?⛅️ Buenos días. “Señor enséñame a amar como tú nos has amado“. Papa Francisco.
- Hch 2, 1-11
- Sal 103
- Gal 5, 16-25
- Jn 15, 26-27; 12-15
Hoy celebramos Pentecostés, y ¿qué es Pentecostés? Originalmente se denominaba “fiesta de las semanas” y tenía lugar siete semanas después de la fiesta de los primeros frutos (Lv 23 15-21; Dt 169). Siete semanas son cincuenta días; de ahí el nombre de Pentecostés (= cincuenta) que recibió más tarde. Según Ex 34 22 se celebraba al término de la cosecha de la cebada y antes de comenzar la del trigo; era una fiesta movible pues dependía de cuándo llegaba cada año la cosecha a su sazón, pero tendría lugar casi siempre durante el mes judío de Siván, equivalente a nuestro Mayo/Junio. En su origen tenía un sentido fundamental de acción de gracias por la cosecha recogida, pero pronto se le añadió un sentido histórico: se celebraba en esta fiesta el hecho de la alianza y el don de la ley.
En el marco de esta fiesta judía, el libro de los Hechos coloca la efusión del Espíritu Santo sobre los apóstoles (Hch 2 1.4). A partir de este acontecimiento, Pentecostés se convierte también en fiesta cristiana de primera categoría (Hch 20 16; 1 Cor 168).
Pentecostés, no es una fiesta autónoma y no puede quedar sólo como la fiesta en honor al Espíritu Santo. Aunque lamentablemente, hoy en día, son muchísimos los fieles que aún tienen esta visión parcial, lo que lleva a empobrecer su contenido.
En el Nuevo Testamento representa el cumplimiento de la promesa de Cristo. Representa el cumplimiento de la promesa de Cristo al final del Evangelio de San Lucas:
“Les dijo: ‘Todo esto estaba escrito: los padecimientos del Mesías y su resurrección de entre los muertos al tercer día. Luego debe proclamarse en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados, comenzando por Jerusalén, y yendo después a todas las naciones, invitándolas a que se conviertan. Ustedes son testigos de todo esto. Ahora yo voy a enviar sobre ustedes lo que mi Padre prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad hasta que sean revestidos de la fuerza que viene de arriba’”. (Lc. 24:46-49)
Hay que insistir que, la fiesta de Pentecostés, es el segundo domingo más importante del año litúrgico en donde los cristianos tenemos la oportunidad de vivir intensamente la relación existente entre la Resurrección de Cristo, su Ascensión y la venida del Espíritu Santo.
Es bueno tener presente, entonces, que todo el tiempo de Pascua es, también, tiempo del Espíritu Santo, Espíritu que es fruto de la Pascua, que estuvo en el nacimiento de la Iglesia y que, además, siempre estará presente entre nosotros, inspirando nuestra vida, renovando nuestro interior e impulsándonos a ser testigos en medio de la realidad que nos corresponde vivir.
De esta forma lo resumió Benedicto XVI: “Esta solemnidad nos hace recordar y revivir la efusión del Espíritu Santo sobre los Apóstoles y los demás discípulos, reunidos en oración con la Virgen María en el Cenáculo (cf. Hch 2, 1-11). Jesús, después de resucitar y subir al cielo, envía a la Iglesia su Espíritu para que cada cristiano pueda participar en su misma vida divina y se convierta en su testigo en el mundo. El Espíritu Santo, irrumpiendo en la historia, derrota su aridez, abre los corazones a la esperanza, estimula y favorece en nosotros la maduración interior en la relación con Dios y con el prójimo”.
La Confirmación es “nuestro pentecostés personal”. El Espíritu Santo actúa continuamente sobre la Iglesia de modos muy diversos. La Confirmación –al descender el Espíritu Santo sobre nosotros –es una de las formas en que Él se hace presente al pueblo de Dios.
La misma palabra Confirmación afirmar o consolidar, nos dice mucho. Por medio de este sacramento estamos afirmando lo que en el Bautismo recibimos. Es decir, todos los bautizados se consolidan como cristianos. El Catecismo de la Iglesia lo llama junto con el Bautismo y la Eucaristía, Sacramentos de la Iniciación Cristiana, porque son los que ponen las bases para la vida cristiana. Lo que nos lleva a no menospreciar este sacramento, si queremos ser verdaderos cristianos.
La Confirmación es el sacramento que nos convierte en cristianos maduros que nos convierte en cristianos maduros y nos hace posible llevar una vida cristiana más perfecta. Como sacramento de la madurez cristiana que nos hace capaces de ser testigos de Cristo.
Son muchos los efectos que produce en nosotros la Confirmación, el efecto principal es que recibimos al Espíritu Santo en plenitud. Además de que recibimos una fuerza especial del Espíritu Santo, tal como la recibieron los apóstoles el día de Pentecostés, que nos permite defender y difundir nuestra fe con mayor fuerza y ser verdaderos testigos de Cristo. Nos une profundamente con Dios y con Cristo. Aumenta en nosotros los dones del Espíritu Santo.
Nos une con un vínculo mayor a la Iglesia, lo que nos conduce a querer participar intensamente en ella. Aumenta la gracia santificante, por ser un sacramento que se recibe en estado de gracia. Se recibe la gracia sacramental propia que es la fortaleza, que nos lleva a no ser temerosos en lo que a nuestra fe se refiere. Imprime carácter, la marca espiritual indeleble, que nos marca con el Espíritu de Cristo. Es un sumergirse de manera más profunda en la comunidad cristiana. En él recibimos muchos auxilios sobrenaturales.
Palabra de Vida Mes de Mayo 2021
«Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él» (1 Jn 4, 16) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida
Bendigamos al Señor con nuestro testimonio este día y digámosle:
"Me siento fuerte, sano y feliz porque tengo fe, amor y esperanza".
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Recopilado por Rosa Otárola D, /
Mayo 2021
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.
Bibliografía:
Primera referencia
Segunda referencia
Tercera Referencia