https://youtu.be/Sp9mq02-fro
- Ef 4, 1-6
- Sal 23
- Lc 12, 54-59
La liturgia nos invita a ser previsores en nuestro actuar, pues cada acción tiene sus propias consecuencias. Por eso San Pablo nos exhorta a vivir una vida digna de acuerdo al llamamiento que hemos recibido y el Salmo nos invita a buscar al Señor para tener el corazón limpio y las manos puras y obtener la bendición de Dios.
La vocación cristiana, la llamada a la santidad que todos hemos recibido, exige de nosotros un comportamiento concreto, como nos recuerda San Pablo hoy en la primera lectura: humildad, amabilidad y paciencia. Y tiene una finalidad: conservar la unidad fruto del Espíritu, mediante el vínculo de la paz.
Vivir la unidad, sentirnos uno con los demás cristianos y con la Iglesia, sólo será posible si vivimos la humildad, la amabilidad y la paciencia con los demás. La unidad es un don de Dios, un fruto del Espíritu, pero como todo don reclama una tarea. Hay que orar, pedírselo al Señor y vivir en continua actitud de conversión del corazón.
La intimidad con Cristo avivada en la oración, despertará nuestra conciencia para que nuestra vida se vaya asemejando más a la suya, esto nos unificará interiormente y nos capacitará para vivir la unidad con los demás.
Por otro lado, el tono duro en que Jesús habla a la gente en este Evangelio de hoy, nos da a entender de que se trata de algo importante, por eso les habla así para llamar su atención y que no se les olvide.
El discernimiento es transcendental para la vida del cristiano, porque la vida nos expone continuamente ante dos caminos a elegir y es necesario saber encaminar nuestros pasos en la dirección correcta. Nuestro corazón se siente agitado por multitud de deseos y sentimientos, que contrastan entre ellos, y hay que elegir con acierto lo que más y mejor nos acerque a Dios.
En el ejercicio del discernimiento en un primer momento hay que tener el coraje, la honestidad y la libertad interior de reconocer las voces que nos llaman desde nuestro interior y en un segundo momento interpretar de dónde nos vienen (de Dios, del demonio o de nosotros mismos) y hacia dónde nos encaminan. Este segundo paso exige de nosotros que nos confrontemos con honradez con las exigencias de la moral cristina, considerada a la luz de la Palabra de Dios y de la experiencia de la relación personal con el Señor.
En la audiencia del miércoles el Papa Francisco nos insiste: “sobre las condiciones para hacer un buen discernimiento. En la vida tenemos que tomar decisiones, siempre, y para tomar decisiones debemos hacer un camino, un camino de discernimiento. Toda actividad importante tiene sus “instrucciones” a seguir, que deben ser conocidas para que puedan producir los efectos necesarios. Hoy nos detenemos en otro ingrediente indispensable para el discernimiento: la propia historia de vida. Conocer la propia historia de vida es un ingrediente ―digamos así― indispensable para el discernimiento.
Nuestra vida es el “libro” más valioso que se nos ha entregado, un libro que muchos lamentablemente no leen, o lo hacen demasiado tarde, antes de morir. Y, sin embargo, precisamente en ese libro se encuentra lo que se busca inútilmente por otras vías. San Agustín, un gran buscador de la verdad, lo había comprendido precisamente releyendo su vida, notando en ella los pasos silenciosos y discretos, pero incisivos, de la presencia del Señor. Al finalizar este recorrido notará con estupor: «Y he aquí que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te andaba buscando; y deforme como era, me lanzaba sobre las bellezas de tus criaturas. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo» (Confesiones X, 27.38). De aquí su invitación a cultivar la vida interior para encontrar lo que se busca: «Entra dentro de ti mismo, porque en el hombre interior reside la verdad» (De la verdadera religión, XXXIX, 72). Esta es una invitación que yo haría a todos vosotros, también me la hago a mí mismo: “Entra en ti mismo. Lee tu vida. Léete dentro, cómo ha sido tu recorrido. Con serenidad. Entra en ti mismo”.
Es increíble, verdad, hasta dónde puede llegar la ceguera del hombre. Para la gente que vivió en el tiempo de Jesús no eran suficientes todos los signos, los milagros, las curaciones que realizó. ¿Y qué decir de nosotros? Somos muy inteligentes para conocer hasta los más recónditos misterios de la ciencia, pero muchas veces nos pasa desapercibido el Dios del amor, que día a día, nos da muestras de su presencia entre nosotros y nos invita a vivir en él. Se habla hoy mucho de visiones, de catástrofes, de violencia, guerras. Es cierto, estos son “signos de los tiempos” y por lo tanto, palabra de Dios. Es una palabra que nos hace ver que el pecado sólo lleva a la destrucción, que la fe verdadera es creer como creyó Abraham, como creyó María: en la oscuridad.
Debemos, pues, estar atentos: Dios nos habla, su palabra es, ha sido y será siempre: Yo te amo.
Bibliografía:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2022/documents/20221019-udienza-generale.html
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/index.php?i=21-10-2022
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2022/10/21/viernes-de-la-xxix-semana-del-tiempo-ordinario-ano-par/
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
Palabra de Vida Mes de Octubre 2022
“Porque no nos dio el Señor a nosotros un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza».2 Tim 1,7 https://ciudadnueva.com.ar/octubre-2022/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Octubre 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.