?⛅️ Buenos días. “Señor enséñame a amar como tú nos has amado“. Papa Francisco.
- 2 Sam 5, 1-3
- Sal 121
- Col 1, 12-20
- Lc 23, 35-43
Hoy con la fiesta de Cristo Rey, terminamos el Año Litúrgico y la lectura del evangelio de Lucas, en el que nos ha estado llamando a la oración y la misericordia, pues El tema central es Cristo como Salvador, no simplemente el Mesías anunciado de Israel y el pueblo judío, sino el redentor de toda la humanidad, especialmente de los esclavizados y oprimidos: las mujeres, los enfermos y los pobres.
La fiesta de hoy nos lleva a meditar en ese Cristo Rey que, como nos dice el padre Yepes en el audio, nos muestra un reinado desde la paradoja de la Cruz, es el Rey pobre, es el Rey obediente, es el Rey casto, es el Rey humilde, es el Rey manso y pacifico, es el Rey profeta rechazado por su pueblo, es e Rey misericordioso, es el Rey condenado que no condenó, es el Rey condenado que con El condeno al pecado, es el Rey muerto que con su muerte dio vida eterna a todos.
…”Pidamos al Señor, nos invita el Papa Francisco, que se acuerde de nosotros, con la seguridad de que gracias a su misericordia podremos participar de su gloria en el paraíso.
Hoy todos nosotros podemos pensar en nuestro camino. Este día nos hará bien pensar en nuestra historia:
“Acuérdate de mí Señor, tú que estás al centro, tú que estás en tu Reino”.
La promesa de Jesús al buen ladrón nos da una gran esperanza: nos dice que la gracia de Dios es siempre más abundante que la plegaria que la ha pedido. El Señor siempre da más de lo que se le pide: le pides que se acuerde de ti y te lleva a su Reino…”
Hoy en la formación sobre el Sacramento de la Eucaristia, continuando con nuestra reflexión acerca del Credo Y como preparación para la fiesta de la Concepcion, haremos énfasis en el CC 456-483. El Hijo de Dios se hizo hombre.
Nuestra naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, ser restablecida; muerta, ser resucitada. Habíamos perdido la posesión del bien, era necesario que se nos devolviera. Encerrados en las tinieblas, hacía falta que nos llegara la luz; estando cautivos, esperábamos un salvador; prisioneros, un socorro; esclavos, un libertador. ¿No tenían importancia estos razonamientos? ¿No merecían conmover a Dios hasta el punto de hacerle bajar hasta nuestra naturaleza humana para visitarla, ya que la humanidad se encontraba en un estado tan miserable y tan desgraciado?» (San Gregorio de Nisa, Oratio catechetica, 15: PG 45, 48B).
El Verbo se encarnó para que nosotros conociésemos así el amor de Dios, se encarnó para ser nuestro modelo de santidad, para hacernos “partícipes de la naturaleza divina.
La fe en la verdadera encarnación del Hijo de Dios es el signo distintivo de la fe cristiana.
El diccionario, nos dice que encarnación es la forma de adopción carnal o material por parte de un ser espiritual. La Iglesia llama “Encarnación” al hecho de que el Hijo de Dios haya asumido una naturaleza humana para llevar a cabo por ella nuestra salvación.
El acontecimiento único y totalmente singular de la Encarnación del Hijo de Dios no significa que Jesucristo sea en parte Dios y en parte hombre, ni que sea el resultado de una mezcla confusa entre lo divino y lo humano. Él se hizo verdaderamente hombre sin dejar de ser verdaderamente Dios. Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre.
La Iglesia confiesa que Jesús es inseparablemente verdadero Dios y verdadero Hombre. Él es verdaderamente el Hijo de Dios que se ha hecho hombre, nuestro hermano, y eso sin dejar de ser Dios, nuestro Señor.
El Hijo de Dios […] trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado» (GS – Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et Spes- 22, 2)
Jesucristo posee dos naturalezas, la divina y la humana, no confundidas, sino unidas en la única Persona del Hijo de Dios.
Debido a su unión con la Sabiduría divina en la persona del Verbo encarnado, el conocimiento humano de Cristo gozaba en plenitud de la ciencia de los designios eternos que había venido a revelar.
La voluntad humana de Cristo “sigue a su voluntad divina sin hacerle resistencia ni oposición, sino todo lo contrario, estando subordinada a esta voluntad omnipotente”
Cristo, siendo verdadero Dios y verdadero Hombre, tiene una inteligencia y una voluntad humanas, perfectamente de acuerdo y sometidas a su inteligencia y a su voluntad divinas que tiene en común con el Padre y el Espíritu Santo.
Cuando en el Credo rezamos: …se hizo Hombre y por obra del Espíritu Santo se encarnó de Maria, la Virgen…, estamos profesando la encarnación de este misterio de la admirable unión de la naturaleza divina y de la naturaleza humana en la única Persona del Verbo. El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Ga 2, 20). Nos ha amado a todos con un corazón humano.
Este Jesus hecho hombre, es el Rey, el Papa Francisco subrayó que la grandeza del reino de Cristo “no es el poder según el mundo, sino el amor de Dios, un amor capaz de alcanzar y restaurar todas las cosas”.
“Por este amor, Cristo se abajó hasta nosotros, vivió nuestra miseria humana, probó nuestra condición más ínfima: la injusticia, la traición, el abandono; experimentó la muerte, el sepulcro, los infiernos …
La realeza de Jesús al culmen de su obra de salvación, y lo hace de una manera sorprendente… Su realeza es paradójica: su trono es la cruz; su corona es de espinas; no tiene cetro, pero le ponen una caña en la mano; no viste suntuosamente, pero es privado de la túnica; no tiene anillos deslumbrantes en los dedos, sino sus manos están traspasadas por los clavos; no posee un tesoro, pero es vendido por treinta monedas…”
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Mes de noviembre
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Bendigamos al Señor con nuestro testimonio este día y digámosle:
"Me siento fuerte, sano y feliz porque tengo fe, amor y esperanza".
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Recopilado por Rosa Otárola D, /
Noviembre 2019
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.