https://youtu.be/BHGd9EScox8
- Heb 9, 2-3. 6-7. 11-14
- Sal 46
- Mc 3, 20-21
En la liturgia de hoy se habla de una nueva forma de sacerdocio, el de Cristo, “sumo sacerdote de los bienes definitivos”, como lo califica la carta a los Hebreos. Un sacerdocio que ya no necesita ofrecer sacrificios de animales ni hacerlo en un santuario material, ni pretende una expiación simplemente ritual de los pecados. Este sacerdocio nuevo consiste en la entrega de la misma vida de Cristo, una vez para siempre, por amor al Padre y a la humanidad. Ha derramado su sangre por nosotros, borrando nuestros pecados, “consiguiendo la liberación eterna”, purificando nuestra conciencia y “llevándonos al culto del Dios vivo”, es decir, a una relación filial con nuestro Padre del cielo.
Por nuestro bautismo participamos de ese sacerdocio único de Cristo, somos también intermediarios entre Dios y el mundo en que vivimos. Y lo somos fundamentalmente por la entrega de nuestra vida a Dios y a los demás; el culto, la liturgia son momentos muy significativos de nuestra relación con la trascendencia, pero lo que le da sentido pleno a esa liturgia es la ofrenda permanente de nuestra vida en las tareas de cada día.
¿Somos conscientes de nuestra misión sacerdotal en un mundo secularizado como el nuestro? ¿Le ayudamos a descubrir y aceptar el misterio de Dios?
El brevísimo evangelio de hoy, tomado de san Marcos, nos habla de dos cosas que contrastan fuertemente en la vida de Jesús. Por una parte, la multitud que lo busca hasta seguirlo a su propia casa (quizá la casa de su familia). Por otra, la incomprensión de su familia, que piensa que ha perdido la cabeza y quiere retirarlo del trato con la gente.
El atractivo de Jesús para las multitudes es una constante en el Evangelio. Su palabra encandila, tiene una autoridad inusitada, convence, estimula, consuela. Una palabra que se prolonga en signos benéficos: cura, perdona, devuelve la vida, reintegra en la comunidad a los marginados, denuncia abusos en los dirigentes.
Pero, este pasaje, también nos muestra lo incomprensible que puede ser nuestra vida cuando nosotros la vivimos radicalmente en el Señor. Jesús que lo único que ha hecho hasta ahorita es servir y sanar a la gente que sufre, es mal entendido por sus propios parientes, hasta el grado de pensar que está fuera de razón o, como dice una gran biblista: “Se le pasó la mano”. Y es que el Evangelio es así: “incomprensible para los que no lo viven radicalmente”.
También entre los parientes de Jesús, pues, hubo algunos que a un cierto punto no compartieron su modo de vivir y de predicar, nos lo dice el Evangelio. Jesús se remite siempre a “la voluntad del que le ha enviado”, ése es su alimento permanente, a eso se atiene aunque muchos no lo entiendan. ¿Hasta qué punto esa referencia al querer de Dios es determinante para nosotros? ¿Estamos dispuestos a ir contra corriente cuando estamos persuadidos de que Dios así nos lo pide?
Pero su Madre lo siguió siempre fielmente, manteniendo fija la mirada de su corazón en Jesús, el Hijo del Altísimo, y en su misterio. Y al final, gracias a la fe de María, los familiares de Jesús entraron a formar parte de la primera comunidad cristiana. Pidamos a María que nos ayude también a nosotros a mantener la mirada bien fija en Jesús y a seguirle siempre, incluso cuando cuesta.
Bibliografía:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/index.php?i=21-01-2023
- https://es.catholic.net/op/articulos/12320/cat/331/se-junto-tanta-gente-que-no-lo-dejaban-ni-comer.html#modal
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
Palabra de Vida Mes de Enero 2023
«Aprendan a hacer el bien, busquen la justicia» (Is 1, 17). https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Enero 2023.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.