- Am 8, 4-7
- Sal 112
- 1 Tim 2, 1-8
- Lc 16, 1-13
La liturgia nos muestra la importancia de la sagacidad, esa habilidad para encontrar los medios justos y eficaces para vivir nuestra fe.
Hoy nos vamos a encontrar con un mensaje que tal vez sacuda nuestras conciencias. Las lecturas denuncian que el amor al dinero y a las riquezas conduce a cometer graves injusticias. El dinero nunca ha de ser el valor principal ni el bien absoluto. Más aún, Dios y el dinero son radicalmente incompatibles, no los podemos colocar a la misma altura.
Acojamos, pues, el mensaje de la Palabra con un corazón abierto para vivir con la calidad que propone el Evangelio.
El Salmo responsorial (Sal. 112) ya nos advierte que el Señor “levanta del polvo al desvalido y alza de la basura al pobre”. Esta sensibilidad hacia el pobre y el necesitado es un tema recurrente en el lenguaje profético del Antiguo Testamento. Lo hemos comprobado en la proclamación de la primera lectura tomada del profeta Amós, llamado por los entendidos el “Profeta de la justicia social”, ya denuncia en su tiempo con críticas muy duras algo que se sigue dando entre nosotros en nuestro actual modelo económico. ¡Cuántos engaños comerciales!: Balanzas con trampa, mecanismos micro y macro económicos que permiten el enriquecimiento fácil y espectacular… Es verdad que ya no se compra al mísero por un par de sandalias, pero se pueden establecer sistemas de financiación que pueden hundir al que más lo necesita.
Timoteo nos invita a traducir el deseo del Señor que todos los hombres se salven, y todos lleguen al conocimiento de la verdad y para ello debemos estar cerca de las personas para conocerlos ayudarlos en sus inquietudes.
Y el l Evangelio nos presenta la figura del administrador infiel: un hombre que se aprovechaba del oficio para robar a su amo. Era un simple administrador, y actuaba como el amo. Conviene que tengamos presente:
1) Los bienes materiales son realidades buenas, porque han salido de las manos de Dios. Por tanto, los hemos de amar.
2) Pero no los podemos “adorar” como si fuesen Dios y el fin de nuestra existencia; hemos de estar desprendidos de ellos. Las riquezas son para servir a Dios y a nuestros hermanos los hombres; no han de servir para destronar a Dios de nuestro corazón y de nuestras obras: «No podéis servir a Dios y al dinero» (Lc 16,13).
3) No somos los amos de los bienes materiales, sino simples administradores; por tanto, no solamente los hemos de conservar, sino también hacerlos producir al máximo, dentro de nuestras posibilidades. La parábola de los talentos lo enseña claramente (cf. Mt 25,14-30).
4) No podemos caer en la avaricia; hemos de practicar la liberalidad, que es una virtud cristiana que hemos de vivir todos, los ricos y los pobres, cada uno según sus circunstancias. ¡Hemos de dar a los otros!
Nuestra vida es ser administradores, esperemos no ser malos administradores de ella. No hay nada más triste que decir de alguien que el que está perdiendo su vida o la está malgastando.
Y administramos mal nuestra vida cuando ponemos nuestra ilusión y esperanza en las cosas, no se puede servir a Dios y al dinero. Y administramos mal nuestra vida cuando despreciamos al pobre o al necesitado que Dios pone a nuestro lado, pues el Señor alza al pobre. Y administramos mal nuestra vida cuando nos creemos dueños de ella y despreciamos a nuestro Señor, nuestro Dios, pensando que no se entera de nada.
Ojalá pongamos el mismo interés en administrar bien nuestra vida, en vivirla siempre para mayor gloria de Dios, que el administrador infiel en volver a conseguir un trabajo.
“No hay criado que pueda servir a dos amos, pues odiará a uno y amará al otro, o se apegará al primero y despreciará al segundo.”Para quien tiene estos apegos «la riqueza es un ídolo, nos explica el Papa Francisco: No tiene necesidad de un pasado, de una promesa, de una elección, de futuro, de nada. Aquello de lo que se preocupa es de lo que puede suceder». Pero ciertamente no le orienta hacia una promesa y por ello permanece confundido, solo. «Por ello Jesús nos dice: “O Dios o la riqueza, o el reino de Dios y su justicia o las preocupaciones”. Sencillamente nos invita a caminar por la senda de ese don tan grande que nos dio: ser sus elegidos. Con el bautismo somos elegidos en el amor», afirmó el Pontífice
Nuestra Madre la Virgen es la administradora fiel a quien el Señor puso al frente de su más preciado bien, su Hijo Jesucristo. También a nosotros nos pone en sus manos, que ella nos ayude a administrar nuestra vida sólo para el Señor; nos ayude a servir a Dios sirviéndonos de nuestros recursos para favorecer a los más necesitados.
Celebrar la Eucaristía cada domingo, implica este servicio a Dios. Le estamos sirviendo con nuestra presencia, nuestra escucha, nuestra participación, nuestra adoración…, y, sobre todo, con nuestro compromiso para servir a nuestros hermanos los más necesitados. Así, de verdad, ”serviremos Dios como él quiere y serviremos a los hermanos con nuestros, pequeños o grandes, recursos”.
Bibliografia:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2013/documents/papa-francesco_20130622_pilares-salvacion.html
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/pautas/
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2022/09/18/administradores-2/
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
Palabra de Vida Mes de Setiembre 2022
“Siendo libre, me hice esclavo de todos, para ganar al mayor número posible” (1 Corintios 9, 19) https://ciudadnueva.com.ar/setiembre-2022/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Setiembre 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.