- Núm 21, 4-9 o bien Flp 2, 6-11
- Sal 77
- Jn 3, 13-17
En esta fiesta de hoy queremos resaltar la muerte de Jesús en la cruz y el gran amor que encierra… pero lo mismo podemos y debemos decir de su vida y su resurrección.
La historia de las relaciones de Dios con los hombres es la historia del amor apasionado de Dios hacia todos nosotros. En un primer momento, el pueblo judío percibió con intensidad este amor cuando Dios los libró de la esclavitud de Egipto.
Pero en el trayecto hasta la tierra prometida, en algunas ocasiones, como nos indica el episodio de esta primera lectura, no vieron claro ese amor de Dios. “El pueblo estaba extenuado del camino y habló contra Dios y contra Moisés”. El Señor envió como castigo serpientes venenosas y murieron muchos israelitas. El pueblo cayó en la cuenta de su pecado, se arrepintieron y pidieron a través de Moisés que les perdonase y que apartase de ellos las serpientes mortales. Dios se las arregló para salvarles a través de una serpiente colocada en un estandarte a quien tenían que mirar. Dios perdonaba a su pueblo y le seguía amando.
El Evangelio es una profecía, es decir, una mirada en el espejo de la realidad que nos introduce en su verdad más allá de lo que nos dicen nuestros sentidos: la Cruz, la Santa Cruz de Jesucristo, es el Trono del Salvador. Por esto, Jesús afirma que «tiene que ser levantado el Hijo del hombre» (Jn 3,14).
Bien sabemos que la cruz era el suplicio más atroz y vergonzoso de su tiempo. Exaltar la Santa Cruz no dejaría de ser un cinismo si no fuera porque allí cuelga el Crucificado. La cruz, sin el Redentor, es puro cinismo; con el Hijo del Hombre es el nuevo árbol de la Sabiduría. Jesucristo, «ofreciéndose libremente a la pasión» de la Cruz ha abierto el sentido y el destino de nuestro vivir: subir con Él a la Santa Cruz para abrir los brazos y el corazón al Don de Dios, en un intercambio admirable. También aquí nos conviene escuchar la voz del Padre desde el cielo: «Éste es mi Hijo (…), en quien me he complacido» (Mc 1,11). Encontrarnos crucificados con Jesús y resucitar con Él: ¡he aquí el porqué de todo! ¡Hay esperanza, hay sentido, hay eternidad, hay vida!
Explica el Papa Francisco: “cuando dirigimos la mirada a la cruz donde Jesús estuvo clavado, contemplamos el signo del amor, del amor infinito de Dios por cada uno de nosotros y la raíz de nuestra salvación. De esa cruz brota la misericordia del Padre, que abraza al mundo entero. Por medio de la cruz de Cristo ha sido vencido el maligno, ha sido derrotada la muerte, se nos ha dado la vida, devuelto la esperanza. La cruz de Jesús es nuestra única esperanza verdadera”.
“Por eso la Iglesia ‘exalta’ la Santa Cruz y también por eso nosotros, los cristianos, bendecimos con el signo de la cruz. En otras palabras, no exaltamos las cruces, sino la cruz gloriosa de Jesús, signo del amor inmenso de Dios, signo de nuestra salvación y camino hacia la Resurrección. Y esta es nuestra esperanza”
Y al meditar sobre el momento de la consumación de su ofrenda al Padre, el Pontífice recordó que Jesús se desprende de María y de esta manera nos hace partícipes de su amor de madre: “A los pies de la cruz, Jesús quiso, además, extender la maternidad de María a toda la Iglesia, colocándonos bajo su manto; de este modo comenzamos a pedir su intercesión con expresiones directas sacadas de la Sagrada Escritura: “llena de gracia”, “bendita entre las mujeres”, o con el título de madre de Dios proclamado por el Concilio de Éfeso”.
Al mirar a Cristo en la cruz, dándonos su vida, nos obliga a reconocerlo también en quienes, hoy como él, padecen sus propias cruces, una exigencia de solidaridad y el Papa nos urge a responder: “Él, por amor, entrando en el abismo del dolor y del sufrimiento nos redime y no salva dando sentido a nuestras aflicciones y tribulaciones. Pondremos ante Jesús crucificado a todos los crucificados de hoy, hermanos y hermanas víctimas inocentes del sufrimiento y la maldad del mundo. Sólo él puede consolarlos y darles amor”.
Caminar junto a Cristo como discípulos, nos lleva a compartir su suerte de cruz, pero siempre con la esperanza y la certeza de participar también de esa resurrección con que el venció a la muerte y nos regaló una vida nueva.
Como nos insta el Salmista: “No olvidemos las hazañas del Señor y con la Oración Colecta, pidámosle que nos conceda que quienes conocimos su misterio en la tierra, merezcamos alcanzar en el cielo el premio de su redención.
Bibliofrafía:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
- https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2020-09/la-revelacion-del-amor-de-dios-parece-una-locura-afirma-el-papa.html
- https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2021-04/papa-cruz-cristo-que-dijo-francisco-durante-cuaresma.html
Palabra de Vida Mes de Setiembre 2022
“Siendo libre, me hice esclavo de todos, para ganar al mayor número posible” (1 Corintios 9, 19) https://ciudadnueva.com.ar/setiembre-2022/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Setiembre 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.