https://youtu.be/xBxCD-T2f4o
- Jer 2, 1-3. 7-8. 12-13
- Sal 35
- Mt 13, 10-17
En la liturgia de hoy, el Señor nos dice: “Dichosos ustedes porque sus ojos ven y sus oídos oyen”, y este es el mensaje que el Señor quiere impregnar hoy en nuestro corazón. Para ello, sin duda alguna es indispensable que le abramos nuestro corazón y esto, solo lo logramos, en la medida en que nos relacionemos con El por medio de la oración y así, como nos indica la Oración Colecta, por su Gracia, por medio de la fe, la esperanza y la caridad, le seamos fieles.
La oración -hablar con Dios- y la Eucaristía -recibirle- nos aseguran esta proximidad con Él y nos hacen realmente dichosos al mirarlo con ojos y oídos de fe. «Recibe, pues, la imagen de Dios que perdiste por tus malas obras» (San Agustín). Hoy tenemos la posibilidad de llenarnos de El y adorarlo en cada Sagrario, de conocerlo en la lectura de la Palabra en la Eucaristía, ponerla en práctica en nuestra vida y compartirla con nuestro testimonio.
En el Antiguo Testamento, como acabamos de leer en el texto de Jeremías, observamos con frecuencia los vaivenes del comportamiento del pueblo de Israel, y la reacción consiguiente de Dios frente a esta conducta. En el pasaje de hoy el profeta Jeremías transmite lo que Dios quiere decir a Jerusalén –que representa a Israel en su conjunto- en relación con las actitudes que el pueblo tuvo en otro tiempo y la cada uno de nosotros en las actuales. Así, dice: “Aún no he roto mis relaciones con vosotros. Aún voy a continuar rogando”. ¡Que grandeza vemos aquí en la actitud de Dios! Y Dios continuó diciendo en el versículo 13: “Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen el agua.” Aquí se resumen los dos males cometidos por los israelitas. En primer lugar, habían rechazado al Señor, la fuente del agua de vida. En segundo lugar, cavaron cisternas para ellos mismos, cisternas rotas que no podían retener el agua.
¡Cuántas personas hoy han cavado sus pequeñas cisternas, y beben el agua de sus propias cisternas! Por supuesto, no están encontrando satisfacción. Algunos son buscadores de dinero, y otros de la fama… Pero una vez que prueban lo uno y lo otro, nunca encuentran lo suficiente como para satisfacerse.
Recurriendo, pues, a la metáfora del agua, Dios resume las malas acciones de Israel y hoy las nuestras, en dos: abandonar la fuente de agua viva que es Él y construir cisternas que no retienen esa agua. Dicho de otro modo: privarse de la vitalidad que Dios comunica e incapacitarse para seguir recibiéndola.
Y es que creo que Jeremías hoy, nos muestra una fotografía de nuestro comportamiento, muchas veces: no hablamos de Dios, no lo conocemos y entonces vamos a otros ídolos que son los del mundo, pues es quien domina nuestro ser. Por eso, creo es momento de que meditemos: ¿Cómo reaccionamos nosotros ante esta palabra de Dios? ¿Reconocemos en nuestra vida algún momento en que hayamos vivido la intimidad del amor con Dios? ¿En que hayamos seguido sus consignas con fidelidad y hemos gozado de su amistad? ¿Hemos hecho fructificar esa experiencia? ¿O quizá la hemos cambiado por otras preferencias más aparentes y más estériles? ¿Nos habremos alejado de la fuente en que bebíamos y que nos fecundaba, y por eso padecemos ahora una sed torturante y constatamos que nuestra vida no da frutos que merezcan la pena?
Sin embargo, su Amor es tan grande que en el pasaje que como hemos leído en el versículo 2, Dios dijo: “Me he acordado de ti.” Ellos se habían olvidado de Dios, pero El no los había olvidado. Aquí vemos la magnitud de la compasión de Dios.
Y también destacamos Su nostalgia, Su anhelo en estas palabras del versículo 3: “Santo era Israel al Señor,” Dios les estaba recordando su condición pasada, cuando eran conscientes de que pertenecían al Señor, le seguían y eran guiados por El.
Con el Salmista proclamemos su Misericordia, su Luz que nos hace ver la luz y su justicia con los rectos de corazón.
Necesitamos mantener los oídos, los ojos, el corazón… abiertos a Jesús y a sus palabras para ser “dichosos”.
Los ejemplos que nos pone Jesús, están siempre vivos en nosotros, especialmente porque nos exige a nosotros mismos tomar conciencia de lo que es ser cristiano, es así como no solo debemos tener oídos atentos a las parábolas, además debemos tener preparado el corazón para comprender la sensibilidad de la enseñanza y alejar toda soberbia en nosotros para aceptarla
Entonces preguntémonos: cuando leo los evangelios, ¿soy como los que no entienden nada o como aquel a quien le ha dado conocer el Reino?
Los discípulos, nos dice el evangelio, se acercaron a Jesús y le dijeron: “¿Por qué le hablas a la multitud por medio de parábolas?”. Y es que, Jesús nos enseña a través de narraciones de sucesos sencillos, “La Parábolas”, con ellas aprendemos enseñanzas de alguna verdad importante, especialmente en el aspecto moral, estos relatos fáciles de comprender generalmente llegan mejor al corazón de los hombres.
La parábola es una forma participativa de enseñar, de educar. No nos da todo… No hace saber, sino que hace descubrir. Hay que tener el espíritu abierto para querer entenderlas, pero no todos están dispuestos a abrirse y dejarse impactar por las palabras de Jesús. En ocasiones también nosotros endurecemos nuestros oídos y cerramos nuestros ojos, para no oír y ver, con el corazón” a Jesús.
Dicen que sólo desde el amor se conoce de verdad. Porque el amor es capaz de ver más allá, más adentro, más verdaderamente. Dios nos mira con amor infinito, por eso nos conoce mejor que nosotros mismos.
“Y el Espíritu Santo es una memoria activa, que enciende y reaviva el amor de Dios en nuestro corazón. (…) nos explica el Papa Francisco Siempre recordamos lo que va mal, con frecuencia resuena en nosotros esa voz que nos recuerda los fracasos y las deficiencias, que nos dice: “Ves, otra caída, otra desilusión, nunca lo conseguirás, no eres capaz”. Esto es un estribillo malo y peligroso. El Espíritu Santo, en cambio, nos recuerda todo lo contrario: “¿Has caído? Pero, eres hijo. ¿Has caído? Eres hija de Dios, eres una criatura única, elegida, preciosa. ¿Has caído? Pero eres siempre amado y amada; aunque hayas perdido la confianza en ti mismo, Dios confía en ti”. Esta es la memoria del Espíritu, lo que el Espíritu nos recuerda continuamente: Dios se acuerda de ti. Tú puedes perder la memoria de Dios, pero Dios no se olvida de ti, se acuerda di ti continuamente.”
“Dichosos ustedes porque sus ojos ven y sus oídos oyen”. Ojalá que nosotros podamos mirar y escuchar a Dios y a las personas con amor, porque será como podamos conocerle y conocerlas de verdad.
Agradezcamos nuestra fe cristiana, estemos contentos de ella. Intentemos que nuestro trato con Jesús sea cercano y no lejano, tal como le trataban aquellos discípulos que estaban junto a Él, que le vieron y oyeron. No miremos a Jesús yendo del presente al pasado, sino del presente al presente, estemos realmente en su tiempo, un tiempo que no acaba.
Bibliografía:
- Folleto La Misa de Cada Día.
- http://boosco.org/www/2018/07/25/mateo-13-10-17-muchos-profetas-y-justos-desearon-ver-lo-que-ustedes-ven/
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/21-7-2022/
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
- https://www.vaticannews.va/es/evangelio-de-hoy/2022/07/21.html
- https://www.escuelabiblica.com/estudio-biblico.php?id=858
- https://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/comentario-de-manana
- http://autorescatolicos.org/misc11/pedrosergio1469.htm
Palabra de Vida Mes de Julio 2022
«Solo una cosa es necesaria» (Lc 10, 42) https://www.focolare.org/espana/es/news/2022/06/30/julio-2022/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Julio 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.