https://youtu.be/qWLhIcifz9k
- Gen 37, 3-4. 12-13. 17-28
- Sal 104
- Mt 21, 33-43. 45-46
La liturgia de hoy nos hace un llamado a revisar como estamos administrando la Viña que es nuestra vida que el Señor nos ha dado. Será que lo que está produciendo es envidia como los hermanos de José, será que como los fariseos pretendemos escalar por encima de nosotros mismos para acabar con la presencia del Señor, o seremos como ese “Soñador”que nos da una lección de misericordia para salvar del hambre «aquella tierra». ¿Su secreto? Solo Dios.
La historia de José que nos presenta la primera lectura, no es diferente a la de Caín y a muchas historias que se continúan escribiendo hoy en día, en las cuales, la envidia y el interés desmedido, siguen llevando a muchos a VENDER a sus hermanos por un poco de dinero. La envidia y el afán de riqueza y de poder continúan siendo una de las principales causas de injusticia en muchos ambientes de nuestra sociedad económica.
Pudiera ser que nosotros no seamos directamente los causantes de estas injusticias, sin embargo, como en el caso de los hermanos de José, nuestro silencio avala y coopera a que la injusticia se realice.
Nada nos dice el autor sobre los sentimientos de José; no pone ni media palabra en su boca. Pero no es difícil imaginar el dolor que debió sentir: la sensación de abandono y la soledad a la que se enfrentó; sin apoyos, lejos de su padre.
Ninguno de aquellos hermanos pudo imaginar que la salida de ese pozo, en cambio, supondría la auténtica liberación de José, enviado así «por delante» al país de Egipto para convertirse en la mano derecha del «rey», en el «administrador de su casa», «señor de todas sus posesiones».
A veces en la vida es necesario caer y tocar fondo para descubrir la mano amorosa de Dios, que nos levanta y nos libera hasta de nosotros mismos. Como nos recordaba el Papa Francisco hace unos años, «en el arte de ascender, no está el triunfo en no caer, sino en no permanecer caído». Pero cuesta tanto trepar cuando todo es oscuro alrededor, cuando tan lejos se vislumbra la luz y no conseguimos ni alzar la mirada…
No esperemos oro, ni lujos. Ese muchacho, el joven, «el soñador», nos dará una lección de misericordia para salvar del hambre «aquella tierra». ¿Su secreto? Solo Dios.
Aprovechemos, pues, esta Cuaresma para crecer en el amor a los hermanos y así ser un instrumento de Dios para que la justicia sea una realidad en nuestro medio.
Jesús, nos anuncia en el texto del evangelio lo que él mismo padecerá antes de ser colgado en la Cruz: arrojado por el pueblo judío, su vida terminará como la de un malhechor; y nos deja un mensaje claro: «La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular».
Nos explica el Papa Francisco, que “en cualquier época, los que tienen autoridad, cualquier autoridad, también en la Iglesia, en el pueblo de Dios, pueden tener la tentación de trabajar en sus propios intereses en lugar de los de Dios. Y Jesús dice que la verdadera autoridad está cuando se realiza el servicio; está en servir, no en explotar a los demás. La viña es del Señor, no nuestra. La autoridad es un servicio, y como tal debe ejercerse, para el bien de todos y para la difusión del Evangelio. Es terrible ver cuando las personas que tienen autoridad en la Iglesia buscan sus propios intereses.”
Este nuevo Israel del que nos habla Mateo al inicio de su evangelio, es la Iglesia, todos los bautizados. Nosotros hemos recibido, en la persona de Jesús y en su mensaje, un regalo único que hemos de hacer fructificar. No nos podemos conformar con una vivencia individualista y cerrada a nuestra fe; hay que comunicarla y regalarla a cada persona que se nos acerca.
Pero como acabamos de leer, al igual que los hermanos de José, «los sumos sacerdotes y los fariseos», y muchas veces nosotros, atendiendo a sus propios intereses, pretendían escalar por encima de sí mismos para acabar con la presencia del Dueño y Señor de la historia, el que mueve los hilos en busca de nuestro amor.
En cambio, los que parecían los últimos se convirtieron en los primeros: uno, de todo un territorio; el Otro, vencedor de la muerte, de la Creación entera.
Mucho cuesta salir de uno mismo, dejar a un lado las oscuridades que nos envuelven y dirigirnos hacia la luz de la tierra prometida, donde nadie pisotea a nadie porque solo el bien triunfa.
Recordad las maravillas que hizo el Señor” … La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”. No despreciemos las pequeñas penitencias; aunque pueden parecer “tonterías” y nos humillan delante de aquellos que se consideran muy dueños de su vida, pero son las piedras que construyen las maravillas de Dios.
Bibliografía:
- PíldorasdeFe. Com
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2022/03/18/las-pequeneces-de-la-humildad/
Palabra de Vida Mes de Marzo 2022
«Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden» (Mc 6, 12) https://www.focolare.org/espana/es/news/2022/02/27/marzo-2022/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Marzo 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.