https://youtu.be/OF5TzWO75yc
- Hch 15, 1-16
- Sal 121
- Jn 15, 1-8
Permanezcan en mí y yo en ustedes, es la invitación que nos hace la liturgia de hoy. Y esto debe cumplirse aun en las dificultades como lo vemos en el texto de la primera lectura de hoy en la que nos narra un altercado en la primera comunidad y entonces van a buscar la orientación en los Apóstoles y Presbíteros para examinar el asunto. Sabemos que de este diálogo fraterno saldrá una solución según el evangelio.
Este es un buen ejemplo que nos da también a nosotros cristianos del siglo XXI, sobre cómo debemos solucionar los conflictos que puedan surgir en nuestra iglesia. El verdadero remedio es el diálogo fraterno, acudiendo a las fuentes de nuestra religión, a Jesucristo, a sus palabras, a la posterior tradición. Lo importante será siempre llegar al camino verdadero que nos trazó Jesús, con su vida y su predicación.
Si verdaderamente queremos hacer la voluntad de Dios y no vernos envueltos en las mentiras del demonio que se viste de luz, debemos confiar en que el poder de discernir lo dejó el Señor en la Jerarquía Eclesiástica (a pesar de ser como nosotros, hombres pecadores y débiles).
Entonces para dar fruto que nos identifique como discipulos, debemos como nos dice el evangelio estar unidos al Señor como el sarmiento a la Vid. Metidos ya en el capítulo decimoquinto de este Evangelio, encontramos ahora la exhortación a la unidad en la caridad.
El Señor no esconde a los discípulos los peligros y dificultades que deberán afrontar en el futuro: «Si me han perseguido a mí, también a vosotros os perseguirán» (Jn 15,20). Pero ellos no se han de acobardar ni agobiarse ante el odio del mundo: Jesús renueva la promesa del envío del Defensor, les garantiza la asistencia en todo aquello que ellos le pidan y, en fin, el Señor ruega al Padre por ellos —por todos nosotros— durante su oración sacerdotal (cf. Jn 17).
Nuestro peligro no viene de fuera: la peor amenaza puede surgir de nosotros mismos al faltar al amor fraterno entre los miembros del Cuerpo Místico de Cristo y al faltar a la unidad con la Cabeza de este Cuerpo. La recomendación es clara: «Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5).
Las primeras generaciones de cristianos conservaron una conciencia muy viva de la necesidad de permanecer unidos por la caridad.
Afirma el Papa Francisco: “El Señor vuelve sobre el “permanecer en Él”, y nos dice: “La vida cristiana es permanecer en mí”… Este permanecer es un permanecer activo, y también es un permanecer recíproco. ¿Por qué? Porque Él dice: “Permaneced en mí, como yo en ustedes”… Este es el misterio recíproco del “permanecer”. Él, el Padre y el Espíritu permanecen en nosotros, y nosotros permanecemos en Jesús… Nos hará bien pensar y reflexionar sobre esto: permanecer en Jesús; y Jesús permanece en nosotros. Permanecer en Jesús para tener la savia, la fuerza, para tener la justificación, la gratuidad, para tener la fecundidad. Y Él permanece en nosotros para darnos la fuerza de dar fruto, para darnos la fuerza del testimonio con el que la Iglesia crece.”
Es importante hacer mención también que en el texto de los Hechos nos encontramos ni más ni menos que el primer Concilio de la Iglesia católica: el momento clave en que se ha de determinar cuál es la relación con el judaísmo, dado que la mayoría de cristianos eran de esa ascendiente y vivían con costumbres judías. La señal física por antonomasia era la circuncisión. Los apóstoles y presbíteros, custodios de la fe, se reúnen para tratar la cuestión. ¡Qué belleza!
Creo que la Tradición viva es la clave para entender bien el cristianismo. Me explico: a Jesús le interesó más el trato personal con cada creyente que dejar un código escrito. Cierto es que no dejó de hablar, y sus enseñanzas son muy profundas, pero ni se molestó en escribirlas. ¿¿El Verbo de Dios se hace carne y no deja nada escrito?
Para Dios, el objetivo es transformar el corazón del creyente, inundarlo de su gracia y hacerlo fecundo. Este elemento de trato personal y familiar es la fuente de la fe: nacemos a la fe por quienes nos hablan de Dios.
Sin embargo, la vida cristiana tiene estas tres patas: la Tradición, la Escritura y el Magisterio. Las tres son importantes, tanto como cada una de las patas de una silla que tiene 3, pues mirar la Escritura y el Magisterio a través de la santidad de la Tradición (la vida De los Santos), nos da una perspectiva del todo necesaria para comprender el fondo del cristianismo.
“Yo soy la vid, vosotros los sarmientos” Todos entendemos que los sarmientos si no están unidos a la vid, al tronco, no dan fruto, son hojas sueltas que no dan fruto.
Por eso, Jesús a lo largo de su predicación, y en este pasaje con más fuerza, nos insiste en la necesidad de estar unidos a él. “Permaneced en mí y yo en vosotros”. Es algo que no lo podemos ver como una dependencia humillante, que nos roba nuestra libertad. No. Es una dependencia amorosa. Es la súplica del Hijo de Dios, del que nos ama y nos ama hasta el extremo, que nos pide que correspondamos a su amor, que le amemos para que no se rompa el amor entre nosotros y para que le pidamos lo que deseamos y él nos lo concederá. Desde su amor busca nuestro amor.
Bibliografía
- PíldorasdeFe.com
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2022/05/18/miercoles-de-la-v-semana-de-pascua/
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
Palabra de Vida Mes de Mayo 2022
“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros» (Jn 13, 34) https://www.focolare.org/espana/es/news/2022/05/01/mayo-2022/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Mayo 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.