https://youtu.be/H9ZaQBbBo6U
- Is 7, 10-14
- Sal 23
- Lc 1, 26-38
Esta profecía mesiánica, que nos presenta la primera lectura, surge en el contexto en el cual, el pueblo de Israel, temeroso ante la proximidad de una invasión, se siente tentado a recurrir a Asiria para que lo salve.
En el contexto de la insensata búsqueda de una “salvación” política para Judá, nos comenta D. Carlos José Romero Mensaque, O.P., Dios mismo se va a revelar de una manera inequívoca con un proyecto de futuro: el Emmanuel. Es la profecía del Dios Encarnado en quien se cumplen todas las promesas del Pueblo fiel.
Es aquí que Dios les recuerda que su único salvador es él y que, como prueba de su presencia y su poder, les dará una señal para que ya no duden y confíen plenamente en él. Esta señal vendrá a convertirse precisamente en la llegada del Mesías, que es Dios-con-nosotros. El pueblo quizás no imaginó, como nos sucede también hoy a nosotros, la profundidad de estas palabras, las cuales quedaron aún lejos de iluminar la realidad que Dios tenía pensada para la salvación del pueblo, pues si bien la Encarnación del Verbo realizó el cumplimiento de la profecía, el envío del Espíritu Santo, producto de este proyecto salvífico, hizo que Dios sea ahora Dios-en-nosotros.
Hoy es día de hacernos, pues, consciente de que Dios es-en-en cada uno de nosotros y que desde nuestro corazón busca iluminar y salvar a toda la humanidad.
Esto se da por el sí de María en la Anunciación, como nos explica el Papa Francisco: “En el sí de María en la Anunciación Dios Padre envío a su Hijo al mundo: es el misterio más importante de nuestra fe, el misterio de la Encarnación.”
El modo es sencillo; nos dice el Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells, el acontecimiento es inmenso. Como son también inmensas las virtudes de la Virgen María: llena de gracia, el Señor está con Ella, humilde, sencilla, disponible ante la voluntad de Dios, generosa. Dios tiene sus planes para Ella, como para ti y para mí, pero Él espera la cooperación libre y amorosa de cada uno para llevarlos a término. María nos da ejemplo de ello: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). No es tan sólo un sí al mensaje del ángel; es un ponerse en todo en las manos del Padre-Dios, un abandonarse confiadamente a su providencia entrañable, un decir sí a dejar hacer al Señor ahora y en todas las circunstancias de su vida.
El acontecimiento único y totalmente singular de la Encarnación del Hijo de Dios no significa que Jesucristo sea en parte Dios y en parte hombre, ni que sea el resultado de una mezcla confusa entre lo divino y lo humano. Él se hizo verdaderamente hombre sin dejar de ser verdaderamente Dios.
Así, Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. Una sola persona en dos naturalezas unidas íntimamente y para siempre, sin confusión ni separación entre sí. La Iglesia tuvo que defender y aclarar esta verdad de fe durante los primeros siglos frente a aquellos que afirmaban otras cosas.
En Jesús las dos naturalezas están unidas en una sola persona: el Hijo eterno de Dios Padre. Él es la segunda Persona de la Santísima Trinidad que, por nuestra salvación, para que nosotros participáramos de la vida de Dios, se encarnó de María Virgen, se hizo hombre débil y mortal; así lo recuerda san Pablo a los cristianos de Corinto: Siendo rico se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza (2 Cor 8, 9).
Como Jesús es el Hijo de Dios, en Él no encontrarás nunca engaño, sino la verdad completa e infinita. Tampoco encontrarás rechazo, porque Él te ama sin medida, hasta haber dado su vida por ti. Como Jesús es hombre como tu, encontrarás siempre en él un hermano mayor que te entiende, se ríe contigo, llora contigo, te mira a los ojos, te lleva de la mano.
El acontecimiento único y totalmente singular de la Encarnación del Hijo de Dios no significa que Jesucristo sea en parte Dios y en parte hombre, ni que sea el resultado de una mezcla confusa entre lo divino y lo humano. Él se hizo verdaderamente hombre sin dejar de ser verdaderamente Dios.
Así, Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. Una sola persona en dos naturalezas unidas íntimamente y para siempre, sin confusión ni separación entre sí. La Iglesia tuvo que defender y aclarar esta verdad de fe durante los primeros siglos frente a aquellos que afirmaban otras cosas.
En Jesús las dos naturalezas están unidas en una sola persona: el Hijo eterno de Dios Padre. Él es la segunda Persona de la Santísima Trinidad que, por nuestra salvación, para que nosotros participáramos de la vida de Dios, se encarnó de María Virgen, se hizo hombre débil y mortal; así lo recuerda san Pablo a los cristianos de Corinto: Siendo rico se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza (2 Cor 8, 9).
Como Jesús es el Hijo de Dios, en Él no encontrarás nunca engaño, sino la verdad completa e infinita. Tampoco encontrarás rechazo, porque Él te ama sin medida, hasta haber dado su vida por ti. Como Jesús es hombre como tu, encontrarás siempre en él un hermano mayor que te entiende, se ríe contigo, llora contigo, te mira a los ojos, te lleva de la mano.
De la respuesta de María, así como de nuestra respuesta a lo que Dios nos pide —escribe san Josemaría— «no lo olvides, dependen muchas cosas grandes».
Nos estamos preparando para celebrar la fiesta de Navidad. La mejor manera de hacerlo es permanecer cerca de María, contemplando su vida y procurando imitar sus virtudes para poder acoger al Señor con un corazón bien dispuesto: —¿Qué espera Dios de mí, ahora, hoy, en mi trabajo, con esta persona que trato, en la relación con Él? Son situaciones pequeñas de cada día, pero, ¡depende tanto de la respuesta que demos!
Palabra de Vida Mes de Diciembre 2021
«¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Se-ñor!» (Lc 1, 45) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Diciembre 2021.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.