleza puede llegar en su maldad.
No permitas que el pecado te domine, mantén tu vida lejos de las ocasiones de pecado y busca por todos los medios fortalecer la gracia, esto hará de tu vida una experiencia de paz.
Debemos recordar continuamente que como nos explica el análisis del texto de evangelio de hoy en el sitio Arquidiócesis de Madrid, nosotros somos simiente de Dios. No nos damos cuenta de los cuidados de Dos con nosotros, y nos creemos plantones fuertes e invencibles, que jamás nos faltará agua, ni nos atacará la araña roja, el sol saldrá cada día para alimentarnos y los pájaros no se atreverán a picotear nuestros frutos. ¡Qué ilusos somos! Nos creemos tan fuertes y la más mínima helada puede acabar con nosotros. Nunca nos daremos cuenta de los desvelos de Dios con nosotros. Si no fuese suficiente el entregar a su propio Hijo para preparar la tierra donde podamos crecer, cuida que nunca nos falte el agua del bautismo que nos dio para vivir cada día. En todo momento nos defiende de las plagas y parásitos que nos rodean con la luz del Espíritu Santo. Nos pone unas guías para crecer rectos y aprovechar la luz del sol con nuestros padres, sacerdotes y amigos buenos. Convierte nuestros pecados, nuestras hojas secas y muertas, por la obra de su misericordia en abono que nos alimenta y nos ayuda a crecer y de lo malo saca bueno. Nos rodea de cariño para que lo que comenzó siendo una semilla insignificante tenga toda la fuerza para crecer alta y vigorosa…, y después de todo esto seguimos presumiendo de “nuestros logros y virtudes”.
El Reino de Dios es sólo para los humildes, para los que se saben pequeños en muy buenas manos, para los que reconocen la grandeza de Dios y su infinita misericordia con nosotros. Y entonces, solamente entonces, daremos nuestros frutos sin pedir nada a cambio, pues damos gratis lo que hemos recibido gratis.
Afirma el Papa Francisco que en el lenguaje evangélico, la semilla es símbolo de la Palabra de Dios, cuya fecundidad recuerda esta parábola. Como la humilde semilla se desarrolla en la tierra, así la Palabra actúa con el poder de Dios en el corazón de quien la escucha. Dios ha confiado su Palabra a nuestra tierra, es decir, a cada uno de nosotros, con nuestra concreta humanidad. Podemos tener confianza, porque la Palabra de Dios es palabra creadora, destinada a convertirse en «el grano maduro en la espiga» (v. 28). Esta Palabra si es acogida, da ciertamente sus frutos, porque Dios mismo la hace germinar y madurar a través de caminos que no siempre podemos verificar y de un modo que no conocemos (cf. v. 27). Todo esto nos hace comprender que es siempre Dios, es siempre Dios quien hace crecer su Reino —por esto rezamos mucho «venga a nosotros tu Reino»—, es Él quien lo hace crecer, el hombre es su humilde colaborador, que contempla y se regocija por la acción creadora divina y espera con paciencia sus frutos.
El salmo 50 que nos ofrece la liturgia de hoy es, nos explica San Juan Pablo II, el Salmo penitencial más intenso y repetido, el canto del pecado y del perdón, la meditación más profunda sobre la culpa y su gracia.
Palabra de Vida Mes de Enero 2022
“En Oriente hemos visto su estrella y hemos venido para adorarlo”. https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Enero 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.