https://youtu.be/DWOI5UyKKEM
- Dan 5, 1-6. 13-14. 16-17. 23-28
- Dan 3
- Lc 21, 12-19
Una de las actitudes con las que a veces nos encontramos, aun en medio de los mismos cristianos, es el pensar que se puede hacer mofa de las cosas sagradas, quizás porque piensan: “No pasa nada, sólo estamos jugando”. Probablemente eso mismo pensaba el rey Baltasar, como nos muestra la primera lectura de hoy, cuando delante de él apareció la mano de Dios, para hacerle ver que no se puede jugar con su Nombre.
No permitas que el indiferentismo del mundo y su falta de amor a Dios te contagie. Sigue el ejemplo de Daniel y anuncia a los demás la verdad del Evangelio; en tus reuniones propón la alegría cristiana, la cual no necesita ni de alcohol, ni de chistes que ensucian nuestro pensamiento y nuestro corazón.
Estando al final del Año Litúrgico,Fray Juan José de León Lastra, afirma que el texto de esta lectura, así como el del evangelio nos invitan a mirar hacia dentro a cada uno: ¿Cómo me encontrará el momento del fin de mis días?; ¿habré dado a mis días el peso específico, que se consigue en optar por lo esencial y no quedarse en lo leve, insignificante, superficial, que es la negación del peso, del valor que tiene nuestra condición de ser humano, de ser cristiano? ¿Dónde hemos buscado a Dios?: ¿en las riquezas, los honores, el prestigio social, como Baltasar?; ¿o en una vida interior, que ha optado por lo noble, lo que nos conforma como personas humanas, como hijos de Dios y hermanos de los demás; en continua búsqueda de la verdad, y desarrollando nuestra capacidad de afecto, mirando más allá, a lo que nos trasciende, al Dios que se nos ha mostrado en Jesús de Nazaret?
Y el Papa Francisco nos explica: “¿Cuál es la actitud que el cristiano debe adoptar al vivir esta historia, caracterizada por la violencia y la adversidad? Es la actitud de esperanza en Dios, que nos permite no dejarnos abrumar por acontecimientos trágicos. [….] Los discípulos de Cristo no pueden permanecer esclavos de los temores y de las angustias, sino que están llamados a vivir la historia, a detener la fuerza destructiva del mal, con la certeza de que la ternura providencial y tranquilizadora del Señor acompaña siempre su acción de bien. Esta es la señal elocuente de que el Reino de Dios viene a nosotros, es decir, que la realización del mundo se acerca como Dios quiere. Es Él, el Señor, quien dirige nuestras vidas y conoce el propósito último de las cosas y los acontecimientos. El Señor nos llama a colaborar en la construcción de la historia, convirtiéndonos, junto a Él, en pacificadores y testigos de esperanza en un futuro de salvación y resurrección. La fe nos hace caminar con Jesús por las sendas de este mundo, muchas veces tortuosas, con la certeza de que el poder de Su Espíritu doblegará las fuerzas del mal, sometiéndolas al poder del amor de Dios. El amor es superior, el amor es más poderoso, porque es Dios: Dios es amor.”
“Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”, hoy nos dice el Rev. D. Antoni CAROL i Hostench, ponemos atención en esta sentencia breve e incisiva de nuestro Señor, que se clava en el alma, y al herirla nos hace pensar: ¿por qué es tan importante la perseverancia?; ¿por qué Jesús hace depender la salvación del ejercicio de esta virtud?
Porque no es el discípulo más que el Maestro —«seréis odiados de todos por causa de mi nombre» (Lc 21,17)—, y si el Señor fue signo de contradicción, necesariamente lo seremos sus discípulos. El Reino de Dios lo arrebatarán los que se hacen violencia, los que luchan contra los enemigos del alma, los que pelean con bravura esa “bellísima guerra de paz y de amor”, como le gustaba decir a san Josemaría Escrivá, en que consiste la vida cristiana. No hay rosas sin espinas, y no es el camino hacia el Cielo un sendero sin dificultades. De ahí que sin la virtud cardinal de la fortaleza nuestras buenas intenciones terminarían siendo estériles. Y la perseverancia forma parte de la fortaleza. Nos empuja, en concreto, a tener las fuerzas suficientes para sobrellevar con alegría las contradicciones.
La perseverancia en grado sumo se da en la cruz. Por eso la perseverancia confiere libertad al otorgar la posesión de sí mismo mediante el amor. La promesa de Cristo es indefectible: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas» (Lc 21,19), y esto es así porque lo que nos salva es la Cruz. Es la fuerza del amor lo que nos da a cada uno la paciente y gozosa aceptación de la Voluntad de Dios, cuando ésta —como sucede en la Cruz— contraría en un primer momento a nuestra pobre voluntad humana.
Sólo en un primer momento, porque después se libera la desbordante energía de la perseverancia que nos lleva a comprender la difícil ciencia de la cruz. Por eso, la perseverancia engendra paciencia, que va mucho más allá de la simple resignación. Más aún, nada tiene que ver con actitudes estoicas. La paciencia contribuye decisivamente a entender que la Cruz, mucho antes que dolor, es esencialmente amor.
Palabra de Vida Mes de Noviembre 2021
“Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5, 9) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Noviembre 2021.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.