https://youtu.be/aAdLqvm9ppQ
- Mac 1, 10-15, 41-43, 54-57, 62-64
- Sal 118
- Lc 18, 35-43
Una de las cosas de las que nos tenemos que convencer los cristianos, es decir, el Pueblo de Dios, es que nuestra vida en muchos sentidos irá en contra de la corriente del mundo. Este pasaje del Antiguo Testamento nos muestra que incluso para ellos esto no fue diferente. Su vida y sus costumbres nunca fueron de acuerdo al mundo que no conocía a Dios.
Al finalizar el año litúrgico se suelen introducir las lecturas de los libros de Macabeos, recordándonos la necesidad de perseverancia y fidelidad aún en las condiciones más adversas. Sin embargo, como nos comenta la Hna Águeda Mariño Rico, las conveniencias e intereses que nos benefician hacen muchas veces que actuemos incluso en contra de las convicciones y creencias más profundas. No es fácil ser coherente con uno mismo, y edulcoramos con argumentos de todo tipo esas alertas que nos indican que no estamos obrando bien.
En el texto de Macabeos se identifican dos enemigos a esta fidelidad a la Ley que Dios le había dado al pueblo de Israel: unos israelitas apóstatas que convencieron a muchos de la conveniencia de adoptar costumbres y usos paganos; y el rey, que decretó la imposición de las mismas y la persecución a quienes permanecían fieles a la Ley de Dios. Podemos identificar muchos momentos en la historia de las naciones y de la misma Iglesia en que la influencia de quienes logran imponer leyes y prácticas contrarias a los valores evangélicos es manifiesta y causa incluso guerras, persecuciones e injusticias flagrantes.
Para los que siguieron los preceptos del Señor, lógicamente, como lo vemos en esta lectura, los llevó a tener serios problemas con quienes los gobernaban, llegando incluso a dar la misma vida con el fin de mantener la fidelidad a la Alianza.
En nuestro mundo moderno es fácil que ocurran cosas semejantes: dejarse arrastrar por los criterios del mundo y dejar de lado el camino del Evangelio.
Con esto piensan que serán más aceptados por su medio, que quedarán bien con sus superiores, en fin, que como pensaban los israelitas, les iría mejor. La realidad será totalmente contraria. No es fácil ser buen cristiano, nunca lo ha sido. Tomemos la resolución, como lo hicieron algunos de los israelitas, de permanecer firmes y fieles a la vida evangélica. Y recordemos que Dios nunca nos presentará una prueba que sobrepase nuestras fuerzas.
Hoy , en el evangelio, nos comenta el Rev. D. Antoni CAROL i Hostench , el ciego Bartimeo (cf. Mc 10,46) nos provee toda una lección de fe, manifestada con franca sencillez ante Cristo. ¡Cuántas veces nos iría bien repetir la misma exclamación de Bartimeo!: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!» (Lc 18,37). ¡Es tan provechoso para nuestra alma sentirnos indigentes! El hecho es que lo somos y que, desgraciadamente, pocas veces lo reconocemos de verdad. Y…, claro está: hacemos el ridículo. Así nos lo advierte san Pablo: «¿Qué tienes que no lo hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?» (1Cor 4,7).
La fe de Bartimeo, nos explica el Papa Francisco, “se trasluce de su oración”, con un estilo sencillo, sin miedo a compartir su drama con el Señor:
Y continua el reverendo. A Bartimeo no le da vergüenza sentirse así, necesitado. En no pocas ocasiones, la sociedad, la cultura de lo que es “políticamente correcto”, querrán hacernos callar: con Bartimeo no lo consiguieron. Él no se “arrugó”. A pesar de que «le increpaban para que se callara, (…) él gritaba mucho más: ‘¡Hijo de David, ten compasión de mí!’» (Lc 18,39). ¡Qué maravilla! Da ganas de decir: —Gracias, Bartimeo, por este ejemplo.
Y vale la pena hacerlo como él, porque Jesús escucha. ¡Y escucha siempre!, por más jaleo que algunos organicen a nuestro alrededor. La confianza sencilla —sin miramientos— de Bartimeo desarma a Jesús y le roba el corazón: «Mandó que se lo trajeran y (…) le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?» (Lc 18,40-41). Delante de tanta fe, ¡Jesús no se anda con rodeos! Y… Bartimeo tampoco: «¡Señor, que vea!» (Lc 18,41). Dicho y hecho: «Ve. Tu fe te ha salvado» (Lc 18,42). Resulta que «la fe, si es fuerte, defiende toda la casa» (San Ambrosio), es decir, lo puede todo.
Él lo es todo; Él nos lo da todo. Entonces, ¿qué otra cosa podemos hacer ante Él, sino darle una respuesta de fe? Y esta “respuesta de fe” equivale a “dejarse encontrar” por este Dios que —movido por su afecto de Padre— nos busca desde siempre. Dios no se nos impone, pero pasa frecuentemente muy cerca de nosotros: aprendamos la lección de Bartimeo y… ¡no lo dejemos pasar de largo!
El Salmista nos invita a pedir al Señor que nos ayude a cumplir sus mandamientos, el camino del Amor.
Palabra de Vida Mes de Noviembre 2021
“Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5, 9) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Noviembre 2021.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.