https://youtu.be/Eaj0B8z9j28
- Is 58, 1-9
- Sal 50
- Mt , 14-15
Hoy la liturgia nos habla del ayuno, propia de la Cuaresma. Y el Señor en los textos nos habla del verdadero ayuno.
La historia del cristianismo y de la religión católica es larga, compleja y también apasionante, con muchos vaivenes en las tradiciones y liturgias. En sus inicios, los cristianos tomaron a Cristo como ejemplo imitando su propia vida para recrear en ellos el sacrificio, la Pasión. Emulando acciones como el ayuno, la abstinencia y la oración lograban estar más cerca de Dios identificándose con Él en espíritu. Vida sobria, penitencia, reflexión, paz y amor por el prójimo eran los preceptos esenciales con los que se relacionaba la figura del Salvador.
La temprana Iglesia adoptó varias de estas prácticas como propias, conservando especialmente el ayuno y la abstinencia. Jesucristo y los Apóstoles ayunaban por decisión propia, y siguieron el ejemplo muchos profetas y posteriores mártires y santos. El ayuno se entendía, por tanto, como una forma de entrega y sometimiento a Dios, de huir de las tentaciones, de perfeccionar el alma con la mortificación del cuerpo, de demostrar el amor a Cristo sufriendo por él como hizo en su sacrificio por los hombres.
Sin embargo, hoy vemos prácticas tan discordantes con este espíritu original del ayuno, Solo como ejemplo: ¿De qué le puede servir al cristiano el privarse durante la Cuaresma de no comer “dulces” o no “fumar” (ejemplos clásicos de penitencia cuaresmal, que para lo único que sirven es muchas veces para buscar bajar unos kilos o mejorar la salud), si no está dispuesto, o si estas prácticas no le ayudan a cambiar su comportamiento y actitud tanto hacia Dios como hacia el prójimo? Conocemos personas que se abstienen de fumar, lo que les cambia el carácter y se la pasan todo el día de un genio que ni ellos mismos se aguantan. Nuestras prácticas ascéticas tienen que estar enfocadas a mejorar nuestra vida espiritual y a crecer en el amor.
Hoy igual que lo dice el profeta Isaías, el Señor nos pide que el ayuno que quiere es, ”soltar las cadenas injustas, desatar las correas del yugo, liberar a los oprimidos, quebrar todos los yugos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo.”
Afirma el Papa Francisco: “El ayuno tiene sentido si verdaderamente menoscaba nuestra seguridad, e incluso si de ello se deriva un beneficio para los demás, si nos ayuda a cultivar el estilo del Buen Samaritano, que se inclina sobre el hermano en dificultad y se ocupa de él. El ayuno comporta la elección de una vida sobria, en su estilo; una vida que no derrocha, una vida que no “descarta”. Ayunar nos ayuda a entrenar el corazón en la esencialidad y en el compartir. Es un signo de toma de conciencia y de responsabilidad ante las injusticias, los atropellos, especialmente respecto a los pobres y los pequeños, y es signo de la confianza que ponemos en Dios y en su providencia”.
Nos parece que se han puesto de acuerdo el profeta y el evangelista en una cosa: que el Señor está con nosotros y que no es algo inconveniente mostrarnos alegres y confiados.
Cada año, el Santo Padre Juan Pablo II nos escribía un mensaje de Cuaresma. En uno de estos mensajes, bajo el lema «Hace más feliz dar que recibir» (Hch 20,35), sus palabras nos ayudaron a descubrir esta misma dimensión caritativa del ayuno, que nos dispone —desde lo profundo de nuestro corazón— a prepararnos para la Pascua con un esfuerzo para identificarnos, cada vez más, con el amor de Cristo que le ha llevado hasta dar la vida en la Cruz. En definitiva, «lo que todo cristiano ha de hacer en cualquier tiempo, ahora hay que hacerlo con más solicitud y con más devoción» (San León Magno, Papa).
“A un corazón contrito, Señor, no lo desprecias” nos dice el Salmo. ¿Nosotros seremos capaces de tomarnos en serio el mensaje en esta cuaresma? ¿También nosotros nos podremos en una actitud de penitencia y arrepentimiento? ¿Reconoceremos nuestras faltas y pediremos perdón? Quizás nosotros estemos más cerca de las posturas incrédulas y orgullosas de la generación de Jesús, que del bello ejemplo que la literatura hebrea nos proporciona.
Con la Oración Colecta, podámosle al Señor que nos ayude a continuar las obras penitenciales que hemos comenzado, para que la austeridad exterior que practicamos, vaya siempre acompañada por la sinceridad de corazón: “Tu Señor, no te complaces en los sacrificios y si te ofreciera un holocausto, no te agradaría. Un corazón contrito te presento, y a un corazón contrito, tu nunca lo desprecias”
Bibliografìa
- Folleto La Misa de Cada Dia.
- https://www.directoalpaladar.com/cultura-gastronomica/de-donde-viene-no-comer-carne-en-cuaresma
- https://es.catholic.net/op/articulos/68528/cat/51/a-un-corazon-contrito-senor-no-lo-desprecias.html#modal
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/index.php?i=24-02-2023
- https://es.catholic.net/op/articulos/13018/cat/565/por-que-tus-discipulos-no-ayunan.html#modal.
Palabra de Vida Mes de Febrero 2023
Tú eres el Dios que me ve” (cf. Génesis 16, 13) https://ciudadnueva.com.ar/wp-content/uploads/2022/12/PV-02-2023_doble.doc
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Febrero 2023.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.