https://youtu.be/EPgZO0YS-Cg
- 1 Cor 1, 17-25
- Sal 32
- Mt 25, 1-13
Con la liturgia de hoy, el Señor nos invita a ser previsores, a no pretender que podremos ir por la vida improvisando, una actitud muy común.
“Si quieres vivir, tienes que morir”; “si quieres tener, tienes que dar”; “si quieres ser ensalzado, tienes que ser humillado”; “si quieres ser el primero, debes ser el último”, cualquiera que oyera estas afirmaciones como el camino para alcanzar la felicidad, diría: “Este tipo está loco, lo que dice no tiene sentido”. Esta es precisamente la “locura de la cruz”, es la locura predicada por Cristo.
Ciertamente el Evangelio, la Sabiduría de Dios, hoy más que nunca, en este mundo “cientista y tecnificado”, no parece tener mucho sentido. El texto de San Pablo, contrapone la sabiduría humana con la divina. Aquí la sabiduría humana se interpreta como el saber orgulloso del hombre que ignora a Dios. Pablo no desprecia la sabiduría como don de Dios que nos capacita para conocerlo. Nos muestra cómo alcanzarla, dejando que penetre en nuestro corazón el anuncio de Cristo Crucificado, “la predicación de la Cruz es la fuerza de Dios”, nos dice. En la escucha de esa predicación radica la fuente de la sabiduría y de nuestra salvación.
Nos salva porque nos lleva al encuentro con el amor del Señor, por eso el Salmista nos invita a aclamar al Señor, a darle gracias, pues el Amor de Dios llena la tierra. Su palabra es sincera y todas sus aciones son leales.
Este mensaje también choca con la mentalidad actual. En una sociedad donde el placer, el triunfo, el poder y el tener conocimiento de todo en cualquier momento, el anuncio de Jesucristo crucificado parece una necedad o queda reducido a un hecho histórico. Eso muestra que la Palabra hoy es viva y eficaz, y la predicación sigue siendo el vehículo escogido.
Así también, puede chocar ante quienes dicen que en nuestro tiempo, tan dado a cambios y en el que todo sucede aceleradamente tendemos a vivir improvisando, y eso no puede ser bueno si se convierte en una actitud ante las cosas.
En el evangelio de hoy leemos la parábola de las vírgenes necias y las prudentes. Todas sabían que esperaban al esposo, lo único imprevisto era la hora, aunque sabían que iba a acontecer aquella noche… La imagen evoca nuestro encuentro con Cristo. Sabemos que ha de volver, aunque no sepamos el momento concreto.
El tiempo de la vida es el que el Señor nos da a cada uno y no hay que posponer las cosas. Ya desde este instante hemos de vivir preparando nuestro encuentro definitivo con Cristo. Eso significa acoger su amor y practicar la caridad. Es lo que significa ser prudente: ordenar todos los actos de nuestra vida a su destino final, que es el encuentro con el Señor que ha de volver.
El Señor nos recuerda en el Evangelio que hay que estar siempre vigilantes y preparados para encontrarnos con Él.
Vigilar no significa vivir con miedo y angustia. Quiere decir vivir de manera responsable nuestra vida de hijos de Dios, nuestra vida de fe, esperanza y caridad. El Señor espera continuamente nuestra respuesta de fe y amor, constantes y pacientes, en medio de las ocupaciones y preocupaciones que van tejiendo nuestro vivir.
Nuestra vigilancia ha de nutrirse de oración, vida sacramental y, en definitiva, de todas las armas que la Iglesia nos ofrece. Ese es el aceite que nos abre al encuentro con el Señor, porque nos hace conocerlo, reconocerlo y por amor salir a su encuentro. No tenemos que esperar ni al fin de los tiempos, ni al día de nuestra muerte, porque en esta vida vivimos un anticipo del Reino de los Cielos, pues lo llevamos dentro. El problema de no tener aceite en la lámpara nos impide verlo en nuestro día a día. Vamos a oscuras y quedamos excluidos. Dios nos da la Gracia, los medios, nos ayuda a levantarnos, pero sin nuestra respuesta, sin ese cuidado de tomarnos sus cosas en serio lo ignoramos. El ajetreo, las tensiones, las preocupaciones son consumidoras de aceite que, poco a poco, consumen nuestra alegría por la entrega. ¡Necesitamos renovarla siempre!
Nos explica el Papa Francisco; “es necesario vivir el hoy, pero “el hoy que va hacia el mañana”, es decir hacia el encuentro con Dios; si estamos atentos y hacemos el bien correspondiendo a la gracia de Dios, podemos esperar serenamente la llegada del novio. “Y el Señor “también puede venir mientras dormimos – concluyó. Pero esto “no nos preocupa, porque tenemos la reserva de aceite acumulada con las buenas obras de cada día, acumulada con aquella espera del Señor”.
Entonces a nuestra interrogante inicial: ¿Seremos doncellas descuidadas o previsoras? Pidamos a Dios que nos conceda la gracia, en su gran misericordia, de que no tengamos que oír en la hora suprema: «En verdad os digo que no os conozco», es decir, no habéis tenido ninguna relación ni trato conmigo. Tratemos al Señor en esta vida de manera que lleguemos a ser conocidos y amigos suyos en el tiempo y en la eternidad.
Bibliografía
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2022/08/26/improvisar-2/
- https://es.catholic.net/op/articulos/75462/cat/1267/haciendo-el-bien-esperamos-serenamente-la-llegada-del-senor.html#modal
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/index.php?i=26-08-2022
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
Palabra de Vida Mes de Julio 2022
“Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?” (Mateo 18, 21) https://ciudadnueva.com.ar/agosto-2022/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Agosto 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.