https://youtu.be/mm27Y7EcFNI
- Lev 19, 1-2. 17-18
- Sal 102
- 1 Cor 3, 16-23
- Mt 5, 38-48
Mientras según los criterios del mundo, lo más importante es tener; para los criterios del Señor lo esencial es Ser Santos y la liturgia de hoy nos resume este camino en cinco frases:
“Sean santos, porque yo, el Señor, soy santo”
“El Señor es compasivo y misericordioso”
“Ustedes son templo de Dios y el Espíritu de Dios habita en ustedes.”
“Amén a sus enemigos”
“Sean perfectos como su Padre celestial es perfecto”
Si deseamos ser santos (as), seremos tan llenos de gracia, balance, y autoridad que tendremos una verdadera presencia que hará la diferencia dondequiera que estemos.
El Papa Francisco, en la Exhortación Apostólica Gaudete es Exultate, dice: “…quisiera recordar con esta Exhortación es sobre todo el llamado a la santidad que el Señor hace a cada uno de nosotros, ese llamado que te dirige también a ti: «Sed santos, porque yo soy santo» (Lv 11,45; cf. 1 P 1,16). El Concilio Vaticano II lo destacó con fuerza: «Todos los fieles, cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre»
«Cada uno por su camino», dice el Concilio. Entonces, no se trata de desalentarse cuando uno contempla modelos de santidad que le parecen inalcanzables. Hay testimonios que son útiles para estimularnos y motivarnos, pero no para que tratemos de copiarlos, porque eso hasta podría alejarnos del camino único y diferente que el Señor tiene para nosotros. Lo que interesa es que cada creyente discierna su propio camino y saque a la luz lo mejor de sí, aquello tan personal que Dios ha puesto en él (cf. 1 Co 12, 7), y no que se desgaste intentando imitar algo que no ha sido pensado para él. Todos estamos llamados a ser testigos, pero «existen muchas formas existenciales de testimonio»
El Señor nos quiere santos, en el sentido estricto de esta palabra, en medio de nuestras ocupaciones, con una santidad alegre, atractiva, que arrastra a otros al encuentro con Cristo. Él nos da las fuerzas y las ayudas necesarias. Ello nos dice el Salmista, cuando nos recuerda que El es nuestro Padre Misericordioso.
Ser santo es participar de la santidad de Dios. Nuestro Padre, nos creó para ser santos. Dios nos ha llamado y nos capacita a todos a ser santos: “Sean santos… porque Yo, el Señor, soy santo” (Lev 19,2; Mt 5, 48). Cristo vino al mundo para hacer posible nuestra santidad. Es por eso que en el Nuevo Testamento se le llama “santos” a los cristianos (1Cor 1, 12; Rm 1, 5; 1Pe 1, 15-16). El motivo fundamental por el cual debemos ser santos es que él, nuestro Dios, es santo. Es una especie de herencia, que los hijos deben «asumir» de su padre …
“Sed santos como vuestro Padre celestial es santo” (Mt 5,48). … “los santificados en Cristo Jesús, estamos llamados a ser santos” (l Co 1,2).
Vivir la santidad debe ser uno de los principales fundamentos de nuestra vida cristiana, porque es un estilo de vida que crea humanidad y fraternidad.
Hoy más que nunca estamos necesitados de vivir una santidad auténtica, comenzando por nosotros mismos. Al acoger el amor de Dios, como don, adoptamos un tipo de vida espiritual, que trasciende hacia los otros.
Dios quiere introducirnos en una lógica totalmente diferente a la del mundo y por eso nos llama a amar radical e incondicionalmente: “Amén a sus enemigos…” “no odies a tu hermano ni en lo secreto de tu corazón”… y para sellar la fuente de estos mandatos, afirma: “ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios.”
Puede parecer imposible el ofrecer la otra mejilla, el perdonar al que te ofende, no vengarte ni guardar rencor a los que nos han hecho un mal. Ciertamente sin fe parece imposible. Pero, vuelve el Señor a situarnos en su lógica al decirnos: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?”
Jesús nos presenta la ley de una justicia sobreabundante, pues el mal no se vence haciendo más daño, sino expulsándolo de la vida, cortando así su eficacia contra nosotros.
Para vencer —nos dice Jesús— se ha de tener un gran dominio interior y la suficiente claridad de saber por cuál ley nos regimos: la del amor incondicional, gratuito y magnánimo. El amor lo llevó a la Cruz, pues el odio se vence con amor. Éste es el camino de la victoria, sin violencia, con humildad y amor gozoso, pues Dios es el Amor hecho acción. Y si nuestros actos proceden de este mismo amor que no defrauda, el Padre nos reconocerá como sus hijos. Éste es el camino perfecto, el del amor sobreabundante que nos pone en la corriente del Reino, cuya más fiel expresión es la sublime manifestación del desbordante amor que Dios ha derramado en nuestros corazones por el don del Espíritu Santo (cf. Rom 5,5).
Cristo, desde la montaña, también nos insta a : “Sean perfectos como su Padre celestial es perfecto”. Invita a cada uno de nosotros, a romper la escalada que inicia con la violencia, que continúa con las venganzas y que finaliza dejando el corazón lleno de odios y resentimientos.
La antigua ley buscaba proteger al más desvalido y exigía cobrar ojo por ojo y diente por diente, pero no solucionaba de fondo la violencia porque el corazón lleno de rencor no permite encontrar la paz. Quien se pudre por dentro para que no lo trague el prójimo, queda vacunado contra el hermano pero acaba podrido para toda la vida. El otro no puede ser “enemigo”, es un ser humano, alguien que sufre y goza, que busca y espera. Sí, ya sé que en la mente de muchos de nosotros se harán presentes esas personas molestas y fastidiosas que nos cuesta mucho tratar diariamente con cariño, o estaremos pensando en los grandes asesinos o en los narcotraficantes y corruptos. ¿Cómo amar o aceptar a tales personas? Mi pregunta siempre será: ¿cómo los ama Dios? ¿Cómo da la vida Jesús también por ellos? La violencia nunca se solucionará con violencia. ¿No tendremos también nosotros otra propuesta?
El amor a los enemigos es la centralidad del mensaje de Cristo, para vivirlo con radicalidad e integridad, sin estrategias de poder económico, político o mediático. Es un don de Dios, que lo experimentamos con su bondad, y su misericordia. Es un proceso que debemos recorrerlo con normalidad, sin hacer gala de ello, y sin grandes ruidos o estridencias. Hacerlo vida de cada día, con pequeñas cosas y detalles, que en definitiva es lo que va constituyendo nuestro itinerario en el camino de la Santidad.
Bibliografía:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://es.catholic.net/op/articulos/64434/cat/51/sean-perfectos-como-su-padre-celestial-es-perfecto.html#modal
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/pautas/
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2023/02/19/sed-santos/
- https://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20180319_gaudete-et-exsultate.html
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
Palabra de Vida Mes de Febrero 2023
Tú eres el Dios que me ve” (cf. Génesis 16, 13) https://ciudadnueva.com.ar/wp-content/uploads/2022/12/PV-02-2023_doble.doc
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Febrero 2023.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.