?⛅️ Buenos días. “Señor enséñame a amar como tú nos has amado“. Papa Francisco.
- 1 Cor 1, 1-9
- Sal 144
- Mt24, 42-51
La liturgia de hoy nos invita a Hacer un ALTO y revisar nuestras actitudes y cómo vivimos nuestra vida de fe. Soy un servidor fiel?
En la primera lectura las primeras palabras del apóstol San Pablo, en su saludo a la comunidad, se refiere a ellos como “santos”: “A todos ustedes, a quienes Dios ha santificado en Cristo Jesús y que son su pueblo santo”.
Ya Jesús nos había dicho que esta era la realidad a la que debemos aspirar y en la que debemos de trabajar: nuestra santidad. Sobre todo, porque ÉL mismo nos ha santificado por medio del Espíritu Santo.
No tenemos entonces excusa para no serlo. Basta con dejar que Dios, que nos habita como en un templo, se manifieste en nuestra vida, en nuestros pensamientos, en nuestras palabras. Recordemos como nos dice el texto al final que Dios nos ha llamado a la unión con su Hijo Jesucrito, y Dios es fiel
Es en ese Dios fiel, en el que debemos basar nuestro actuar de cada dia como el servidor fiel y prudente del que nos habla el evangelio y que será dichoso. Ese que nos dice el padre Adrián Martin deberíamos ser cada uno de nosotros, pues a todos El nos ha dado los dones y carismas necesarios para servir a la Iglesia, a la familia y en el trabajo, felices, como si fuera el último día porque no sabemos el día ni la hora.
Es Dios mismo quien nos hace santos, pues “ÉL nos ha santificado”. Sin embargo, espera una respuesta a esta incitativa de santidad. Nuestra oración y nuestra vida sacramental (Eucaristía y Reconciliación) son los elementos para responder a esta gracia.
Por ello, si de alguna manera genérica se debería llamar a los cristianos, sería: SANTOS. No hay excusa para no serlo. ¿Por qué no te decides hoy a ser verdaderamente santo?
Hoy que recordamos aSanta Monica, voy a hacer referencia a aquello que creo que hace Santa a Mónica. Y que ella misma lo dice, por boca de su hijo Agustín, en Las Confesiones: “Sólo os ruego que me recordéis siempre ante el altar del Señor”. Santa Mónica rezó y rezó, pidió a Dios por su hijo descarriado, rogó al Ser Todopoderoso que hiciera que su hijo no se perdiera. Un obispo le llegó a decir un día: “Esté tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas.” Y su hijo no sólo no se perdió, sino que fue bautizado y Mónica lo pudo ver. Y su hijo no sólo no se perdió, sino que constituye actualmente uno de los pílares teológicos de la Iglesia, a la que amaba tanto Santa Mónica.
Este “no sabéis qué día vendrá vuestro Señor” y por tanto esta llamada a “estar en vela” es hoy una invitación a soltar, a relativizar, a centrarnos en lo esencial, a no perder tiempo ni gástanos en luchas inútiles, a cuidar a la gente, a sonreír y decir palabras amables a los otros, más que a vivir enfadados; sobre todo a no perder el tiempo en provocar a nuestro derredor más dolor del que ya existe, no añadir sufrimiento sino poner, en la medida del don recibido, algo de la bondad que hemos recibido de parte de Dios.
Velar y estar preparados debe ser la actitud fundamental en nuestra vida, afirma el padre Yepes en el audio; estar más atentos para reconocer la voz de Dios y su acción en nuestra vida, sobre todo ante tantos distractores que hoy nos acechan y muchas veces nos llevan a olvidar que de Dios somos y a El volveremos; por eso, entonces, es necesario estar en vigilancia, pero no por miedo, como nos indica el padre Martin, sino con alegría poner, nuestra mirada en El que viene; para que así, vivamos cada día en paz y felices, pues seremos llamados bienaventurados.
En el Evangelio de hoy nos habla, también de la muerte, y con ello, de que el hecho de la muerte nos pone de una forma más clara y evidente frente a la verdad de nosotros mismos; nos desnuda de toda prepotencia y orgullo para dejarnos con nuestra vulnerabilidad más viva y llenos de preguntas que tienen que ver con los para qué, con las deudas pendientes, con las esperanzas truncadas y con las que permanecen, con lo que quedó a medias y con lo que aprovechamos; con lo que es irreversible pero también con lo que es todavía posible; con lo que nos hizo sufrir pero también con lo que nos enriqueció; con las relaciones que descuidamos pero también con las que cultivamos.
Y, a propósito de la esperanza, nos explica el Papa Francisco que la esperanza cristiana , no es solo un deseo, un auspicio, no es optimismo; para un cristiano la esperanza es espera, espera ferviente, apasionada por el cumplimiento último y definitivo de un misterio, el misterio del amor de Dios en el que hemos renacido y en el que ya vivimos.
Y es espera de alguien que esta por llegar: es Cristo el Señor que se acerca siempre mas a nosotros, día tras día, y que viene a introducirnos finalmente en la plenitud de su comunión y de su paz.
Dejemos resonar en nuestro corazón esta pregunta ¿Qué significa para mí hoy permanecer en vela, en medio de las situaciones que vivo y en esta etapa de mi vida.
Palabra de Vida Mes de agosto
¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo? (Romanos 8,35
Bendigamos al Señor con nuestro testimonio este día y digámosle:
"Me siento fuerte, sano y feliz porque tengo fe, amor y esperanza".
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Recopilado por Rosa Otárola D, /
Agosto 2020
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.